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Lo que sucede en el castillo, se queda en el castillo. 

Años pasaron desde el comienzo de las torturas a hombres, mujeres, ancianos e incluso niños, personas inocentes que sufrían durante días e incluso meses, suplicando ser liberados, y algunos hasta su propia muerte. 

Todos aquellos que lograban pasar más de dos noches en aquel terrorífico anexo tras el salón principal, estaban marcados, algunos tenían grandes marcas de quemaduras, otros cicatrices de látigos y quienes eran atacados con mayor frecuencia, les faltaban extremidades. 

Y ahí se encontraba nuevamente, viendo a su madre golpear con un látigo a su nueva víctima, un niño de no más diez años. El niño gritaba y lloraba para que lo dejara ir. Aunque todos sabían que eso era imposible. El golpe mas duro se escuchó seguido del que creó el propio cuerpo sin vida de ese pobre niño. Lo había matado. 

—Llévenselo lejos junto a los demás, a una montaña o algo así, los lobos deben tener hambre. Y asegúrense de borrar el caso de este niño, no es necesario buscar algo que ya no existe. —La reina podía verse dulce y amable frente a todos, pero era el ser mas cruel que había pisado el castillo y tenía el título de reina. Se encargaba de visitar albergues y orfanatos para prometer grandes cosas, las cumplía, claro, a cambio de personas que desaparecían cada seis meses. 

Se encargó de que la crianza de sus hijos fuera perfecta, sin errores debían crecer. Así lo hicieron, siendo perfectos en todo momento. Al mayor desde muy pequeño le enseñó a ser rey y buen gobernante, siguiendo los pasos de su buen padre. El menor fue correcto siempre, si se equivocaba recibía gritos y golpes por parte de la reina, por eso se prometió no volver a equivocarse. 

Jimin, hijo. Espero que entiendas lo que debes hacer cuando te conviertas en rey de Camblet, porque si me entero que no sigues mis enseñanzas soy capaz de ir yo misma y matarte a ti y a Jihee con mis propias manos antes de lo esperado. Incluso antes de que nazca su heredero. 

—Tengo bastante claro lo que debo hacer cuando me convierta en rey, madre. No debe preocuparse por algo tan mínimo, me encargaré personalmente de hacer pagar a todo aquel que hable mal de sus reyes o intente algo en nuestra contra. Y si Jihee no desea cooperar, la mataré con mis propias manos en cuanto nazca mi hijo. 

Para Jimin no era fácil decir lo que su madre deseaba escuchar, pero no podía dar un paso en falso para que todo su plan — elaborado perfectamente durante años—fuera desechado al primer intento de acercarse a la princesa de Camblet. Le rogaba a los cielos que fuera comprensiva y se convirtiera en una gran aliada para él y no una enemiga. Su corazón era tan puro y bondadoso que odiaba la idea de hacerle mal a la princesa, aunque nunca lo haría. Durante meses escuchó a su padre hablar maravilla de la joven, era justa y llena de humildad y  sencillez, cualidades que su madre odiaba, solía decir que una futura reina debía tener ambiciones, algo de odio y frialdad para gobernar correctamente, porque nadie quería a una mujer débil y con un corazón blando incapaz de matar a un simple conejo. 

—Al fin entiendes, era necesario criarte así, todo lo hice por ti. Maté con mis propias manos a mucha gente, los hice sufrir y gritar hasta sus últimos días para que aprendieras desde pequeño. Si ella se opone a cualquier cosa que digas o quieras, sólo aplica la fuerza con ella, es muy débil. 

Prometió no volver a equivocarse y eso haría. 


El otro lado de la corona; Jjk BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora