Madara

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Hace un año y cinco meses, la ruptura con mi ex novio, Sasuke, me había devastado. Mis perfectas calificaciones se fueron en picada, y ahora que lo pienso, que tonta fui al permitir que una persona externa tenga el poder sobre mis emociones y mis decisiones. Si quizás hubiese sido más fuerte, más decidida, más empoderada, mi falta de confianza no me hubiese hecho terminar en la oficina del decano, rogándole que no me expulsara de la universidad por que estaba reprobando mis asignaturas gracias a esa ruptura. Y él, con toda su autoridad, se aprovechó de mi estado vulnerable para manipular mi mente y terminar en su cama, deseándolo cada noche desde que crucé la puerta de su oficina.

Me sacaba bastantes años, era una figura de autoridad, imponente y varonil y yo con eso me sentía la mujer más afortunada del mundo, creyendo que lo tenía a mis pies, cuando siempre fue al revés.

Después de entregarle mi cuerpo, fingía amarme, para que yo, en un acto desesperado por no perderlo, guardara ese vil secreto de infidelidad y adulterio.
Un año siendo su juguete, para conseguir una beca en mis estudios y el autoestima en las nubes.

Yo sabía, en el fondo de mi corazón, que él jamás dejaría a su familia por huir conmigo, una adolescente en plena pubertad, pero no quise reconocerlo para no sentir que solo jugaba conmigo, y me mentí durante un largo tiempo de que sus falsas promesas eran reales.

Cuando conocí a Sasori y se lo comenté, me utilizó para ilusionar a su hijo, me incentivó a seguir con ese intento de relación, mientras a sus espaldas se burlaba de él. El poco amor que le tenía al fruto de su pobre matrimonio era lo que lo llevó a continuar con lo "nuestro", para dañarlo a él y de paso, a mi.

Y ahora, teniéndolos al frente, era el momento perfecto para, por primera vez, hablar con la verdad.

Me levanté torpemente una vez que el cuerpo de Sasori ya no ejercía presión sobre el mío. Arreglé mi ropa y me envalentoné, por que era tiempo de alejarme de esa familia tan rota, posesiva y tóxica.

Me miró con orgullo, altanería y soberbia.

— ¿Se lo dices tú, o se lo digo yo?

Sus palabras acusadoras me invitaban a develar un secreto que ya no podía ocultarse más.
Sabía que tendría que ser yo la que confesara, y eso, me tenía al borde del colapso.

Lo miré determinada a sincerarme, pero primero, debía encararlo.

— Todo fue un juego, ¿verdad?

Sonrió de soslayo.

— Mi querida Haruno, creo que eres la menos indicada para hablar de juegos y manipulación. ¿Te divertiste haciéndolo con los amigos de mi hijo? Pues es momento de asumir las consecuencias de nuestros actos

El nudo en mi estómago se hacía evidente, dolía más de lo que imaginaba. Cada palabra de un falso amor que me profesó, quedaban solo entre las cuatro paredes de una habitación, por que en su interior, no había nada.

El pelirrojo sentado sobre su cama miraba desconcertado.

— ¿Tu como sabes todo eso?

Tomé aire para llenarme de valor, el cual se desvanecía en mis adentros.

— ¿Quieres saber por qué lo sabe? Por que de tu padre ha sido la idea de darte una lección — lo miré desafiante — No le bastó con follarse a tu novia cada vez que terminaba el día contigo, si no que se divertía viendo como todos se reían a tu espalda

Quizás, adornar un poco la verdad me daba la fuerza para confesarlo, pero él no decía nada, no lo negaba, tal vez, siempre fue así.

— ¿Qué? — su voz se trizaba al igual que su orgullo — Ustedes dos...

— Sí — interrumpí — desde antes de conocerte. Lamento el daño que le hice a tu madre, pero no te sorprendas, después de todo, tu y él son iguales

— ¡Vete de aquí, maldita zorra asquerosa! — me gritó enfurecido mientras sus ojos se aguaban — ¡No me compares con esa basura! ¡Me aseguraré que tu vida sea una mierda a partir de ahora! ¡Y tu! — apuntó a su padre — ¡Ni te atrevas a volver a mostrar tu repulsivo rostro por aquí!

Lo miré una última vez, con lástima, por que toda su manera de ser, caía en esa crianza alejada del amor fraternal. Me di la vuelta y caminé hacia la puerta, esquivando a Madara, que seguía viendo divertido la escena.

Bajé las escaleras mientras mis piernas temblaban, pero antes de salir, una fuerte mano me detuvo.

— Lo hiciste bien, Sakura. No te niego que me diste las mejores noches de mi vida, y que te amé como un niño, pero creo que deberías saber que no lo soy, mi posición es mucho más importante que un par de revolcones. Espero mi hijo haya aprendido su lección, eres grandiosa.

Mordí mi labio para evitar que las lágrimas se desbordaran, por que nunca me había sentido tan usada como en ese momento. Cada roce, cada beso, cada te amo, eran falsos, el villano de esta historia sin protagonismo, siempre fue él.

Abrí la puerta y salí rápidamente, pero un rostro familiar, esperaba al otro lado.

— ¿Pain?

Me miró con algo de lástima.

— Pensé que necesitarías un hombro en dónde llorar después de esto

El aguacero que caía por mis mejillas botaba todo el rencor y el dolor que crecía en mi interior, pero ya se había acabado, la pesadilla había terminado.

Femme fataleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora