— ¿Lo hicimos?... — Cuphead cayó al suelo agotado.
— ¡Lo hicimos! — su hermano Mugman afirmó con la sonrisa más sincera en el rostro, revoloteó alrededor de la taza de popote rojo entusiasmado de por fin darse un respiro.
Los contratos que habían recolectado más los que habían encontrado al hurgar entre las pertenencias del diablo fueron quemados liberando así las almas de todos los deudores.
La fiesta no se hizo esperar y el alboroto no faltó, los hermanos tazas entonces fueron reconocidos como héroes para cualquiera que visitase la isla.
Muchos se hicieron amigos tras conocerse mejor y otros quedaron sin rumbo alguno. Los ayudantes tanto como los empleados del diablo se liberaron de las cadenas que los ataban al casino, a regañadientes fueron aceptados por los habitantes, pero una vez que se daban a conocer no había posibilidad de que no florecía una linda amistad, después de todo Devil los había obligado a trabajar para el.
Los días pasaban y el único que parecía faltar entre las islas era nada más y nada menos que King Dice, a menos que el Diablo se lo hubiera llevado consigo al infierno, debieron haberlo visto tan siquiera una vez si es que trataba de salir del grupo de Islas de Inkwell.
— Cuphead, ¿Crees que King Dice este... bien? — Dijo Mugman preocupado.
A pesar de que no lo admitiera compartía la misma preocupación. Cuphead estiró por última vez sus piernas sobre la hierba y se levantó, ofreció una mano a su hermano.
— ¿Por que no lo averiguamos Mugs? — la taza narizona sonrió y aceptó la ayuda.
...
La cueva que resguardaba las ruinas del casino desprendía un aura terrorífica, las luces que antes daban vida al magnífico decorado, en la oscuridad parecían escalofriantes monstruos al acecho.
— Cuphead... — Mugman miró la entrada con miedo, se escondío detrás de su hermano, algo dentro de la cueva le atemorizaba.
— ¿Si, Mugman...? — Cuphead trago duro, los dos niños como acostumbraban entrelazaron sus manos y se adentraron a la cueva.
— No crees que da mucho miedo a pesar de que ya n- — un fuerte ruido rompió con el silencio e hizo eco en todo el lugar.
— ¡AAAAAAAH! — ambos chicos gritaron por la sorpresa y se abrazaron, antes de que Cuphead arrastrara al menor a la salida este lo jalo atrayéndolo hacia el, no huirían tan fácilmente.
— ¿Es... es el diablo? — aún cuando ya lo habían derrotado una vez el solo pensar en los ojos rojos del demonio brillando furiosos les causaba escalofríos.
— No lo creo Mugs, igual lo derrotaremos las veces que sean necesarias para que deje Inkwell en paz — la voz confiada de Cuphead transmitió seguridad en Mugman.
Cruzaron las puertas del casino temerosos a que algún monstruo los asustara, pero lo único que encontraron fueron mesas rotas por ahí, botellas rotas por allá, todo un desastre.
Los colores verdes y rojizos que caracterizaban al casino fueron reemplazados por un triste gris oscuro, el polvo había proclamado su como suyo el local.
Mugman curioseó entre las mesas, merodeaba alrededor de estas buscando algo interesante hasta que no mucho un ligero ruido capto su atención, debajo de una botella se removía inquieta un naipe de corazones rojos, los ojos de la taza brillaron emocionados y se acercó ayudarla.
— ¿Estas bien pequeña? — removió la botella, la carta expresó alivio y se dobló en forma de agradecimiento. Mugman sonrió enternecido.
— ¿Encontraste algo? — Cuphead fue hacia su hermano pateando de vez en cuando algún pedazo de madera que se topaba, al encontrarse con el menor miró la escena curioso.
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Devil is not here
FanfictionAmantes, novios, ¿casados?. No Solo era un jefe y un gerente muy unidos, más que amigos, ¡eran mejores amigos!, pero aunque todo el mundo los tachara de un par de recién casados cuarentones, a sus propios ojos solo eran dos personas que les gustaba...