Me oculté detrás de un auto y cerré los ojos.
Respiré con profundidad antes de empezar a disparar junto a los chicos.Me paralicé al escuchar quitar el seguro de un arma.
-Hey.- una voz gruesa habló, pego la pistola a mi cabeza.- Dame tu arma.- ordenó.
Mierda, no.
Con lentitud le entregue mi pistola y él la lanzó lejos de nosotros.-Arriba, levántate ya.- me tomó del brazo con bruquedad y me obligó a caminar con el arma apuntando a mi cabeza.- ¡Muy bien, paren los disparos sino mató a su maldita amiga!
-¡No! - los ojos de Darían se humedecieron al verme.
Miré a Naim, quien le apuntaba al hombre detrás de mí.
-Baja el arma, chico.- le dijo al español.
-Naim, hazlo ya.- gruñó Marco.
Cerré mis ojos cuando el hombre apretó más el arma contra mi cabeza amenazando a Naim, este la bajó segundos después a regañadientes.
Reaccione rápido y golpeé el brazo del tipo, una bala salió disparada pero no daño a ninguno de los chicos.
Luche contra él para quitarle su arma mientras los disparos empezaban de nuevo.-¡Dakota! - oí a Naim, el hombre me empujó y caí al suelo.
-Buena suerte en el infierno.- me miró sonriendo.
-Te veo allá entonces.- respondí seria.
Él rió, su dedo apretó el gatillo... pero no sentí nada además de un cuerpo sobre mí.
-¡Hijo de puta! - escuché gritar a Jean, el tipo cayó al suelo luego de que este le haya disparado.
Mis ojos no se apartaron del cuerpo de Naim.
-Naim...- murmuré, con las manos temblorosas traté de retener la sangre saliendo del lado derecho de su pecho.
-Dakota.- susurró él tomando mi mano.- Te amo.
Lo dijo como si se estuviera despidiendo, y fue como un pinchazo en mi corazón.
-No.- hablé duramente.- No vas a morir.- negué.
-¿Tú me amas?
Una lágrima cayo sobre mi mejilla.
-Claro que te amo.- respondí.
-Bien.- asintió y lanzó un pequeño suspiró.
-¡No, maldita sea Naim!
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jeansito__
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El comienzo. [Privé]
Ficção AdolescenteDakota siempre había sido esa chica tímida y reservada, de la que todos se burlaban. Hasta que conoció al chico que la salvaría antes de hundirse completamente en su dolor y decepción, Naím Darrechi. No sabía del las sonrisas, del amor, de las risas...