DIEZ

138 23 2
                                    

 —Un poco más de esas luces y me quedare ciego.









Theodore miraba el panorama medio molesto. Nunca había sido fan de los reflectores, bueno en realidad, nunca había tenido a uno tan de cerca. Pero ahora que por fin lo tenía, sabía que los odiaba.

Estaba impaciente, Madeleine no tardaría en salir, la función comenzaría pronto. Pero no era la chica lo que la preocupaba, para nada. La había visto ensayar antes y sabia lo increíble que podía llegar a ser si así quería.

Soltó un quejido, casi inaudible.

Finalmente, después de ver como las agujas del reloj cambiaban a su parecer – muy lentamente- la función comenzó. Y él estaba en primera fila para ver el espectáculo y ver como su nueva amiga, terminaba encandilando incluso más que los propios reflectores. La música invadió el lugar, que de repente solo era iluminado en el escenario. Donde varias bailarinas hicieron su actuación, pero no fue hasta que la rubia apareció que Theodore dejo de bostezar desvergonzadamente. De pronto, su boca se había cerrado, su mandíbula estaba tensa y la mirada no salía del escenario o mejor dicho, de quien pisaba este.

Madeleine bailo, la primera canción. Una obra de ballet clásica. Luego, uso otra canción adaptada al género. Solo deseaba que su boca no se abriera lo suficiente como para dejar que las moscas entren.

Definitivamente, no le importo el tiempo que estuvo sentado mirando el espectáculo, sentía que Madeleine estaba ahí, brillando para él como lo había hecho hace algunos atardeceres en su habitación. Sonrió, enternecido y avergonzado. ¿Cómo podía darse el lujo de sentir tales cosas? Sus mejillas comenzaron a calentarse, cualquiera que lo viera de afuera pensaría quizás que era una especie de depravado.

Pero su corazón parecía acoplarse perfectamente a esa base.

Solo suspiro, cuando la canción termino y su amiga finalmente le dedico una sonrisa desde el escenario.

****



Tras bambalinas las piernas de la chica no dejaban de temblar, como si no hubiera deslumbrado minutos antes. Estaba tan nerviosa que parecía desmayarse pronto.

Theodore se acerco relajado, con las manos en el bolsillo. Luciendo tan único como siempre. La chica le sonrió felizmente cuando lo vio, y sin esperar a nada corrió abrazarlo.

— ¡Si viniste! —Exclamo, feliz.

— ¿De verdad pensaste que me perdería de ver como les pasteabas el trasero hasta hacerlas llorar? No es mi estilo perderme de tales espectáculos.

—Eres raro.

—Y tu cruel, las humillaste.

—No sé si lo he hecho tan bien...

— ¿Bromeas? —El castaño ladeo la cabeza, tratando de ver el chiste. —Lo hiciste increíble.

Ella chasqueo su lengua, comenzaba a irritarse.

—Lo dices porque eres mi amigo.

—Lo digo porque es la verdad, nunca digo mentiras o cosas para quedar bien.

—Lo sé...

—Entonces ¿Me crees? —Ella asintió, un poco dudosa. Theodore sonrió orgulloso. —Si no piensan como yo...Bueno, existen los accidentes. ¿¡Acaso no viste esas horribles escaleras!? Casi me muero al subirlas, no quiero imaginar al bajarlas como seria si...

— ¡Theodore!

— ¡Tengo el derecho de hablar! La libertad de expresión es algo que todos merecemos y no veo él porque yo deba...

Y nunca pudo terminar con su atrevido discurso, porque entonces la rubia decidió juntar sus labios.

Lᴀs ᴘʀᴏᴍᴇsᴀs ᴅᴇ ᴛʜᴇᴏᴅᴏʀᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora