Capítulo 1 - Desastres de la vida ✓

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La ventisca golpeaba su piel con agresividad, aún con la aparentemente falta de aire, sus pulmones exigían preservar su vida, aunque sus piernas flaquesen por sentir la fría nieve y soportar el peso de un cuerpo ajeno sobre su espalda, seguía luchando por vivir.

Hace unas cuantas horas todo se encontraba con normalidad en su humilde morada, los copos de nieve comenzaban a caer y aquello le preocupaba, ese clima no era su favorito ya que su enferma madre solía empeorar con la fría brisa. De inmediato se puso una bufanda y un abrigo dispuesta a salir, aquella acción llamo la atención de su madre, misma que con dificultad se levantó y dirigió a su hija.

—Maze, no deberías salir con este clima...cof cof cof, pronto caerá la ventisca— mencionó su madre entre un hilo de voz.

—la leña se va a acabar pronto y para evitar que tú tos empeore debo de ir por las hojas de té— recalcó la menor mientras se ponía las botas repletas de parches y le dedicaba una sonrisa —regresare antes de que el clima empeore, no tienes que preocuparte—

—¡Hermana! ¡Hermana!— gritó una pequeña castaña mientras salía de la cocina con una sonrisa alegre —quiero ir contigo—

—lo lamento, Giss, pero está vez iré sola— respondió la mayor apenada al ver que su hermana formaba un puchero en su rostro —cuida de mamá, por favor ¿Si?— ante el sentimiento de la pequeña, tomó su cesto vacío y se alejo haciendo un ademán con sus manos en señal de despedida.

Un sonoro suspiro abandono su cuerpo al alejarse de su hogar, esconder las emociones se le daba gan bien pese a ser una niña, aunque, entendía que existía una notable diferencia entre ella y las demás niñas, al menos ellas no iban por leña con una tormenta de nieve de por medio. Más, no debía de odiar su situación, se sentía afortunada de su vida pese a ser una plebeya.

Después de la muerte de su padre en su trabajo de minero, su madre cayó enferma y se vio incapaz de seguir trabajando, ello provocó que ahora se encontrasen en la miseria. Solian vivir de las pocas ventas que sus cultivos generaban y al menos con subsistir le bastaba.

Después de una larga caminata y un arduo trabajo por regatearle al señor que vendía la leña, tomó camino de regreso a su casa, el viento frío comenzaba a pegar con más fuerza, pero al menos llegaría a tiempo.

La felicidad que sentía en este momento era indescriptible, esperaba ver bien por unos segundos a su madre y que ésta le dijese —eres una niña buena— con una sonrisa cálida. Más, esa fantasía se esfumó en un instante, al llegar a su hogar encontró que la puerta estaba abierta, algo raro pues con este clima su madre cerraba incluso las ventanas.

Corrió de inmediato y se adentro, llamo repetidas veces a su progenitora y a su hermana, pero no recibió respuesta alguna. Aún con la desesperación a flor de piel se adentro a la cocina y aquella escena la dejo traumada; su madre tendida con un pequeño hilo de sangre, de pie, frente a ella, la casamentera tomando del cuello de la camisa a su hermana.

—¡Suelte a mi hermana en este momento!— ordenó con enojo la azabache llamando la atención de la mujer.

—eres más linda en persona, tu rostro no parece ser el de una campesina— el descarado cinismo de aquella mujer hacia hervir la sangre de Maze, aún en el contexto en que se encontraban seguía sonriendo e ignorando todo.

—¿Por qué hizo todo esto?— pregunto la niña mientras escondía el enojo que la carcomía, a sus pies su madre logro mover una mano y soltó un quejido, de inmediato la menor se arrodilló hacia ella y le ofreció ayuda.

Lazos de fuego (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora