Capitulo 6

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El fin de semana paso más rápido de lo normal o solo lo sentí así porque prácticamente no hice nada. Quien sabe.

Justo ahora estoy de pie frente a la escuela esperando que Naomi aparezca, no quiero entrar sola. Esta mañana había sido un completo caos porque nadie había escuchado la dichosa alarma, ni siquiera mis padres. La primera en despertar fue mi madre que al parecer su reloj biológico le decía que se levantara al ver la hora parece ser que pego el grito al cielo, porque hasta yo me desperté. Luego fue un desastre al intentar todos estar puntuales en sus respectivas actividades y fue milagro que lograran traerme hasta cinco minutos antes que iniciaran las clases. Apuesto a que, si hubiera tenía que estar sola, incendiaba media casa, otra vez.

- ¡Becca! -giro y encuentro a Naomi corriendo hacia mí. Todo el que nos ve se cuestiona como es que somos mejores amigas, y muchas veces yo me pregunto cómo es que ella me soporta- ¿Trajiste la sal? -asiento, mientras señalo uno de mis bolsillos- la tengo bien guardada.

Entramos a la escuela cuando la campana suena. Como no pudo faltar, iba tropezando con una que otra persona en el camino. Les sonrió apenada hasta que llegamos a nuestro salón de clases.

Las clases pasan de forma normal, algunos prestaban atención, otros jugaban con sus teléfonos de forma "disimulada" y yo que apuntaba todo lo relevante.

Vale, no es que fuera mala estudiante, simplemente me pasaba algo con los exámenes, es como si mi cerebro se fundiera y no diera para más, pero cuando entendí algo, ya era muy tarde o un problema ocurrida. Aún recuerdo la vez donde nos llevaron a una sala de cine a ver un documental, a todos se nos dio un control remoto para cuando sea la hora de contestar las preguntas. Pero adivina que, ¡el mío fue el único que no sirvió! Y me las sabia todas, la vida es muy injusta.

Las primeras horas pasan volando y yo he logrado anotar todo lo relevante. Cuando suena la campana indicando la hora de almuerzo, todos se levantan corriendo mientras yo solo observo a Naomi.

-Tengo que pagar la escuela, ¿me acompañas? -asiento y caminamos hacia el área de pago. Poco a poco los pasillos van quedando vacíos.

Naomi se acerca a caja y yo solo me siento en un banco para esperarla.

-Kristina, busca a mi hijo, por favor. No entiendo porque aún no ha aparecido. -veo como la directora vuelve a su oficina y Kristina suspira. Es extrañado que aún se encuentre trabajando debido a su avanzada etapa de embarazo. Me levanto y me acerco a ella.

- ¿Quieres una ayudita? -sonrió cuando me observa. Kristina es de las pocas personas que han podido entenderme en el tiempo que llevo en esta escuela.

- ¡Rebecca! -intenta levantarse para saludarme, pero le hago señas para que no haga.

-Kris, pensé que ya estarías en casa esta semana. -digo un poco molesta.

-En realidad hoy es mi último día aquí, el hijo de la directora estará cubriendo mi turno hasta que pase mi licencia. -dice encogiéndose de hombros- justo ahora debe estar recorriendo la escuela y la directora lo llama, así que déjame ir a buscarlo.

La detengo nueva vez cuando vuelve a intentar levantarse. -descuida yo iré por él. Supongo que tiene que ser alguien que no tenga el uniforme. -asiente.

-Vale. Entonces vuelvo en un momento.

Al pasar por caja le hago señas a Naomi de que ahora vuelvo. Ella asiente y me sonríe.

Camino por la escuela buscando a un chico, creo que si debí pedir por lo menos una descripción física de él, aunque es de suponer que como es hijo de la directora debe ser un hombre ya mayor, no es por nada, pero la directora parece tener como 60 años.

Recorrí algunos cursos, toque en el baño, pase por la oficina de la orientadora, por el salón de profesores, pero aun así no había encontrado al chico. Miro la hora y ya han pasado diez minutos.


¡Carajo! Parece que me pasaré la hora de almuerzo buscando al dichoso chico.

Entro al gimnasio siendo uno de los dos lugares que me falta por revisar, el otro es la cafetería.

Camino de forma pausada. Siempre les he temido a los lugares solitarios, me recuerdan a la vez que quede atorada en un armario sin poder salir. Fue una de las cosas más traumática que haya pasado, creo que hasta que vi que las cucarachas hacían una fiesta en una esquina.

–¿Hola? –gritó al ver el solitario lugar. Me encojo de hombros y decido rendirme en mi búsqueda. ¡Ni siquiera sé a quién estoy buscando!

–Ey. –me sobresalto al escuchar un ruido detrás de mí. Me giro lentamente encontrándome al fantasma.

Que injusto que un fantasma esté tan guapo. Sacudo la cabeza intentando sacarme la idea.

El fantasma me sonríe y yo me sonrojo. Toco el sobre de sal para asegurarme de aún lo tengo. Pensé que sería más fácil.

-No sabia que los fantasmas fueran tan lindos, creo que la muerte le da su toque. -digo más para mí misma que para él, pero según parece me ha escuchado.

-¿Crees que soy un fantasma? -me mira sorprendido y con un deje de diversión. Aunque pensé que estaría más asustado, después de todo ya descubrí su secreto. Yo solo asiento mientras intento mirar hacia otro lado. ¿Sería malo sentir atracción por un espíritu?

El da un paso hacia mi y yo doy otro hacia atrás, creo que estoy comenzando a ponerme nerviosa. No sé si es por lo guapo que es, por la mirada que me da o por miedo a que posea mi virgen y puro cuerpo.

-No sé tú, pero si fuera un fantasma buscaría el cuerpo de otra persona. Te puedo dar una lista porque no poseer el mío. Primero, no tengo la mejor salud, no hago deportes lo que te podría ocasionar tener problemas si necesitas correr. Tengo una suerte terrible, es como que todo se me doblara para mí. Si te cuento lo que vivo día tras día, te sorprenderías ade... -detengo mi verborrea al escucharlo reír.

Vale, hasta un fantasma se ríe de mí.

Cuando se calma su risa vuelve a dar un paso mas cerca de mí.

-No te recomiendo que te acerques más, tengo sal y no tengo miedo a utilizarla. Según internet es posible ahuyentar a los espíritus con ellas, ya probaremos su efectividad. -amenazo mientras meto mi mano izquierda en mi bolsillo.

-No sé si te has dado cuenta, pero no...

-¡Rebecca! -grita alguien interrumpiéndolo. Pocos segundos después aparece Kristina aparece en la entrada del gimnasio.

Al vernos, pasa su mirada confundida del chico que tengo al frente para devolverla hacia mí.

-Oh, al parecer has podido encontrar a Daniel. -dice y yo la miro confundida-. Daniel, tu madre te espera en su oficina, ha estado preocupada porque te has tardado.

Yo solo miro el piso y siento como cada segundo me pongo más nerviosa.

-Disculpa las molestias que te he causado, Kristina. Lo que pasa es que Rebecca me estaba hablando de un tema interesante que nos termino por distraer, pero ya voy a ver a mi madre. -cuando termina de decirlo se gira a mi y termina de acercarse.

-Fue un verdadero gusto conocerte, Rebecca. Nos estaremos viendo, por ahí. -siento mis manos sudar, el calor recorrer todo mi cuerpo cuando toda mi mano y la besa. Se gira y yo lo observo hasta que mis ojos lo pierden.

-¿Estas bien, Rebecca? -yo no le puedo responder, simplemente corro y dejo que mis pies me guíen por el camino. Mis mejillas arden como si estuviera debajo el sol más abrazador, siento mis manos temblar ligeramente y mi respiración es más errática.

Acabo de confundir al hijo de la directora con un fantasma y para colgó el se encargará de cubrir a la secretaria lo que me hará verlo.

¡Ay, Dios mío! ¡Trágame tierra y no me dejes ir! Acabo de pasar una de las mayores vergüenzas de mi vida.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2020 ⏰

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