Regando las plantas de nuestro patio,
recordaba la dulzura y el amor
con que puliste este jardín,
lleno de vos.
Había pasado el invierno en la ciudad.
Pero mi corazón,
seguía helado desde el otoño anterior,
cuando me juraste nunca volver a mis labios.
Y yo, exhausto
te dejé ir después de tanto daño.
Quizás nos veamos, un día de estos, amor perdido, y ya no duelas tanto.
Quizás nuestras miradas se vuelvan a encontrar por la calle, y ya no haya electricidad.