II

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Pasaron diez horas desde que Nathan se despertó, haciendo que me quedara sin respiración. Cuando me giré, mi mirada se perdió en la fiereza de sus ojos, era como si la mente me estuviera jugando una mala pasada.

- ¿Aún te acuerdas de mí? – le pregunto, aún sorprendida pero agradecida a la vez, mientras las lágrimas no dejan de caer por mi rostro.

- ¿Cómo no voy a acordarme de ti?, la chica que puso mi mundo patas arriba- sonríe, y su jodida sonrisa me hace por un instante la chica más feliz.

Cuando la doctora entró a ponerle una dosis de diálisis, suero y mil cachivaches más, me dijo que debíamos hablar fuera. No entendía a que se refería, quizá se habían equivocado de diagnóstico y a Nathaniel solo le quedaban unas semanas ingresado en el hospital hasta que pudiéramos ir a casa, o quizá venía a preguntarme si sabía algo del paradero de sus padres o de lo que verdaderamente ocurrió la noche del incidente. De todas formas, para cuando me citó en su consulta yo ya sabía que era exactamente lo que quería contarme y no me sentía con fuerzas para afrontarlo.

- ¡No, no, no y no! - chillo a la misma vez que doy un golpe en la mesa.

- Tranquil...

- ¿Usted tiene idea de lo que me está pidiendo doctora? – la interrumpo - ¡Es surrealista! -No creía que lo que me estaba contando fuera real, o, al menos, no quería hacerlo. Nathaniel no podía estar muriéndose, era imposible.

- Lo siento muchísimo Samantha, pero los tags confirman que el accidente ha penetrado directamente en una arteria cerebral. Perderá los recuerdos poco a poco hasta que su cerebro muera por completo y sufra un infarto cerebral, pero casi ni se enterará de verdad. - me tapo los oídos como haría una niña pequeña sin querer escuchar más, ya es suficiente. – Le pondremos tratamiento, uno para disolver los coágulos de sangre o para reducir la probabilidad de que la sangre se coagule, eso hará que sus emociones se mantengan estables y no sufra tantos mareos y vértigos durante lo que le quede de vida. Además, es importante que sepas que...

- ¡Basta! -rugo sin poder controlar la ira. ¡He dicho que basta! -suplico mientras la miro con ojos llorosos.

No quiero oír más, no quiero oír más joder, siento como la cabeza me palpita y no puedo mantenerme en pie.

No puedo respirar, siento como todo se viene abajo, penetrando, rasgando y reabriendo mis heridas una vez más.

Es increíblemente extraño que sienta como los doctores me intentan reanimar porque en estos momentos siento como lato con la fuerza de cien caballos galopando sin parar.

La vida es tan corta Sam...


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¿Qué os ha parecido este segundo capítulo? 

Muchas gracias por estar aquí una vez más.

Os leo entre líneas ❤️

Judith.

SI NOS VOLVIÉRAMOS A CONOCERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora