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Renjun estaba preocupado.

Usualmente se encontraría descansando en la cama de sus dueños aprovechando su ausencia, pero hoy no podía dejar de dar vueltas por toda la casa, esperando ansioso su retorno.

El felino no podía quedarse tranquilo cuando su niño se encontraba en el hospital.

Todo había comenzado días atrás, Jaemin se había levantado con un ligero dolor de cabeza que fue aumentando gradualmente, y mientras jugaba con Renjun éste pudo notar lo calientes que estaban las manitos del niño.
Al momento en el que la madre de Jaemin lo revisó, preocupada por las constantes quejas del más pequeño de la casa, notó que tenía una fiebre bastante alta, por lo cuál se apresuró a llevarlo al hospital para que le dieran algo que calmase su dolor.

Por esto mismo el felino no podía dejar de pensar, por lo que sabía una fiebre no era nada grave, pero eso no evitaba la angustia que le generaba el imaginarse a su dueño sufriendo aquel dolor, más sabiendo con lo sensible que este era. Todavía recuerda la vez en la que sus dueños lo llevaron a uno de sus paseos obligándolo a usar un arnés para gatos (bastante ridículo, pero al fin y al cabo todo se veía bien en él), y Jaemin se tropezó mientras jugaba con el hijo de los vecinos, terminando con un raspón en la rodilla que lo hizo llorar en el suelo diciendo que se iba a quedar sin pierna como la abuelita de su amigo Jeno.

El ruido de la puerta abriéndose sacó a Renjun de sus pensamientos, haciendo que inmediatamente se dirigiera a la sala para poder restregarse entre las piernas de su dueña quien cargaba a un dormido Jaemin en brazos hasta su habitación.

— Él está bien Ren, el médico le dió una inyección para bajar un poco la fiebre y Nana quedó agotado, ya sabes cómo es

Habló la mujer al ver cómo el felino se subía a la cama para inspeccionar el estado de su dueño.

— Mejor así...

Pensó Renjun recostandose al lado del niño, sabiendo que este se alegraría al despertar y verlo a su lado.




Jaemin se despertó sintiéndose aún cansado y algo desorientado, lo último que recordaba era estar en el consultorio del doctor Doyoung, llorando porque lo querían pinchar con una malvada aguja ¡Él realmente no quería que lo pinchen! Pero al escuchar al doctor decir que le daría una paleta decidió portarse como el niño valiente que era e hizo el esfuerzo por aguantar el pinchazo.
Se removió en la cama tallando sus ojitos para poder ver mejor, esbozando una sonrisita al ver a su gatito a su lado aún dormido, dejando unas caricias en su cabecita, riendo al ver cómo el felino se despertaba y ronroneaba feliz de verlo.

—  ¡RenRen! Hoy fui muuy valiente ¡Así como los superhéroes que salen en la tele! El doctor Doyoung me dió una paleta y quería compartirla contigo pero me la comí antes de venir a casa perdón...

El pequeñito hizo un puchero con sus labios algo decepcionado, quería compartir su premio con su gran amigo pero la tentación había sido más grande. En ese momento una gran idea llegó a su cabecita ¡Le haría un pastel! Se levantó de un salto sobresaltando al felino que se había recostado en su regazo.

— ¡Perdona Junnie pero tuve una idea grandiosa! ¡Jugaremos a qué soy un chef y tú eres mi cliente!

Y en ese momento Renjun solo pudo temer por su estómago.


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⏰ Última actualización: Sep 10, 2023 ⏰

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