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25 de junio de 1995

—¡Nos prometió que lo iba a cuidar! —Exclamo Remus, enojado, mirando a Dumbledore.— ¡Tiene 14 años y se enfrentó a Voldemort!

El enojo de Remus fue recibido con gran sorpresa por todos en la habitación, principalmente por Sirius, ya que él siempre era el impulsivo enojo y el ojimiel el que lo calmaba.

—Rems. —Dijo por lo bajo Sirius, apoyando la mano sobre el hombro de su novio.

—Remus, entiendo lo que dice, pero esto no estaba planeado, bajo ningún punto de vista. —Dumbledore apoyaba ambas manos en el respaldo de una de las sillas.

Nymphadora Tonks se encontraba observando un punto específico de la cocina abstraída en otra cosa, Severus Snape se limitaba a oír y a echarle miradas fulminantes a Black y Alastor Moody daba vueltas por la habitación cojeando como de costumbre, al igual que Remus.

—Y una mierda —Susurro el ojimiel de forma que solo Sirius pudo escucharlo, a lo que este sonrió disimuladamente.

—Tenemos que planificar muy bien nuestro próximo movimiento. Sabemos lo que se avecina, ya lo vivimos una vez. No cometamos los mismos errores que hace 14 años. —Dijo Snape, con ese tono indiferente al que todos estaban acostumbrados.

—Confiar en ti es uno de ellos. —La cocina se sumió en un silencio sepulcral. Sirius seguía sonriendo de lado mientras que Remus le echaba una mirada asesina.

Era conocido el rencor que ambos se tenían y los comentarios sarcásticos que se dedicaban no pasaban desapercibidos.

Un fuerte ruido, de algo rompiéndose, sobresalto a todos— Lo siento. —Tonks se encontraba recogiendo los vidrios de un vaso de cristal. Todos la miraron de mala manera a excepción de Remus que rio y la ayuda a juntarlos.

Pasaron la tarde entre estrategias y decisiones. Tonks con la torpeza de siempre, Snape y Sirius lanzándose miradas asesinas y comentarios sarcásticos entre si mientras que Remus reprendía al ojigris por lo bajo, Dumbledore se limitaba a observar cuidadosamente a todos los integrantes de La Orden del Fénix y Alastor Moody gruñía y se quejaba.

A eso de las 11 pm, decidieron que ya era suficiente y todos se marcharon después de despedirse amablemente exceptuando a Snape, claro está, quien solo se limitó a asentir e irse con una rapidez increíble.

Cuando Sirius y Remus se quedaron solos, el silencio reino en Grimmauld Place.

—Di algo, por favor —El ojigris fue el primero en hablar. Haber visto a su novio tan enojado e irritado lo había sorprendido de muchas formas distintas, principalmente, porque no lo veía en ese estado hace 13 años.

—No sé qué quieres que diga, Sirius. —Su tono de voz daba todo a entender, no quería hablar y el ojigris lo entendía perfectamente, así que se limitó a callarse.

Al menos hasta que su novio diera el brazo a torcer cosa que, aunque no pareciera, era algo difícil de que pasara cuando Remus ponía distancia con todo y todos.

Las horas pasaron y pasaron, el silencio era de las cosas que más agobiaba a Sirius pero que más amaba Remus.

El ojigris detestaba cuando el mundo se hallaba callado y tranquilo, le recordaba a aquellas noches en esa misma casa, donde lloraba durante horas y el silencio era sepulcral.

El licántropo lo amaba porque el ruido le recordaba a todas esas noches en las que paso por las primeras transformaciones. El dolor de sentir como sus huesos se rompían, oír mientras eso sucedía. Llorar y gritar de mil maneras distintas. Esos eran los recuerdos que venían a la mente de Remus cuando su alrededor era ruidoso.

La realidad era que Sirius, el ruidoso e insoportable Sirius Black, era el único sonido que Remus soportaba sobre la Tierra.

Porque amaba cuando el ojigris gritaba, cantaba y bromeaba constantemente.

El licántropo no podía imaginar un futuro sin la risa contagiosa de su novio, sin esos chistes horribles que había escuchado tantas veces, sin las anécdotas de las que hablaban durante horas, sin acariciarle el rostro o besarlo alocadamente.

Remus no podía concebir, bajo ningún punto de vista, un futuro sin Sirius Black a su lado.

El silencio que Remus irradiaba era el único que Sirius valoraba. Observarlo mientras leía esos extraños libros muggles que tanto le fascinaban, el aroma a café y libros que desprendía, ese que sintió al acercarse en la poción que Sloughorn le había enseñado muchos años atrás.

Esa sonrisa cómplice que le daba a cada momento, esa mirada de reproche que le lanzaba cuando el ojigris hacia comentarios fuera de lugar. Como rodaba los ojos cada vez que contaba el mismo chiste pero al final reía.

Porque eso era lo que más admiraba del gran Remus Lupin que cuando todo el mundo le dio la espalda, cuando todos creyeron que él había asesinado a la poca familia que le quedaba, Remus había confiado en el hasta en su peor momento y Sirius jamás olvido eso.

—¿Estás seguro de que esto va a funcionar? —Sirius ya no soporto el pesado silencio, no cuando Remus se tenía que exponer a tal peligro.

—Sirius, yo... —La voz del licántropo se quebró— Sabes que te amo. Tanto es el amor que siento por ti que se convirtió en una presión constante en el pecho,  una que poco a poco se está convirtiendo en miedo.

»Sabemos lo que se avecina, nos preparamos para esto pero no creí que iba a ser tan difícil. Ya te perdí una vez, no quiero volver a perderte, no puedo hacerlo. —Remus comenzó a sollozar desesperadamente. Sirius se acercó a él y lo abrazo.

—Mírame —El ojigris obligo a su novio a mirarlo— , no me perderás, ¿sí? Todo estará bien, vamos de salir de esta Guerra como lo hicimos de la otra, juntos.

»No nos va a pasar nada, seguiremos estando lado a lado, luchando con uñas y dientes como siempre. Y, cuando hayamos vencido a Voldemort, tendremos nuestra propia casa, nos casaremos y formaremos una familia juntos. Eso es lo que hemos soñado desde hace años y es lo que sucederá. 

El ojigris apoyo la frente sobre la del licántropo, quedándose así por varios minutos.

—Estoy seguro de esto. Será solo un tiempo. —Susurro Remus.

—¿Cuándo iras?  —Pregunto Sirius, temiendo la respuesta.

—Pasado mañana entrare a la manada.

En ese mismo instante, Sirius sintió como el mundo le cayó encima. Como todo lo que había soñado era llevado por un gran huracán, pero nunca pensó que también se lo llevaría a él

Las cartas que nunca te envíeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora