IX - Breve descanso

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       Tras crear una alianza con los valientes búhos, Ellie y Aiden decidieron que era mejor irse a dormir. Sus cuerpos se sentían pesados y los ojos se comenzaban a cerrar de la nada.

Juntos se retiraron de la mesa despidiéndose de las intrépidas aves, que elevaban una de sus alas para decir adiós. Aiden acompañó a la Sacerdotisa hasta su habitación y una vez que ella entró, siguió hasta la siguiente, que era la que le correspondía a él.

La noche se sentía más cómoda de lo habitual, hacía tiempo que el grupo no dormía en un colchón y bajo un amigable techo. Intentar descansar bajo la alfombra de estrellas en los bosques, resultaba muy distinto a la situación en la que estaban en ese momento. No necesitaban permanecer alerta ante un posible enemigo que llegara a atacarlos, simplemente necesitaban cerrar sus ojos y darles armonía a sus mentes.

A la mañana siguiente, los jóvenes se levantaron casi al mismo tiempo para ir a ver cómo estaba la Dama Blindada. Se reunieron en su puerta y descubrieron que el médico que se encargaba de ella estaba acercándose por el pasillo.

—Buenos días, mis valientes muchachos —dijo el hombre.

—Buenos días —respondieron los dos al unísono.

El sujeto que venía con un maletín en la mano se acercó para abrir la puerta, y habiendo entrado los tres la cerraron. Viendo a la joven pelirroja con sus ojos aun cerrados, el médico comenzó a examinarla para comprobar si había mejorado.

Las heridas estaban mejor tratadas y sanando, sólo quedaron los recuerdos de la batalla en sus ropas y la armadura. El hombre intentó abrir uno de los ojos de la Dama Blindada para cerciorarse que sus pupilas respondían ante el estímulo de la luz, pero en su intento de tocar su rostro, el brazo de la Dama sujetó con fuerza la mano del médico.

Con asombro, imposibilitado, el hombre intentó retroceder, pero no pudo hasta que la Dama abrió los ojos y soltó el brazo que tenía capturado.

—Vaya, veo que estás mejor —dijo el médico.

—¿Dónde estoy? ¿qué pasó? —preguntó la Dama, desorientada.

—Estamos en el gremio Longdark —respondió Ellie—. Gracias a tu esfuerzo pudimos salir vivos de esta.

—¿Y las personas? ¿qué les pasó? —la Dama se apoyó en el respaldo de su cama.

—Logramos salvar a la mayoría, pero lamentablemente...hubo otros que no pudieron escapar —respondió Aiden.

La Dama agachó la mirada con un suspiro.

—No te sientas mal, pudieron rescatarnos a casi todos —comentó el médico—. No podría estar aquí si no fuera por su ayuda.

Abriéndose otra vez la puerta, los cuatro miraron hacia el pasillo, pero no encontraron a nadie. Parecía como si la puerta se hubiese abierto sola, pero cuando alguien emitió un leve chirrido, todos llevaron la vista hacia abajo. Dos búhos estaban entrando a la habitación, y de un salto llegaron a la cama, a los pies de la Dama Blindada.

—Qué bueno que despertaste —dijo Dagger.

—Si, es un verdadero alivio —dijo Ludo.

—¿Tú también hablas? —preguntó la Dama con rostro incrédulo.

—Él es mi buen amigo, Ludo —respondió Dagger, señalándolo con su ala.

—Ellos nos ayudaron a rescatarte cuando las cosas se pusieron feas, por poco y no lo lográbamos —comentó Ellie.

—Acerca de eso —la Dama se frotó los ojos—, ¿qué fue lo que pasó? No recuerdo nada.

—Una vez que te envolviste en fuego, luego de un rato acabaste desmayada en el suelo —dijo Ellie—. Quedaste muy expuesta ante los hombrecillos.

Las Runas Eternas (I) [+18]  [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora