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24 de diciembre de 1994

Remus termino de escribir la carta y la coloco en el cajón con las otras. Le sorprendía la cantidad que había escrito en todo este tiempo y el miedo de que Sirius las lea lo inundo de repente. No sabía dilucidar si era vergüenza o miedo a la reacción del ojigris, lo único que sabía era que iba a evitar que llegaran a él.

—Remus ven aquí —Pidió Sirius con vos ronca desde la cama. El castaño sonrió y fue hasta donde estaba su novio.

—Ya deberíamos levantarnos. —Le recordó, sentándose en la cama y besando al ojigris. Sabía que él no era muy fan de despertarse temprano así que necesitaba un pequeño incentivo.

—Un rato más. —El ojigris tomo a Remus del brazo y lo acerco hacia él, quedando la cabeza del ojimiel sobre el pecho del otro. Ninguno de los dos se separó en un largo tiempo.

Ese momento era el más feliz para ambos.

Ahí, donde podían sentir sus respiraciones, sus corazones acelerados, donde todo era más claro, tranquilo, donde no había dudas, problemas ni discusiones. Ahí, donde solo estaban ellos dos, amándose en silencio como lo hicieron por años. Donde no existía el Torneo de Los Tres Magos, ni la Marca Tenebrosa, ni Voldemort. Donde no había tristeza.

—¿Nos levantamos? —Susurró Sirius como si fuese el mayor secreto del mundo, horas más tarde. Remus solo asintió y lentamente, ambos se vistieron y bajaron las escaleras.

—Hola —Dijo una voz demasiado conocida por la pareja, ambos resoplaron del susto.— Lamento haberlos asustado, solo quería desearles una feliz Navidad.

Albus Dumbledore se hallaba sentado en una de las cómodas sillas en la cocina, tomando un vaso de lo que suponían que era Cerveza de Mantequilla muy tranquilamente.

Sirius contuvo el impulso de un comentario filoso y desagradable, Remus lo noto y carraspeo levemente.

—Albus, hola —Respondió amablemente el ojimiel, dándole un codazo muy disimulado a su novio.— ¿Cómo se encuentra Harry? —Pregunto mientras se sentaba frente al anciano de anteojos en forma de medialuna. Hizo aparecer dos vasos y apunto a la silla de su lado, incitando al ojigris a que se siente.

Los tres hombres hablaron por horas. Dumbledore, para desgracia de Sirius, se quedó a cenar mientras les contaba que Harry se sentía muy inseguro en cuanto a su capacidad para triunfar pero que estaba recibiendo ayuda, también les comento que no hubo ningún otro incidente relacionado con Voldemort pero que no tenían que bajar la guarida.

—Oh, ya es tarde. Bueno, los dejo festejar tranquilos. —Comento repentinamente Albus, guiñando un ojo de una forma para nada disimulada, tanto Remus como Sirius le estrecharon la mano y el anciano despareció.

El licántropo miro el reloj, observando la hora, ya eran las 11:55 pm. Moony busco al ojigris a su lado y al no encontrarlo, entro en pánico.

—Acá estoy —Dijo Sirius, apareciendo detrás suyo, ocasionando que el ojimiel se sobresaltara. —Lo siento.

—¿Donde estabas? —Pregunto su Remus, con el corazón todavía acelerado a causa del miedo.

—A buscar esto. —Sirius le mostro un libro de terciopelo marrón, con una hebilla en el centro. Remus frunció el ceño.— Para que escribas todo lo que quieras, cuando quieras.

—N-no sé de qué hablas —Tartamudeo el ojimiel.

Sirius rio —Se cuánto te gusta escribir, Moony. Te conozco. —Dijo extendiéndole el libro. El ojimiel lo abrió y vio una dedicatoria de su novio, al leerla, de sus ojos brotaron una lágrimas incontenibles.

—También te tengo un regalo, cariño. —Avisó Remus, con la voz entrecortada por la conmoción. Del bolsillo interno de su gastada túnica marrón, saco una pequeña cajita negra y se la entregó a su novio, con el pulso tembloroso.

Sirius la tomo, y al abrirla, se encontró una cadenita con un dije de huella bañado en plata. —Para que me tengas contigo, pase lo que pase, estés donde estés. Para que recuerdes que te voy a amar en esta vida y en todas las posibles, te amo.

—Y cuando te sientas solo y perdido... —Comenzó Sirius

—Solo mira la estrella más brillante... —Continuo el ojimiel

—Y sabrás que estoy junto a ti. —Terminaron al unísono. Remus beso al ojigris tiernamente.

—Te amo —Dijo Sirius a la mitad del beso —Hasta el día de mi muerte y después de ella también

Las cartas que nunca te envíeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora