4. La octava maravilla.

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Anaju.

Javy se sentó a mi lado en el reservado después de habernos traído las copas a Mai y a mí. Le notaba algo tristón porque su novia ya se había vuelto a Barbate y no sabía cuándo sería la próxima vez que se verían. Ella tenía su vida en Cádiz, su trabajo, su gente... No podía estar de ida y venida, al igual que Javy que ya estaba instaladísimo en Madrid.

Pensaba hacer que se lo pasara como nunca esta noche, no me gustaba nada verle así.

— En cuanto te termines tu copa te saco a bailar. —le aviso señalándole con mi dedo índice.

— ¿Y dejamos a Mai sola? —me mira él elevando una ceja.

— No estoy sola, estoy con mi cerveza. —responde ella elevando su lata— Además, Nia está casi llegando.

Tenía ganas de conocer a la amiga de Maialen, llevaba semanas hablándome de ella. Según me dijo iba a trabajar con la misma discográfica que Javy ya que también era cantante. Había ganado un concurso hace poco y se ve que lo estaba petando.

— He estado pensando cosicas para la portada... —le digo a Javy, acercándome a su oído para que me escuchara mejor— Tengo en mente dos...

Al instante fui interrumpida por el dedo de Javy encima de mis labios, haciéndome callar.

— No estamos trabajando, Ana —se ríe— Al final voy a ser yo el que te saque a bailar a ti para que no me hables de cosas del trabajo.

— Pues a bailar se ha dicho.

Mai se quedó en el reservado con su cerveza observando como el gaditano y yo bailábamos al ritmo de la música. No sé cuántas canciones bailamos, el tiempo se me había pasado volando entre coñas y risas con Javy.

Cuando volvimos al reservado Maialen ya no estaba sola, pero para nuestra sorpresa no solo contaba con la compañía de Nia, sino que también con tres personas más. Y a uno de ellos le conocía.

Hugo.

Jesús me quiso pedir un chupito de tequila para animarme un poco, pero no me apetecía mucho ahora. Aún tenía la tortilla de Bruno a mitad de camino en mi esófago y sentía que en cualquier momento la iba a devolver, así que decidí empezar la noche tomándome una tónica. Nos apoyamos los tres en la barra de espaldas, observando a la multitud que bailaba en la pista.

— Me da a mí que vas a tener que hacer nuestra colada esta semana... —me dice Bruno subiendo y bajando sus cejas, sin quitar ojo de algo situado enfrente.

Seguí su mirada y me encontré con una chica alta, de pelo corto y con flequillo acercándose a la barra. Seguramente era de la que me habló Bruno, al final no le había dado calabazas y con eso a mí me tocaría poner las lavadoras de esta semana. Mi compañero de piso se acercó a ella, que estaba a unos metros de nosotros pidiéndose algo. Se puso modo seductor a juzgar por su famosa mirada que siempre le funcionaba. Tenía un encanto el cabrón, que hasta yo caería. Estuvieron ambos coqueteando hasta que el barman le dio su cerveza y ella se acercó al oído de Bruno para decirle algo. Acto seguido se marchó con una sonrisa en sus labios dejando a Bruno embobado.

— ¿Qué te ha dicho? —le pregunta Jesús con un tono pícaro cuando mi compañero se acercó a nosotros de nuevo.

— Nos ha invitado a irnos con ella y un par de amigos a un reservado. —Jesús y yo nos miramos esbozando una gran sonrisa— ¿Qué decís?

— Al reservado que vamos. —dijo el gaditano poniéndose en marcha.

Llegamos a una mesa apartada donde se encontraba la del flequillo y una amiga suya bebiendo. Hicimos las presentaciones con ambas, las cuales parecían ser bastante majas. Como de costumbre Bruno fue el primero en romper el hielo y sacar tema de conversación. Parecían estar todos en su salsa menos yo, hasta Jesús estaba en modo seductor con la otra chica, que si no recuerdo mal se llamaba Nia. Me sentía un sujetavelas ahora mismo, incluso sentía que sobraba. Estaba apunto de meterme en twitter para no aburrirme.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2020 ⏰

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