Cap. 2: Automaticismos.

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Joschka cayó a plomo sobre sus dos rodillas, las cuales le crugieron con excesiva sonoridad.

Empezó a llorar, soltó toda la rabia que llevaba a dentro. Hacia tiempo que no lloraba tanto y por fin se desahogaba.

Miró la pistola, la tenía sujeta con la mano derecha y el brazo extendido. Dobló el brazo y se apuntó a la sien.

Volvió a sonar el martillo del arma. No había balas.

Joschka arrojó el arma a una de las esquinas de la terraza y se tumbó en el suelo mientras temblaba.

Estaba en shock, había intentado poner fin a su vida y había fracasado. Y con esta ya iban tres veces distintas.

Se quedó tumbado en el suelo y se durmió. Pasó allí unas tres horas.

Se despertó con el sonido del teléfono, ya había oscurecido. Eran casi las siete y hacía frio para estar en Otoño.

El teléfono fijo sonaba en la cocina, Joschka se apresuró y bajó las escaleras corriendo. En menos de diez segundos había bajado los dos pisos.

Contestó entrecortado, al otro lado le hablaba su madre.

La conversación se prolongó diez minutos los cuales a Joschka le parecieron dos horas. Él siempre contestaba con monosílabos al teléfono pero esta vez hablaba aún menos que de costumbre, lo que hizo sospechar a su madre.

En lo primero que pensó fue en llamar a su ex, contarle todo y suplicarle que volviese con él... Pero decidió llamar a Adri.

Adri y él se conocían desde los seis y siete años respectivamente, puesto que Adri era de 1997 y Joschka del 96. Adri siempre le había ayudado a tomar las decisiones más difíciles y siempre podía confiar en él.

Tras hablar no más de tres minutos, Adri ya estaba en el autobús en dirección a la casa de Joschka, con veinte euros de marihuana para los dos.

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