Hockey

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—¡Ah! ¡Canadá! —América vio a su hermano caminando con prisa por la acera. Lo alcanzó y le dio una palmada en el hombro. Canadá dio un brinco y se dio la vuelta. —¡A-ah! Oh. América —Asinrió nervioso y sonrió.

—¿Adónde vas con tanta prisa, Canadá? —preguntó América alegre.

—E-erm... Yo solo iba a... —Canadá guardo silencio, pero América lo tomó de otro modo. —¿Por qué no vienes a pasear conmigo? ¡Vamos a divertirnos un montón!

—¿Eh? Oh, no puedo... voy a un juego de hockey —protestó Canadá con suavidad.

—¿Hockey? —América frunció el ceño levemente. No le gustaba como el hockey era la especialidad de Canadá. Él, América, el héroe, debería tener hockey. De la nada se animó. Si podía ir con Canadá, podría obtener información de ese deporte tan canadiense. ¡Entonces podría usarla para monopolizar la industria del hockey! Un brillante plan digno de un héroe Americano. Su clásica enorme sonrisa apareció en su rostro y dijo —¡Iré contigo, Canadá! ¡VEREMOS EL JUEGO DE HOCKEY JUNTOS!

Canadá no estaba de acuerdo; de verdad que no quería salir con América hoy, pero sus protestas eran demasiado suaves para ser escuchadas y América empezó a arrastrar a Canadá por el camino hasta que se dio cuenta de que no tenía idea de donde sería el juego —Bueno, ¡llévame a tu pista de hockey! —ordenó.

Canadá suspiro, rodó sus ojos, y dio la vuelta en la calle que América no había visto.

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América se sentó animado en el borde de su butaca, masticando palomitas. Canadá estaba junto a él, silenciosamente masticando un pretzel —Oh, mira... ya va a empezar.

Una voz farfullaba por un megáfono algo que parecía ser estadísticas y nombres de los jugadores, pero América no estaba seguro. Se sentía ligeramente incómodo en ese estadio gigante, rodeado de tensos canadienses con un brillo de —¿era sed de sangre?— en sus ojos.

Las luces se apagaron y América soltó un grito. Entonces un enorme foco iluminó la pista, y las líneas de jugadores empezaron a aparecer en el hielo. América se fijó que los equipos que se enfrentarían eran de Quebec y... ¿Rusia?

América vio la gran figura de Rusia en las bancas al lado opuesto de ellos. Se encogió esperando que no lo notaran.

El megáfono resonó. Las luces volvieron. Un silbatazo. Y el juego comenzó.

América trató de seguir el disco que deslizaba en el hielo, pero era demasiado rápido.

De repente, un jugador de Quebec embistió a un ruso con fuerza contra la barrera de plástico, ganando gritos y abucheos del público.

—¡SÍ, ENSÉÑALES A ESOS BASTARDOS! ¡LO TIENES! ¡SÍ!

América levantó la vista en shock. Canadá estaba de pie, gritando en una forma nada apropiada de él. Normalmente Canadá era un poco más que un susurro molesto, pero ese era un grito digno de los Bronx o de un juego de los Red Sox.

América sacudió la cabeza y lo miró otra vez. Canadá ya no estaba gritando. Tal vez solo fue un lapsus.

Un jugador ruso golpeó el disco e hizo torpezar a un canadiense en el proceso. Se sopló el silbato. El póblico rugió.

—¡TU MALDITO HIJO DE PUTA! ¡FALTA! ¡ÁRBITRO! ¡FALTA!

América se sintió inquieto. Este nuevo lado rabioso deportivo de Canadá lo estaba espantando.

Fue una falta. Al otro lado del estadio, Rusia sonreía dichoso a su violento equipo. Canadá le enseñó el dedo del medio. Rusia saludó.

El juego continuaba rápido y furioso. Para los desvergonzados del equipo ruso, eran los de Quebec los que jugaban sucio. Los árbitros parecían disfrutarlo. Alguien empezó un duelo con palos de hockey mientras los equipos se marchaban para el medio tiempo, y un hombre vino a trapear la sangre.

Hockey - Hetalia [Traducción]Where stories live. Discover now