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En un lugar donde se unieron por primera vez.

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Julio había llegado, mitad del año.
Seis meses habían transcurrido.
El verano había llegado a la ciudad, los infernales días calurosos se hicieron presentes, pues el solsticio de verano (el día más largo del año) estaba aproximándose.

Todas las tardes, después de la puesta de sol y después de que ambos hombres llegaran de sus debidos empleos, se dirigían con la pequeña beagle —que ya no era tan pequeña— al parque más cercano a dar un paseo nocturno y a platicarse con lujo de detalle cómo había estado el día en las oficinas.

Ben es contador, trabaja para la misma empresa que Joe, pero para su mala suerte no están juntos. Ellos están en diferentes áreas.
Joseph está ubicado en el piso ocho que corresponde a publicidad y Benjamin en el piso tres que le pertenece al área de contaduría.
La hora de comida la aprovechaban para estar juntos y de vez en cuando Gwilym, Allen y Jessica (compañeros y amigos del departamento de contaduría) los acompañaban.

—Hoy, tuve una discusión con Anthony y Agnes.— musitó el rubio mientras jugueteaba nerviosamente con la correa de la cachorra.

—¿Anthony? ¿Tu jefe? ¿Cómo? ¿Por qué? Oh Ben, con los jefes no se discute.

—¡Fue culpa de Agnes! —se excusó.— Agnes perdió el inventario de fin de mes que le hice llegar para que pudiera entregárselo a Anthony. Ella al perderlo, se excusó con que yo no realicé el trabajo; por suerte, tuve una copia y no me sancionaron.
Gwilym también me defendió.

—Peleas con uñas y dientes. Eres feroz, Benjamin Jones.

—Gracias gracias. ¿Y qué hay de ti? ¿Max sigue acosándote?

—¡No! Max nunca me ha acosado, es muy atento conmigo y eso es diferente.
Y no, hoy no nos vimos, él tuvo que quedarse hasta tarde.

Una sonrisa burlona se formó en el regordete rostro de Benjamin, pues Max no es nada agradable ante los ojos del rubio.

El largo paseo había dado por finalizado. Regresaron a donde era su hogar.

Ben colocó a Frankie encima de las almohadas que estaban situadas en la pequeña casa de madera que el ojiverde construyó para ella, aunque casi no fuera usada por la cachorra debido a que en las madrugadas, la beagle corría a meterse debajo de las sábanas de sus amos.
Joe se dedicó a servirse un vaso de agua con hielos, se deshizo de sus zapatos y se dejó caer cómodamente en su sofá.

—Joey, ¿alguna vez te conté cuando estuve viajando al occidente de Europa? —inquirió el de cabellos dorados al sentarse justo a lado del pelirrojo.

—¿Te me estás insinuando sexualmente, Jones?

—¿Qué? ¡No! ¿Por qué?

—Usaste el truco de Europa. Esa es la mágica historia que algunas personas usan cuando quieren tener sexo...

—¿Tú cómo sabes esa historia? —cuestionó el rubio.

Nueve de la Noche ||HARDZZELLO||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora