Cap. 1: Carta de suicidio.

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-Hace tiempo que en los ojos del reflejo del otro lado del espejo no veo nada más que tristeza y vacio... Y es que esos ojos marrones y profundos dicen más de lo que mis propios labios callan... Y la verdad es que se me hace más fácil escribirlo que contarlo. De este modo me libero y consigo estar en la cima otra vez y huir de todo... Hasta hoy.

Por fuera parezco distinto de como soy realmente y eso me mata. Mis sentimientos no son reflejados como a mi me gustaría. Cuantas veces he aguantado la rabia o la tristeza y no he llorado... Mas cuanto tiempo llevo cansado de todo, de la vida en general y cuantas veces he intentado y deseado terminar con esta.

En definitiva, no veo la vida hecha a mi medida, soy incapaz de ajustarme a ella... Esto no es un adiós, es un hasta que nos volvamos a ver si hay algo más allá, o sencillamente, un hasta siempre...

Papá, mamá, hermana... Os quiere Joschka.

Joschka releyó una última vez lo que había escrito y pensó que aunque no tenía suficiente fuerza, era lo mejor que se le ocurría en ese momento. La falta de inspiración le jugó una mala pasada en ese momento... Pero ¿A quién le iba a importar si el texto estaba bien redactado o no? Total, iba a poner fin a su vida en unos momentos.

Dobló la carta justo por la mitad a pesar de su reducido tamaño y la introdujo en un sobre. Pensó en el párrafo final, "Si hay algo más allá" ¿En serio había puesto eso? Tarde. Ya no se podía cambiar... Aunque la duda le corroía a pesar de ser ateo y deseaba con todo su corazón que así fuera y allí arriba le diesen el amor que no tuvo en vida.

Se volvió hacia la ventana de su habitación, desde ella se podía ver todo su terreno.

Cogió el último porro que se había liado con los últimos diez euros de marihuana que Juan y él pillaron el fin de semana anterior.

Tenía asma desde los cuatro años, pero fumaba. Empezó tras romper al final del verano con su ex. Mucha ansiedad, o esa era la excusa que él ponía.

Encendió el leño. Notaba como el humo le llegaba a los pulmones y le incendiaba cada parte de su traquea. -Está fuerte, joder... - Dijo en alto mientras expulsaba por la boca todo el humo y carraspeaba no muy fuerte. Decidió acompañar a su último verde con una cerveza negra que tenía su padre por la nevera, así que bajó a la cocina y la abrió.

Al volver a su cuarto, abrió la ventana. Cosa que solía hacer cuando fumaba, pero su familia no estaba y no llegarían hasta dentro de tres o cuatro días, incluso más.

Ya que tenía la ventana abierta subió la mosquitera y se quedó sentado en la repisa de su ventana, con las piernas colgando desde ese segundo piso. Con el porro a media consumición y la cerveza con algo menos de medio litro, cogió el móvil y los altavoces. -Le daremos caña.- Soltó como si estuviese con alguien... Y la verdad es que en ese mismo pensó en Eduard, su mejor amigo.

-Que vaya a aguantar más que yo ese drogadicto cabrón...-

Negó con la cabeza y se rió.

Sonó la canción que tenían ambos, la favorita de Joschka. Cuantas veces habrían cantado esa enrevesada letra en los karaokes de sus cumpleaños... Chop suey sonaba con fuerza, el chaval acompañaba al ritmo en la pared con el tacón de su pié. La letra se oía claramente en su cabeza.

Acabó la canción y ya solo le quedaba por terminar la cerveza. La apuró de un trago, cosa de la que acto seguido se lamentó asqueado.

-Que malo está esto después de fumar, macho.-

Pero sabía que eso le gustaba y le hacía sentir vivo.

Se metió de nuevo en la habitación y tiró la chusta por la ventana. Esta acabó en la tierra y se apagó.

Hizo lo propio con la lata. Total... No iba a tener represalias...

Pensó en sus padres, en su hermana... Vaya bajón. Se sentía egocéntrico por primera vez en su vida y le gustaba.

Decidió recoger un poco la casa y limpiarla... Cuestión de manías.

No podía estar en paz consigo mismo dejándoles esa porquería de casa y sin hijo. Y la verdad es que le preocupaba más lo primero.

En unos quince minutos terminó todo y se decidió por un baño en el jacuzzi. Apuró los últimos momentos del THC que tenía aun en el cuerpo y encendió el hidromasaje. Hubiera muerto por otro porro.

Se masturbó durante diez minutos, pensando en su ex. Se secó y cagó

Con todo ya hecho y vestido para la ocasión (Se puso su traje color gris metálico con la camisa de color vino) miró por última vez el whatsapp y cómo estos dos últimos días. Cero mensajes.

Joschka sabia que desde que cortó con su ex, hacia dos meses que no hablaba con casi nadie por el móvil. Y se sentía muy solo.

Decidió que ya había llegado la hora. Cogió la Walther que tenía su padre en la mesilla de su cuarto y subió por las escaleras. Salió a la terraza del tercer piso, no sin antes guiñarle el ojo a su mejor compañera: Una XBox 360. Y es que los videojuegos le habían ayudado a afrontar siempre sus peores momentos.

Pero esta vez era inevitable, ni siquiera las videoconsolas podrían conseguir que Joschka no se liberase para siempre.

Había una vista increible, principios de Noviembre y sin aire ni nubes. Se podía ver hasta el Moncayo y también juró ver Zaragoza, pero su miopía no le daba para más.

Se situó en mitad de la terraza. Giró sobre si mismo, dando una vuelta de trescientos sesenta grados con los brazos estirados y la cabeza mirando al cielo.

Cuando estuvo de nuevo en la posición de salida empuñó la pistola, le quitó el seguro y se la introdujo en la boca. Una pequeña arcada le entró cuando el cañón del arma rozó su campanilla.

El arma temblaba violentamente debido a los nervios y le golpeaba en la mandíbula superior.

Cerró los ojos y apretó el gatillo.

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