Prólogo.

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Miraba por la ventanilla del auto con los audífonos puestos. Afuera caía una suave lluvia, y aunque me gustaba el sonido de las gotas golpear contra los cristales del auto, preferí escuchar algo clásico, como Vivaldi o Mozart; me relajaba mucho más. Era una adicta a la música clásica y por ello, mi hermano siempre me molestaba diciendo que era una "abuelita", pero la mayor parte del tiempo trataba de ignorarlo.

Sean, mi hermano mayor, manejaba el Camaro que le habían regalado nuestros padres hace un par de semanas por su cumpleaños número 18. Íbamos a casa de los abuelos en Los Ángeles para pasar las vacaciones de invierno. Me encantaba la navidad en familia, no por los regalos ni por la comida, sino porque era el único momento en el que mi papá dejaba su trabajo para pasar un rato con nosotros, y lo mejor es que estábamos a tan solo dos días.

Mamá tarareaba uno de sus villancicos preferidos mientras acariciaba su pequeña barriguita. Estaba embarazada después de 13 años, ¡e iba a ser hermana mayor! Todos estábamos tan felices por eso, y más porque los abuelos al fin se enterarían; el bebé que venía en camino sería la alegría de todos. Incluyendo la mía.

Papá estaba junto a Sean y platicaban de no sé qué partido de soccer Europeo, mamá seguía cantando y yo escuchaba una nueva pieza de Mozart en violín. Todos estábamos tan centrados, tan alegres y contentos, todo era tan perfecto hasta que...

Una camioneta oscura nos pasó y se puso delante de nosotros mientras que otra empezó a disparar a las llantas por la parte de atrás. Mamá me había abrazado, tratando de protegerme. Seguían disparando, ahora se había sumado una camioneta del lado izquierdo y le habían disparado a mi hermano. Mi padre llamó a emergencias. Seguían disparando y una bala le dio a mi madre; empecé a llorar cuando sentí la sangre en mis manos y su respiración agitada.

Mamá me tomó de las manos y me susurró:

-No importa qué suceda, yo siempre te amaré. Nunca me olvides. Se fuerte.

Lloré mucho más cuando cerró sus ojos. Estaba muerta, ¡esos monstruos la habían matado a ella y a mi pequeño hermano!

No sé cómo, no recuerdo si me desmayé o si me dispararon, pero cuando volví a abrir los ojos, estaba en una cama de hospital, adolorida. Solté un suave sollozo, recordando lo que había pasado. Creí que había sido una pesadilla, pero el sonido y las luces blancas resplandecer contra mis ojos, me trajeron a la realidad.

Busqué con la mirada un calendario: "24 de diciembre". Era noche buena y estaba en el hospital. Papá estaba sentado a mi lado, parecía cansado, pero lucía bien.

-Pa... pá -Susurré tratando de que no me fallara la voz. Él levantó su mirada rápidamente y me mostró una sonrisa triste. Su vista estaba cansada y sus ojos estaban hinchados del llanto y la mala noche, pensé.

-Lucie... Mi Lucie... Que bueno que despertaste -me abrazó con cuidado y beso mi frente.

-¿Dónde está mamá? ¿Y el bebé? ¿Cómo está Sean? -Sabía la respuesta de al menos dos de las preguntas, pero no quería reconocerlo, así que esperé a que me contestara.

-M-Mamá y Sean... Ellos están... -Mi papá empezó a llorar y lo último que entendí era que ambos habían muerto. Cerré mis ojos deseando que fuera una mentira, que pudiera haberme despedido de Sean, pero no podía hacerme la tonta, y menos fallarle a mi mamá. Lo último que ella me dijo fue sea fuerte, y era lo más que podía ser. Fuerte.

I'm not a monster.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora