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Capítulo 1: La felicidad la encuentras con un hijo... ¿No?

—Hemos intentado tener un hijo y a pesar de todo no hay manera de que podamos conseguirlo.

Martín está a mi lado, sosteniendo mi mano con fuerza al decir esa frase al doctor.

Martín y yo estamos casados desde hace 4 años y a pesar de muchos intentos en poder tener un hijo, siempre hemos tenido problemas, Martín está frustrado y tenía miedo de venir al doctor para saber que pasaba, no entiendo su preocupación, pero espero poder averiguarlo pronto.

—¿Desde cuándo tienen problemas con eso?— dijo el doctor de manera profesional, teclea algo en su computadora mientras acomoda despreocupadamente sus lentes.

Martín me mira, cruzamos miradas y me asombra el ver que en sus ojos solo hay miedo, como si supiera algo que yo no, como si supiera lo que el doctor dirá y eso es bastante molesto, sacude la cabeza, supongo que para despejar su mente, tomo la palabra para responder esa pregunta ya que Martín está empezando a parpadear mucho, signo de que esta nervioso.

—2 años, Doctor.

—Y decidieron venir después de mucho— murmura mientras mira unos papeles a su lado, pareciera que está en otro mundo con sus cosas pero está prestándonos atención, lo sé cuando responde.

—Si— digo sin más.

El doctor se quita los lentes mientras se talla el puente de la nariz con cansancio, se los vuelve a poner y sonríe ligeramente, supongo que para darnos confianza a seguir hablando.

—Bien, ¿alguno de ustedes a recibido algún golpe fuerte en la zona pélvica?

Sólo con plantear esa situación siento una especie de dolor imaginario en la misma zona.

—Hasta ahora nunca me he golpeado muy fuerte en esa zona— digo pensativa, recordando el dolor que sentí cuando me golpeé con la bicicleta hace mucho tiempo, fue doloroso pero no al grado que el doctor está exigiendo.

Martín con cada palabra del doctor apreta mi mano, quizás busca apoyo, está muy nervioso y eso me da mucha intriga, vuelve a sacudir la cabeza.

—¿Y usted joven...— mira nuevamente la computadora y regresa su vista a nosotros —Cortés?

Martín esta empezando a temblar y me preocupa al instante, no entiendo que le ocurre, no es de tenerle miedo a los médicos o ansiedad a los hospitales, siente mi mirada preocupada porque voltea a verme, en sus ojos veo miedo, mucho miedo, quizás de que el médico nos dé una opción negativa, froto mi mano libre en su brazo para reconfortarlo.

—C-Cuando era más joven— pausa —Jugaba con la patineta— empieza a sudar y la verdad estoy demasiado preocupada —U-Una vez estaba en una barra de metal parado haciendo e-equili-brio— no sigue, se queda callado y empieza a respirar muy rápido.

—¿Martín? Cariño, ¿qué pasa?— me mira y parece... ¿Culpable? ¿Qué carajos le sucede? Sus ojos están empezando a formar lágrimas, supongo que ahora no ve bien gracias a las lágrimas retenidas.

—Cálmese, no se altere por favor— el doctor empieza a hacer señas, dando a entender que respire lento y profundo.

—Martín, respira por favor— digo preocupada.

Martín me hace caso y respira lento y pausado, empieza a calmarse pero veo en sus ojos pánico, no entiendo porque se altera de esa forma, cierra los ojos y las lágrimas resbalan.

—D-Doct-or, ¿Puede que sea mi culpa el no poder... P-poder tener hijos? ¿Puedo ser el culpable?

Me desconcierta su manera de culparse, como si sólo quisiera confirmarlo una vez más, yo igual estoy asustada de ser infértil, pero no creí que Martín se sintiera peor que yo.

—Es una probabilidad pero no hay nada asegurado, puede ser usted, puede ser su esposa o puede ser sólo algún problema diferente, no se angustie sin saber el diagnóstico.

Después de un rato mientras Martín se calma, retoma la plática anterior, su semblante es resignado, como si se culpara de algo que todavía no es ni una opción.

—Cuando era niño— empieza —unos 14 años quizás, estaba un poco obsesionado con el peligro— me mira y sonríe, dándome a entender que está más relajado.

—Prosiga.

—La patineta era un peligro grande y más para mí que no la sabía manejar completamente, todavía no la había podido dominar al cien por ciento cuando se me ocurre pararme en la patineta en una barra de metal.

Lo miramos expectante, suponiendo lo que va a seguir.

—Estaba con unos... Conocidos, los chicos del vecindario y uno de ellos me empujó, haciendo que cayera de frente y me golpee bruscamente contra la barra en los testículos y fracturandome la nariz.

Hago una mueca de dolor al imaginarme semejante escena, creo que ahora sé de donde viene esa pequeña cicatriz que tiene en el lado derecho de la nariz, nunca le cuestioné nada porque no quería recordarle el cómo se la había hecho —Me quedé en reposo por semanas, el dolor fue insoportable y en ese entonces tenía sobrepeso, todo recayó en mi nariz, pecho y... Bueno, en una linea dividiéndose en la mitad de todo mi cuerpo.

—¿Tuvo alguna cirugía en la zona pélvica?

—No recuerdo... Pero dudo mucho que me hayan operado, lo que si me operaron fue la nariz.

—Si... Eso no es relevante— susurra el doctor lo último, haciendo que Martín y yo lo miremos para hacerle saber que no lo escuchamos.

Después de unas cuantas preguntas más, nos da cita para el día siguiente, en ayunas para unos exámenes de sangre y también para otro día, el final de este mismo mes.

Martín está calmado pero ese ataque de pánico que tuvo fue bastante extraño, me gustaría saber que es lo que pasa por su mente.

—Martín...

—Estoy bien.

Lo miro, sabe que no le creo, suspira y sus ojos son más amables al verme, sabe que no me voy a rendir hasta saber que pasa con él —La comunicación es importante en una relación— digo.

—Lo sé Eva... Sólo... No quiero hablar de ello, no ahora, por favor— suplica y me desconcierta, está bastante vulnerable y eso es extraño viniendo de él, lo abrazo y le digo que estoy con él en las buenas y en las malas.

Porque es así, un hijo nos haría feliz pero el no tenerlo no destruirá nuestra matrimonio.

¿Verdad?

F R U S T R A C I Ó N Donde viven las historias. Descúbrelo ahora