|9| After (2/2: Verdad)

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No recibió respuesta y se empezaba a sentit enfermo. El corazón dolió hasta la garganta.

Nunca consideró las lágrimas como símbolo de debilidad o de poca hombría, pero llorar frente a alguien siempre fue de sus mayores barreras, por ello, cuando las manos taparon su rostro se sorprendió de sentirlas mojadas; desde que tiene memoria su cuerpo siempre se resistió a llorar frente a alguien.

Nunca sintió ganas de hacerlo frente a Simon, su compañía siempre calmaba sus sentimientos, provocaba temblor en su estómago y por alguna razón le daba una sensación de bienestar.

La piel fría ajena se le pegó en un costado. Se dejó hacer mientras la fuerza se le iba. Ambos cayeron de nuevo en las sábanas, ambos lagrimearon y las manos de Simón no se alejaron de él.

Villamil no quería tocarlo, se sentía más culpable y aún así, no pudo resistir la tentación de volverlo a hacer. Sus manos navegaron los zurcos de su espalda y revivió muchas otras mañanas donde hacerlo lo hacía sentir libre, le provocaba un no sé qué. Así lo describe.

Sintió cuándo Simón talló nuevamente sus ojos, después su pecho inflarse topó contra su barriga. Siempre admiró que hablara cuando le daba miedo, que siempre juntara el valor que se necesitaba cuando debían despedirse y decir todo como era. Supo que hablaría.

—Creo que es obvio lo que pasó... —la risa resonó contra su hombro, el cosquilleo triste de su respiración le abrió un hueco en la panza. —Hay que arreglar esto.

—¿Y si no pasó nada?

Incluso para él la pregunta sonó tonta, pero su lado egoísta deseaba que así fuera. Que él no era ningún villano y que por mucho que lo deseara, no se había acostado con el hombre a su lado.

—¿De verdad quieres hacer esto?

—¿Qué cosa, Simón? No sabemos realmente que pasó. No fue intencional de ninguna parte en todo caso, estábamos borrachos.

—El alcohol no justifica nada.

—¡Dios! Lo sé, pero al menos dime que tienes esperanza de qué esto es un mal sueño.

—Villa, dejemos de hacernos pendejos que los dos sabemos que no es así.

—Claro. Como es Isaza te preocupa mucho serle infiel —Las palabras le salieron a susurros gracias al remolino que corría de su estómago a su garganta. Eso no le impidió soltarlas con matiz de odio.

—¿De que hablas, Villamil?, ¿Que intentas insinuar? Si estás celoso o algo por el estilo no es el momento.

Las caricias que se estaban entregando pasaron ser una distancia en cuestión de segundos. Villamil estaba pensando en muchas cosas a la vez que ninguna era procesada con claridad, pero estaba seguro de que lo extrañó contra su cuerpo.

—¡Nunca, nunca es el momento para ti! ¡Sólo cuando el señor gusta!, ¿sabes que pienso? Que la gente de verdad es un juego para ti. Vienes un día, me besas y pienso que me amas como yo lo hacía, ¡carajo!, como yo lo hago. Te dije que te amaba cómo no tienes idea, ¿y luego? Piensas que es buen momento para comenzar una relación con Isaza, sin decirme. Luego nos acostamos y...-

—¡No entiendo que tiene que ver eso! Yo no te fui infiel, no éramos nada entonces, jamás aclaramos nada de eso y no estaba aún con él cuan-

—¡Porque no estábas listo! ¡Me prometiste que lo estarías, que tenías miedo!, no pensaste en mí cuando le pediste tiempo para pensarlo.

—Juan, no es tan fácil que un día te des cuenta que estás enamorado de tu amigo de toda la vida.

—Te recuerdo que estamos en la misma situación, y no salgas con que tenías miedo a tu familia, que Martín me contó que salió del closet antes que tú.

—¡Claro! También está eso, yo soy el villano por salir con Isaza, pero tu vas y resulta que juegas con Martín, ¿Acaso de verdad le tienes un poco de cariño?

Decir que eso no le dolió a Villa es una vil mentira, su pecho ardió. Aunque supo que era su culpa por perder la calma.

—Idiota.

Nada estaba bien. De pronto todo lo que estaba pasando calló en sus hombros y le fue imposible levantarse, el poco ánimo que tenía al despertar se evaporaba de su sistema con cada segundo que pasaba siendo consciente de su realidad. Parecía todo tan irreal.

—Sabes que si soy un idiota, perdón.

Villamil lo vio con la cabeza gacha.

—Y aún así, aquí sigues y me dices que me amas a pesar de todo —Escuchó como tragó saliva, tuvo miedo de verlo porque sabría que de hacerlo que su llanto no se contendría—, de todo lo que hice. Y quiero decirte tantas cosas, pero no es el momento y...

El sollozo le llegó al corazón, su cuerpo entero vibró y la sal de las lágrimas de Simón calaron en su sistema. Lo abrazó de nuevo, está vez con la nula fuerza que le quedaba y con miedo de soltarlo. Su pecho se humedeció al instante.

—El problema no es que salieras con Isaza, yo lo amo, el problema está en que salieras con alguien más, estaba celoso y triste —suspiró—, tu puedes salir con quien quieras, no éramos nada.

—Estuvo muy mal lo que te hice... pero cuando Isaza se me declaró, pensé en ti antes que nada, me daba miedo que esto fallara, que las cosas quedaran mal por siempre. Supuse que lo nuestro era sólo un juego para ti, de cierto modo... usé a Juan, esperaba quererlo de la misma forma que a ti. No pasó.

Villamil inhaló hondo. Esa revelación de pequeñas (enormes) verdades era más dura de lo que parecía.

—De verdad no sabía que era tu hermano. Te extrañaba y...

Los sollozos entonces fueron incontenibles, una verdad que siempre supo y no quería aceptar lo golpeó con fuerza. No le quedaba más que asimilar el asco de sus acciones, lo horrible que resultaban.

—Estaba con él porque te extraño. Porque es la única persona en este mundo que casi me recuerda a ti.

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