Venganza [Joaria, Emiliaco]

Perú pt 2

(***)

Habían pasado días de estrés, por fin era jueves. La libertad estaba más que puesta para los más jóvenes, Juan Osorio tenía varios compromisos por lo cual dejó que su hijo se quedará solo y por supuesto él aprovecharía eso.

Salió directo a la habitación de Joaquín para secuestrarlo todo el día. Estaba emocionado porque llevaba rato sin poder salir con el castaño, aunque sabía que no sería como las últimas veces que lo hicieron.

Dio algunos golpes en la puerta y espero ansioso, Joaquín por su lado se levantó de su cama adormilado, caminó y al abrir vio al sonriente rizado.

—¿Emilio? ¿Qué haces aquí?—bostezó y llevó su mano a su ojo para tallarlo

—Te dije que hoy te secuestraría—comentó sin importancia—Hoy es día de pasear por Perú

—Pero son las 7 de la mañana—se hizo a un lado para que su compañero pasará y así fue

—El día es muy corto y debemos escabullirnos de las chicas que están allá afuera... Lo bueno es que no creo que tengamos problemas para pasear—Emilio se sentó en la esquina de la cama, Joaquín estaba dispuesto a volver y enrollarse en las cobijas—Ah no señorito, se mete a bañar y nos vamos

—De acuerdo...—se dirigió al baño, una vez fuera le avisó a su madre que saldría con su compañero. Eli seguía en el mundo de los sueños así que también le dejó una nota.

(***)

Buscar un pequeño restaurante para desayunar fue sencillo, encontraron un restaurante donde pidieron algo sencillo. Pero su aventura comenzaba ahora, Emilio se la había pasado toda la noche investigando lugares para llevar a su amigo.

Iniciaron paseando por la plaza mayor, lugar de los famosos Balcones de Lima, principales arquitecturas de Perú. Llegaron a "La casa de Osambela"

—Es hermoso ¿No?—Joaquín estaba maravillado, él es de las personas que le gustaba perderse en las historias

—Durante la época del virreinato de Perú y la época de la República, fueron construidos numerosos balcones que sea han vuelto un verdadero símbolo de la arquitectura de Lima—leyó en su teléfono, el más pequeño lo miró y rió por su acción

—Suena interesante, ilustrarme más—se burló y Emilio le regaló una sonrisa en forma de disculpa.

—Sabes que no sé ni la historia de México—rió—Pero existe internet

—Eso lo tengo más que claro...

Continuaron su camino, al llegar a Plaza Armas entraron a Choco Museo que, aunque no era un museo como tal, llegaron para la exposición de la fabricación de chocolate. La atención del lugar les fascinó, las personas eran muy amables y tenían una habilidad para explicar el procedimiento. También les ofrecieron el taller para la elaboración del chocolate, pero desistieron al ingresar pues en su mayoreo habían niños que no pasaban de los 12 y eran dos largas horas, aunque si compraron provisiones para el camino.