SEXTA HISTORIA: LA PETICIÓN

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               El castillo de Ranner está situado en Pensilván, una de las siete regiones en que se divide Piety, cada una representada por un lord y subyugada a una figura única, el rey. Felipe IV era el actual monarca, el único de todos los gobernantes en no realizar ningún esfuerzo por recuperar Chain, la ciudad maldita que tiene por habitantes criaturas siniestras. Reconocía que era un gran riesgo.

           Ranner es una fortaleza impenetrable, que desde hace 50 años se mantiene en pie, invicta hasta la fecha. Construida sobre una colina con una increíble vista. La fortaleza ha sido asediada en muchas ocasiones, pero nunca capturada por nadie. Una enorme zanja que la rodeaba, dificultando de este modo la escalada. Solo se podía acceder al fuerte por medio de un complejo pasadizo, su techo estaba lleno de agujeros, por donde los defensores arrojaban aceite hirviente y lanzas.

             Dentro del castillo se hallan: sala de estar, una para caballeros, de armas, una mazmorra y una capilla. Un pintoresco jardín y varias torres de guardia.

              El señor de Ranner Lord Ismel, era un hombre bastante mayor, quien fue un hábil guerrero en sus tiempos mozos, conocido por su sobrenombre: La espada rápida de Piety. Por desgracia carecía de herederos varones que ocuparán su lugar como señor del castillo. Solo contaba con tres hijas, de las cuales a dos no les importaban en lo absoluto el futuro de Ranner.

            Su menor hija Alba era la única interesada, pero era mujer, por mucho que lo quisiese sus hombres no obedecerían las órdenes de una y tampoco era tan fuerte. Esta situación aunque angustiante, no era su principal pena, tenía otro asunto más preocupante. Uno que pertenecía a su pasado.

           Creyó que había quedado enterrado y jamás retornaría, pero las cosas cambiaron. Por ese error es que muchas personas inocentes habían muerto, esas muertes eran su responsabilidad.


             Ismel en su lúgubre habitación caminaba de un lado a otro, desesperado, agitando nerviosamente los brazos. Estaba ansioso, porque esperaba a alguien.


                     Se escucharon unos toques provenientes de la puerta.


—Mi señor Ismel ¿Puedo pasar? —dijo alguien.


—Sí, adelante —respondió el señor. Había reconocido la voz que llamo a la puerta. Era él, su salvación.


           La puerta fue abierta, un hombre con armadura entro. Eran sus armaduras plateadas y brillantes, una capa azul colgaba de su espalda. Tenía una larga melena que le daba por los hombros, sus ojos recordaban al cielo azul en las mañanas, ese hombre podía ser comparado con el arcángel Miguel.


                 El caballero se arrodillo delante de Ismel, a modo de respeto.


—No es necesario, Godwin. Levántate —le pidió el anciano.


               Solo por eso el caballero abandono esa posición de sumisión. Se puso de pie y miro directamente a su señor a los ojos, un hombre mucho más bajo que él.


—Mi señor Ismel ¿Podría decirme por qué me ha hecho llamar? —preguntó Godwin en tono educado.

La oscuridad del caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora