Un protector inesperado

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Escapar de todo, de todos es agotador, sin importar que haga nunca será suficiente.

Caminar en esta ciudad para ver a quién puede ayudar lo hace noche tras noche, un chico de cabello negro rebelde, usando una gabardina negra, deambula por toda la ciudad no habla con nadie el único lugar al que frecuenta es el "Apple White" un parque en el centro de la ciudad, se sienta en una banca a observar a la gente, reír, jugar e incluso discutir.

Hoy parece ser la misma noche con los mismos delincuentes intentando robar autos, pero algo llamó la atención de Diaval, iba una chica de cabellera castaña  y hermosos ojos azules, estaba caminando por la banqueta detrás de ella iban tres tipos altos y fornidos, Diaval solo se quedó observando a la dama deseando que no le pasará nada malo, se estaba acercando a un callejón y dos de los tipos se ponen de cada lado de la chica empujándola al callejón oscuro, Diaval cruzó la calle estando una vez en el callejón vio a los hombres intentando quitarle las prendas a la mujer, Diaval no se inmutó y de inmediato soltó un derechazo en la barbilla del que jalaba el brazo de la chica los otros dos la soltaron dispuestos a golpearlo él se volteó a ver a la chica 

-No me tardo estos dos besaran el suelo en unos segundos- luego sonrió.

Esquivo los golpes tan hábilmente que parecía que la pelea era planeada noqueó a los dos tipos en cuestión de segundos, tenía los puños con un poco de sangre, se volteó a ver a la chica en su rostro podía notar que estaba asustada, la respiración de la chica estaba agitada.

-Tranquila no te voy a hacer nada-  levanto las manos mostrándole que no traía armas y le mostró una sonrisa.

Ya era oscuro y empezaba a llover de inmediato Diaval se quitó su gabardina negra dejándose solamente una camisa blanca de manga larga y se la puso a la chica.

-No tienes que tenerme miedo, no voy a  lastimarte, lo prometo… conozco una fonda dónde nos dejarán pasar a secarnos y tomar algo para entrar en calor- lo dijo mientras la tomaba del hombro muy ligeramente, ella asintió con la cabeza y se dejó guiar.

Caminaron un par de cuadras y llegaron a un pequeño local Diaval le abrió la puerta a la chica, haciendo una pequeña reverencia para que pasará primero, una vez adentro Diaval saludo a la señora encargada de la fonda.

-Mi niño Diaval, ya es muy noche para que andes afuera, pasan muchas cosas es mejor que hoy te quedes aquí y ya no salgas- lo dijo con una voz chiquiada una señora ya mayor de pelo gris y un vestido azul celeste.

Diaval solamente sonrió y guío a la chica al fondo abrió una puerta que era una pequeña habitación haciendo un gesto con la mano invitó a pasar a la chica, ella entró y se quedó parada, la puerta se cerró detrás de Diaval… el mantuvo su distancia ya que en la habitación se podía notar la incomodidad de la chica.

-Mi nombre es Diaval… la segunda puerta es el baño si quieres puedes usarlo, creo que tengo ropa de mujer por aquí, para que te cambies no vayas a resfriarte- lo dijo señalando el camino hacia el baño.

Ella solamente asintió y entró, Diaval tocó la puerta, la chica se asomó y él le tendió la ropa en la mano era un pantalón de mezclilla una blusa blanca y una sudadera negra la cual era de él, Diaval se estaba cambiando de ropa, ella salió y noto en su espalda varias cicatrices de diferentes tamaños mientras que el se colocaba la camisa gris.

-Perdón por no haberte hablado, creo que estaba asustada… mi nombre es Zafiro, te agradezco por salvarme de esos tipos- lo dijo con una voz tímida.

-No hay problema, yo entiendo por lo que pasaste, pero te aseguro que conmigo no te va a pasar nada malo y no me debes de agradecer nada, ayudar a una hermosa dama es un placer- sonriendo con una mirada que te deja muda.

Conversaron un rato hasta que los minutos se volvieron horas, Zafiro se quedó ahí toda la noche, cuando al fin se quedó profundamente dormida, Diaval caminaba por la habitación tenía miles de pensamientos en la cabeza, pero se olvidaba de ellos cuando la miraba, pareciera que el mundo o al menos el suyo estaba en paz con ella a su lado, tal vez ella sea su refugio en la tormenta.

Decidió salir a caminar un rato ya no había lluvia, pero aún se podía sentir un ligero rocío... Camino y camino hasta que llegó a los límites de la ciudad, se encontraba en un acantilado ese lugar era su favorito justo en la orilla se encontraba un árbol torcido pero muy fuerte, el se sentó a observar lo que había más allá del acantilado, más allá de la ciudad, tal vez este buscando su hogar  se recostó y recuerdos invadieron su mente, revivió cada una de sus cicatrices.

- Merezco ser feliz... Al menos por unos momentos... - decía entre suspiros

- ¡Lo intentaré! Eso es lo que quieres oir, parece que para ti nada es suficiente... Viviré como ellos... ¡Lo intentaré! - gritaba hacia el cielo

Se levantó y volvió a la fonda entro a su habitación y vio a Zafiro dormida en su cama, solo sonrió pero está fue una sonrisa de esperanza de algo que podría llegar a hacer... Se fue a la sala y se quedó dormido en el sillón.

Angeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora