[Un pajarito]

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Érase una vez un pajarito pequeño y bonito, de color amarillo pastel y alas abiertas que era alegre y feliz siempre y cuando estuviera volando y cantando.

Vivía en un pequeño bosque en el que los animales estaban celosos de la despreocupada vida del pajarito tramaron un plan para enseñarle una lección. Comenzaron a ignorarlo a pesar de que el pajarito hiciera mucho ruido. El pajarito se sentía muy solo y triste.

Pero los animales no sé detuvieron ahí, se habían dado cuenta que tampoco querían un pajarito todo triste y aburrido. Así que planearon espantar al pajarito hasta que se fuera y así lo hicieron. Se escondían detrás de los árboles y saltaban sobre él, el pajarito huía todo el tiempo, aleteando y buscando un refugio, un lugar donde no le hicieran daño.

Un día, a las afueras del bosque, debajo de un pequeño puente sobre un arroyo, el pajarito encontró una jaula gastada y de barrotes anchos, daba mucho miedo pero el pajarito no dudó en meterse y encerrarse con llave. Poco a poco se tranquilizó y observo este nuevo lugar.

Era una jaula fea, pero resistente y dura, oculta para los ojos externos pero el pajarito podía ver perfectamente sus exteriores. "Aquí estaré más seguro que en cualquier otro lado" pensó el pajarito y arrojo la llave lejos. Se quedaría en su refugio para siempre.

Y así lo hizo, acomodó la jaula con las pocas ramitas que alcanzaba desde su jaula y algunas florecitas, trozos de hojas. Se quedó ahí por mucho tiempo, tanto que empezó a olvidar como se sentía volar, como se sentía cantar y ser feliz en general.

Ya no se sentía a salvó en su refugio. Ya no era divertido ver cómo todos los animales del bosque se divertían a cuestas de él y su jaula de hierro.

Ya no importaba cuanto llorara no podía ser escuchado, cuanto rasgara las varillas nunca podía romperlas en lo mínimo. No importaba cuanto rogara por ser rescatado a las aves que pasaban por ahí, ninguno podía rescatarlo, ninguno tenía la llave.

El pajarito se desesperó y se rindió muchas veces, a veces se quedaba tumbado en el fondo de su jaula para morir de inanición, de deshidratación, de tristeza, de lo que sea, solo ya no quería estar dentro de la jaula. Quería irse, como fuera.

No conozco la razón pero este pajarito no murió aunque se lo propuso. Siguió intentando salir, cada día un poco más, buscando, ideando, innovando y creando alternativas para salir de su encierro.

Hasta que una vez lo logró.

Encontró la llave entre la maleza debajo de su jaula y utilizó una varilla larga para acercarla a sí mismo. Abrió la puerta y volvió a sentir el mismo miedo que lo había encerrado en la jaula, pero ya no se escondió en un rincón. Se quedó muy quietecito al borde de la jaula.

¿Podría volar otra vez? ¿Su voz sería bonita aún después de no cantar para nada? ¿Los animales del bosque se enojarían de verlo otra vez entre ellos? ¿Qué pensarían de él ahora que sus plumas eran de color gris y amarillo? ¿Era correcto salir? ¿Estaba a salvó afuera?

Tardó una semana en querer salir por completo de la jaula, después de ver a una parvada de pajaritos jugar entre las ramas. Se aventó al vacío y descubrió que no había olvidado como volar, llamo a los pajaritos y se dio cuenta que aún podía cantar y que a todos les gustaba su voz.

Se dio cuenta de que pueda día ser feliz otra vez y otra y otra y otra. Que valía la pena lidiar con las críticas de algunos animales si podía hacer lo que quería. Que aunque ya no era todo amarillo, aún podía encajar con otros pajaritos. Que podía ser simplemente él mismo.

Los animales no volvieron a molestarlo, notando el gran cambio en su actitud, la forma en que había madurado y que ahora podían hablar con él sin que hiciera bromas todo el tiempo. Ahora podían querer al pajarito por quién realmente era.

Y el bosque era feliz.

M e t (h) a f o r a sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora