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Las paredes eran las únicas testigos de aquel inocente amor que se desarrollaba desde hace poco más de dos años entre la futura reina y el chico de veinte años que era parte de la guardia real. Ambos estaban perfectamente escondidos en un salón que nadie visitaba, debido a que su ubicación en la parte más alejada del castillo. Al principio estaba todo sucio y lleno de basura, y con la paciencia de ambos jóvenes se fue convirtiendo en un lugar precioso decorado con simpleza, sillones que lograron esconder en la madrugada de tres días, un librero que guardaba notas secretas entre los libros, notas que declaraban su amor, horas y días que tenían libres para poder verse. 

Un amor tan puro que si se enteraban los demás, sería el más envidiado por todos. 

Jihee pasó por el marco de la puerta en silencio, cuidando que nadie la siguiera aunque era imposible. Observó con una sonrisa todo el espacio, recordando todo el tiempo que les llevó decorar y botar cada objeto inservible para llenarlo con su propia esencia. 

El castillo podría ser completamente de ella en un futuro, pero no lo sentía así, ni siquiera su propia habitación pues siempre tenía intrusos, hasta su propia madre invadía su espacio sin avisar, era tedioso. Así que se dedicó a hacer suyo el espacio. Mezclar ambos gustos no fue difícil, ambos eran sencillos y simples. 

—Estás aquí. 

La joven se dio la vuelta al reconocer esa bella voz, le sonrió con ojos cansados luego de acercarse a él y abrazarlo. Lo necesitó durante todo el día. 

—Siempre estaré aquí para ti, no importa si es a altas horas de la madrugada.

—Pero mañana es un día importante, tendrán visitas después de cuatro años, ¿no te emociona conocerlos? —El suspiro de su enamorada le dio a entender que no estaba emocionada, pero sabía que algo más abordaba todos los pensamientos de la joven. Guardando silencio le animó a caminar hasta el sillón más amplio. Cuando estuvieron cómodos le brindó una bella sonrisa para después besar su frente.

—No sé que hacer, Jungkook. No son una simple visita, ellos pidieron mi mano. Quieren que me case con Park Jimin. Debo fingir que todo está bien, que no importa con quién me case. Sólo importa ser buena reina y tener un buen rey. 

Jeon Jungkook, él era su enamorado. Un joven alto y fuerte, de ojos verde azulado, cabello castaño y levemente ondulado, tez un poco bronceada y sonrisa encantadora. Hermoso frente a todos. Era astuto y calculador, firme cuando debía serlo y un chico amoroso con su familia, pero especialmente con la chica que tenía sobre sus piernas. Estaba dispuesta a hacer hasta lo imposible por sus reyes y los que más amaba. 

—¿Recuerdas lo que te prometí? Aunque nuestros mundos no sean iguales, yo estaré siempre para ti. Si tú quiere huir después de conocerlos o antes de casarte, yo iré contigo, porque te amo, Jihee. 

Esas palabras seguían ocasionando en ella un vuelco en su estómago, amaba escucharlo decir que la amaba, y ella decírselo a él. Estaba agradecida con la luna por brindarles ese tiempo para ellos solos sin ser juzgados cruelmente y ser su cómplice. 

Ambos se acomodaron en el amplio sillón listos para dormir, acurrucados lo más posible en el otro buscando calor, porque el calor del otro era más fuerte que cualquier fina manta. 

Así pasaron la noche hasta las cinco de la mañana, una hora antes de comenzar sus aburridas rutinas que soportaban esperando que la noche volviera a llegar. 

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⏰ Última actualización: Aug 26, 2020 ⏰

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El otro lado de la corona; Jjk BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora