Capítulo 4.

196 15 1
                                    

Era tanto el tiempo en el que no asistia a ninguna fiesta que pensé que la causa de mi terrible dolor de cabeza fue el salir de casa, pero claro, yo era una paranoica, así que lo más razonable era la estruendosa música de anoche. Estaba claro que yo no fui hecha para las fiestas, ni para nada que implique salir de casa en la noche, supongo.

Me sentía tan mal al despertar que estuve a punto de hablarle a Aiden para cancelar, y ahí estaba como tonta buscando su nombre en mis contactos olvidando por completo el que no le había pedido su número telefónico. Suspiré cansada y decidí darme un largo baño con agua caliente antes de empezar a vestirme para ir a la plaza, hasta que mi maravilloso y preciosado momento de relajación se vió interrumpido por el timbre.

Miré la hora y fruncí el ceño. Eran apenas las 10:15 y ya se dignaban a molestar. Cogí mi cabello en una coleta, abrí la puerta avergonzandome un poco por mi pijama de puntitos morados y verdes. Cuando ví quién estaba fuera me quede prácticamente paralizada y sin habla: ahí estaba Jeremy con un gran ramo de rosas blancas. Amaba ese color en las rosas, y al parecer él aún no lo había olvidado aún. Lucía mucho más demacrado que yo, como si no hubiera dormido en toda la noche lo que era demasiado probable y creíble. Ahora no me sentía tan mal por salir con el pijama analizando su aspecto.

Me acerqué a Jeremy algo desconcertada, preguntandome y suponiendo cosas increiblemente tontas, abrí el portón y ya estaba por hablar cuando él lo hizo, matando mi inspiración.

-Lucie, lamento lo que hice, yo no quería... -Su tono de voz era de alguien muy apenado, y su mirada decía lo mismo. Aunque estaba hablando tan rápido que casi no pude entender lo que me quería explicar.

-Espera, Jeremy. ¿Por qué te disculpas? -Tuve que detenerlo porque si no nunca nos entenderíamos.

-Por lo que hice anoche en la fiesta. -Sonrió de lado. -Me insinué, pero estaba lo suficientemente borracho como para poder disculparme después.

-¿Entonces eras conciente cuando me pediste ir a una habitación? 

Él negó con la cabeza y me tendió el ramo. Miré fijamente las rosas como si fueran algo que nunca hubiera visto en mi vida.

-Aiden me dijo que te fuiste antes por lo que hice, y sé que te gustan blancas, así que te traje un ramo. -Hice una pequeña mueca al oír el nombre de Aiden, preguntándome si le había dicho también que él me había traído a mi casa. Tomé las flores y forcé una sonrisa para disimular un poco.

-Gracias. -Murmuré. Jeremy se encogió de hombros inclinandose en mi dirección como si fuera a besar mi mejilla, pero di un paso atrás apartándome. Suspiró. -Debo entrar. -Le dije sin mirarlo. No se cuánto tiempo había pasado, pero no me gustaba llegar tarde a ningún sitio. -Voy a salir y tengo que arreglarme. Lo siento.

-Oh, ¿a dónde vas? Yo te llevo. -Negué rápidamente con la cabeza.

-No, gracias. -Empecé a alejarme cuando me sujetó del brazo. Miré su mano como si pudiera fulminarla y me soltó vertiginosamente. 

-Perdón... -Murmuró y se rasco el codo. Era algo que hacia siempre que estaba nervioso, yo no lo había olvidado todavía. -Puedo esperarte. Quiero llevarte, te lo debo. 

-No me debes nada. -Entré a casa sin decir más ni despedirme. Me conocía lo suficiente como para saber que no aceptaría tan fácilmente (Y no metamos a Aiden en esto, ya que acepté que me trajera porque no me quedaba de otra más que venir a pie y eso no se escuchaba agradable).

Ya dentro busque mi ropa, y para ser sincera nunca había tardado tanto para terminar eligiendo unos simples vaqueris y una blusa verde oscura de tirantes. Estuve la mayor parte del tiempo cuestionándome en qué usar sin parecer desesperada, pero tampoco muy conservadora.

Revisé la hora: 12:17

¡Había estado buscando ropa por casi dos horas! Me estaba volviendo loca. Esta no era yo. Estaba casi segura de que había intercambiado cuerpo con Kyle, ya que ella dura más o menos tres horas sin exagerar, en elegir una muda de ropa por más sencilla que sea la salida. Tardaba ese tiempo cuando tenía 12 y me imaginaba que lo seguía tardando ahora. 

Ya con la ropa decidida y con mucho tiempo de sobra, por fin pude darme ese esperado largo y relajante baño de agua caliente. Puse algo de música, de mi música de abuelita, como diría Sean si estuviera aquí... Sonreí triste al recordar a mi hermano. Era alto, tenía un buen cuerpo, y los ojos de un color azul cielo, llenos de vida cada vez que sonreía. Yo era como una replica de él versión mujer (pero sin los ojos tan azules), así que era imposible no recordarlo cuando me veían. Entré al agua y me relajé por una hora, decidiendo dejar de lado el miedo para recordar a mi hermano y sus chistes malos, a mi madre y su dulce voz, recordé lo que se sentía ser feliz, lo que era una familia y lo que ahora ya no vivía. 

I'm not a monster.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora