Lo simple de un Adiós

Cap 7

Janet

—No hablas en serio.—Dice Liz, que después de darle la noticia casi se ahoga con sus papas.

—Yo tampoco me lo creo, pero hablo muy en serio.—Respondo

La veo dudar, no está contenta con la notica, nunca le agrado Ángel.

—No me fío de Ángel.-Me responde firmemente.- No tengo algún motivo como pretexto pero, simplemente no me cae bien, es muy egocéntrico.

—Si le hablaras te caería bien.

—No lo sé...dudo mucho sinceramente, no me gusta tratar con personas con el ego hasta el cielo.

En eso no se equivoca, Ángel es de esas personas que tienen el ego por las nubes y con nada se lo podrían bajar.
Pero aún así me hace sentir la mejor persona del mundo. Es difícil describir como alguien se llega a sentir, las palabras se esfuman, y las sensaciones explotan, los gritos ansiosos se atoran en la garganta y no sabes que decir.

—En si, ¿qué clase de chico es muy insistente con el tema de "cortar a su actual novia"?.—Los dedos de Liz hacen una seña de comillas en el aire.—No es de fiar.—Termina, tomando un sorbo de su café frío.

—Ya sé que es extraño, sólo dale una oportunidad, verás que te caerá bien.

—Lo pensaré.—Observo como sus ojos viajan de derecha a izquierda, siguiendo con su mirada lo que tanto le llamada la atención; y sé que es.

—Deja de mirarlo.

—No estaba mirando nada.—Responde con un bufido mientras gira los ojos.

—Sabes perfectamente que debes de dejarlo ya.—La observo por unos segundos, su mirada triste y perdida en su
comida.—Por tu bien, lo sabes.

—Ya lo sé, pero joder, lo veo todos los días, ¡Literalmente!, lo mejor será que siga esperando que alguno de mis novios literarios salga de su libro...

—Vamos Liz, anímate, no eres la única que espera a su novio literario.—Me encojo de hombros y me levanto de la mesa tomando conmigo la basura de mi desayuno

—Es verdad.—Se levanta conmigo mientras sorbe un poco más de su café.—Café frío y papas es muy mal desayuno.

Es inevitable reírme, se lo había dicho, combinaciones así no van.

—Te dije, pero nunca me haces caso.

—Perdón, sabes que las papas me encantan, y necesitaba algo para despertar y no dormirme en el resto de módulos.

                         • • •

—Te amo mucho, ¿sabías?.—Él deposita un beso corto en mi frente.— En serio, te amo Janet.

—Me haces muy feliz, nunca te vayas por favor.—Inicio un pequeño abrazo, un abrazo silencioso que expresa tanto, no existen palabras indicadas para expresarlo, o al menos no las encuentro.

Con él me siento en casa, siento que es el lugar en el que debería pasar el resto de mi vida, el sentimiento de seguridad siempre está ahí, el tiempo se detiene cuando estoy con él.

Quisiera estar así todos los días, la seguridad que tengo con él es inexplicable, me hace sentir tan bien, como si en el mundo sólo fuéramos él y yo.

Después de unos segundos, el abrazo acaba.

Él empieza a caminar conmigo a su lado. El color verde del parque es hermoso, árboles frondosos se mueven junto con el viento, y las hojas que antes estaban en el suelo se elevan, yéndose con el viento. Niños alegres jugando al rededor, algunas parejas de ancianos charlando, reviviendo viejos tiempos.

El pasto hace contacto con mi cuerpo cuando me recuesto, él hace lo mismo.
El tiempo pasa y ni siquiera nos damos cuenta de ello. El silencio puede ser incómodo en algunas ocasiones, pero está no es una de ellas. Es gratificante observar nuestro al rededor en silencio, lo que nuestros ojos nos permiten ver, lo que nuestros oídos nos permiten escuchar, sentir todas aquellas emociones con una sola persona, es sorprendente.

—¿qué es lo que me hiciste, Janet?.—Él rompe el silencio.

—¿hacer que?.—respondo confundida.

—Me hiciste cambiar, si le dijera a mi yo del pasado como terminaría, no me creería.—Una risa triste se le escapa.—En serio es increíble como llego a sentirme estando contigo,sonará estúpido pero, siento que eres la indicada no sé, sólo sé que realmente te amo, demasiado, te amo tanto que me aterra salir lastimado cuando yo lo estoy dando todo, el aprecio que yo te tengo no lo puedo demostrar con simples palabras, regalos y afecto, me tomaría una eternidad describir lo que siento por ti.

—Eres demasiado cursi.—Él me regala una sonrisa, yo le devuelvo otra.—Te amo Jhon.

Jhon...

—¡Jhon! No no no, ¡Jhon!.—Gritos desgarradores, llenos de dolor y tristeza es lo único que puedo escuchar de mi.

—Te amo Janet...

—¡¡Jhon!! No me hagas esto...no me dejes.—Mi vista es borrosa, lágrimas recorren mi rostro, la manga de mi suéter está húmeda por tratar de parar mis lágrimas cesantes.—Jhon...por favor...Jhon...

Él no responde.

—¡Jhon!.—Sigo gritando, tratando de que me responda, mi ropa manchada con sangre que no para de escaparse del cuerpo. Una imagen difícil de asimilar. Gritos desgarradores se escuchan de fondo, y no sólo son míos, gente aterrada nos rodea.

Alguien me toma por el hombro, una silueta que no distingo bien trata de calmarme siendo un fracaso.

Me despierto agitada, aterrada. Llena de lágrimas y sudor, con las manos temblorosas y mi respiración hecha un desastre. Prendo la nueva lámpara a lado de mi cama.

Me siento recargándome en mi cabecera, abrazando mis rodillas esperando dejar de llorar cuando mi puerta se abre de sorpresa; el rostro preocupado de mi madre se asoma por la puerta.

—Hija...¿qué pasó?.—La preocupación en su rostro era evidente, no podía ocultarla ni aunque quisiera.

—Mamá...Jhon...él...—Me costaba hablar claro, las pocas palabras que salían de mi boca no tenían sentido, además de que mi vista se volvió borrosa gracias a las lágrimas que se formaron; quisiera decir que mi madre no entendía, pero desde la mención del nombre entendió todo, observe como sus ojos se llenaron de lágrimas silenciosas que caían por su rostro.

—Ay mi niña.—Ella me abrazó y trato de tranquilizarme.—Ya pasó, todo está bien, sólo fue un sueño.

Pasaron los minutos y todavía no me tranquilizaba por completo, me tomo unos minutos más llorando en silencio pero lo logré.

—Otra vez no, mamá, Otra vez no por favor.—Cuando pensé que me había tranquilizado, volví a ahogarme en llanto, el silencio era tanto que sólo se escuchaban mis sollozos.

—Por favor, no de nuevo, no quiero que vuelva.