Inspiración nula

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  • Dedicado a Daniel Acosta Morales
                                    

-Así que la cita fue un éxito – dijo Nat concluyendo el relato de Carley.

Pensó que jamás la había visto tan feliz. No sabía cómo sentirse al respecto, la respuesta correcta hubiera sido feliz por ella, pero no lo sentía  así, tal vez celosa por ella, si eso era lo que sentía de verdad, sin embargo ¿Por qué admitirlo, y arruinar el momento?, se guardo ese sentimiento en lo más profundo de sus pensamiento, donde ni siquiera ella pudiera encontrarlo.

-Totalmente – dijo una Carley soñadora – Nat… hum… Alex me invitó a su fiesta de cumpleaños, dijo que podías venir, ven por favor.

-¿Y que se supone que haga? No quiero pasármela sola, seguro que no conozco a nadie.

-Por favor, yo tampoco conoceré a nadie, y como es su fiesta no estará todo el tiempo conmigo, solo ven es este sábado.

-Carley tienes 23 años, ¡Por Dios! creo que puedes ir sola a una fiesta.

Carley no dejó de insistir como si tuviera la corta edad de catorce, por lo que Nat tuvo que aceptar, solo porque pensó que algún día necesitaría una favor suyo. Si había algo que odiaba Nat eso era ir a una fiesta, claro que cuando iba se divertía en exceso, el pensar que iba a ir a una fiesta era lo que le molestaba, era raro, si,  pero ella era así.

Se pasaron el resto de la tarde en el parque conversando sobre cualquier otra cosa que se les viniera a la mente, Nat decidió no contarle nada acerca de Nick, no quería ilusionarse con una fantasía de un momento, contarle acerca de él era dar por hecho que había sentido algo, aun que fuera simple atracción, y era algo que no quería admitir, no obstante, lo sentía, algo no tan profundo pero estaba ahí. Ella solo esperaba que su fantasía terminara pronto, eso o que se volviera realidad.

El sol se estaba preparando para desaparecer y dar comienzo a la noche, todo indicaba que habría luna llena por lo  que no estarían en completa oscuridad, pero aun asi  se marcharon cada quien a su respectiva casa.

-Mañana nos ponemos decidir  lo que nos  llevavaremos. Trata de ir pensando en lo que podrias llevar  Nat, aunque estoy casi segura de que no lo harás.

-Me conoces a la perfección. Por eso somos amigas.

-Es verdad, somos amigas, así que trata de fingir un poco de emoción.

Nat llegó a su casa ya noche, a diferencia de otras veces, entró por la oficina, se acercó a uno de los escritorios y tomo uno de los catálogos.

Trata de fingir emoción, se dijo a si misma mientras atravesaba el taller y subía las escaleras imagina que será una de las mejores noches de tu vida.

Encontró a Anneth sentada cómodamente en su sofá de lectura, con la mirada puesta en algún libro. Ella misma había hecho nacer en Nat un gusto desmesurado por la lectura, a ambas les fascinaba, de ahí el sueño de Nat por ser escritora.

-Ma, Car me invitó a una fiesta ¿Puedo ir? – de ser cualquier otra ocasión casi hubiera rezado para que la respuesta fuera no, pero la idea era pensar que esa sería una de las mejores noches de su vida, al menos en su imaginación – Será el sábado por la noche – miro a su madre que la veía algo irritada, era un poco molesto que te interrumpieran media lectura, ella lo sabía bien.

-Está bien, Hora de llegada a las 12, ¿Te parece?

¿Y quién soy, la cenicienta? Pensó, creyendo que era la peor hora de llegada, ¿Por qué no a las 11:59?

-¿Puede ser a las doce con media hora?

Anneth reflexionó un instante como si supiera que era lo que pensaba su hija.

-Muy bien, pero si llegas un minuto tarde tu auto se convertirá en calabaza y no podras usarlo durante un mes.

-Ok, hasta mañana – se despidió de ella y se fue a su habitación, no sin antes pasar al baño.

En su habitación observo el catalogo, la mayoría de diseños era de su madre, y unos cuantos eran de ella, ninguno le pareció perfecto para la ocasión, todos eran demasiado elegantes o demasiado casuales ella quería un punto intermedio, para su mala suerte tenía que ir con vestido porque la dichosa fiesta  era dis-tin-gui-da, o al menos ese término era el que más se le parecía a la palabra que había utilizado Carley. No sabía que usar.

Se acerco a la ventana y observó a través de ella, ahí estaba la luna, rodeada por las estrellas y la profunda oscuridad.

-¿Estarás viendo la luna en este momento? Me gustaría que así fuera, mirando los dos al mismo punto – Dijo en un murmullo, lo que provoco que se estremecimiento, para después se riera de ella misma por decir tal estupidez.

De la nada vino una imagen a su mente que le pareció maravillosa, ya sabía cómo sería su vestido, se acercó a su escritorio, encendió su lámpara, tomó su lápiz y comenzó a dibujar.

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Quiero confesar que para este capitulo no estaba muy inspirada (una de las razones del titulo) pero espero que les guste. :-)

La chica de los tenis rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora