III

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La vida de Louis continuó normal después de su pequeña aventura, con la diferencia de que ahora trataba de escabullirse cada vez que podía para visitar a Bebe, haciendo que recorrer el bosque se volviera una actividad tranquila que disfrutaba, pero trataba de no compartir con cualquiera debido a la prohibición que le había impuesto su padre sobre no regresar a ese lugar jamás.

Solo hablaba de sus visitas con Liam, quien no parecía creerle la mayoría de las veces, usando como argumento principal que era imposible que un niño tuviera más éxito que los exploradores más experimentados del reino. En cuanto a la magia, le encantaba hablar de historias fantásticas y rumores misteriosos que escuchaba en el pueblo, pero creía que eran solo eso. Rumores.

Aún así escuchaba con mucha atención a su amigo cada vez que le contaba algo diferente.

Sus abuelos insinuaron muchas veces que Mark no era lo suficientemente responsable para cuidar el solo de un niño y ofrecieron constantemente recibir al menor en su casa para que ellos se encargaran de su formación como un niño aristócrata. Afortunadamente su padre no cedió y además logró calmarlos con la promesa que su educación estaba a cargo de los mejores tutores que se podían encontrar en todo el reino. 

Louis adoraba a sus abuelos, pero ellos vivían en otro reino con cultura totalmente diferente a la suya, por lo que agradeció que eso no llegara a pasar. Lo único que los hizo desistir de la idea fue la promesa de Mark de volver a casarse para darle una nueva madre al menor para que pudiera cuidar bien de él.

Por supuesto que Mark preguntó su opinión a su hijo sobre contraer nupcias con otra mujer para hacer más grande su pequeña familia, y no fue sorpresa que el menor dijera que sí a la idea de lo que más había anhelado hasta el momento. Además, Nada importaba más para Louis que la felicidad de su padre.

Eso claro tarjo consigo muchos cambios a los que el pequeño de ojos azules tuvo que acostumbrarse pronto.

—¡Louis, es mejor que bajes de una vez porque tu padre no tardará en llegar! —gritó su nodriza desde el piso inferior y poco después el niño se hizo presente en la entrada con su traje bien acomodado para dar una buena impresión a su nueva familia.

—¿Crees que les agrade? —preguntó emocionado a la mujer que ya lo estaba esperando, esta se puso de frente a él y empezó a acariciar su mejilla con cariño.

—No se me puede ocurrir una persona en este mundo a quien no puedas caerle bien —dio un toque juguetón a su nariz con su dedo indice que causo las risas del menor—, solo recuerda ser amable y portarte bien. Lady Vernon es una dama muy distinguida en la sociedad, imagino que sus hijos deben ser igual de educados.

Ambos esperaron en la entrada conversando con emoción, o al menos el niño lo hacía. No dejaba de hablar sobre lo divertido que sería tener hermanos y que por fin dejaría de ser el único niño del pueblo que no tenía una madre. Guardó silencio cuando la carroza se hizo visible en el camino, pidiendo a su nodriza que revisara por ultima vez su aspecto para asegurarse de que causara una buena impresión.

La sonrisa de su rostro flaqueó un poco al escuchar las claras voces de dos niños quejándose por el camino tan largo.

Pronto el vehículo se detuvo y el paje se bajó para abrir las puertas de las que pronto salió su padre junto con su nueva familia.

El primero en salir fue un chico que Louis sabía no era más que dos años mayor que él, pero que fácilmente podría decir era mucho mayor gracias a su alta estatura y físico increíblemente robusto para ser el de un niño, aunque el ojiazul no pudo pasar por inadvertido que sus movimientos eran algo torpes.  Después bajo una hermosa niña de su edad con ojos verdes y cabello rubio igual que su hermano, con finos rizos que caían hasta la mitad de su espalda, tenía la apariencia de una muñeca, pero lejos de generar ternura resultaba intimidante y a diferencia de su hermano, ella se movía con elegancia muy bien calculada.

El más grande cuento [L.S.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora