Cuando eres niño y la realidad de muchas cosas llegan para arruinar tu inocencia, es horrible, pero te aferras a esta realidad como un consuelo. Es fácil pasar por eso, todos lo hacemos y nos acostumbramos a dejar de creer en la magia o en la fantas...
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CAPÍTULO CUATRO | EL REFLEJO
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ME ENCONTRABABAILANDO CON un chico llamado Angel que me invitó a hacerlo. Era una buena pareja de baile y nos hechamos todas las de Los Ángeles Azules y la Sonora Dinamita.
Suspiré cansada en la canción del último grupo y me separé de Ángel para ir hacia la mesa de bebidas, me serví un vaso de refresco de manzana y miré el panorama mientras lo bebía.
Pusieron otra cumbia y el mismo chico me invitó a seguir el baile, pero lo rechacé, porque, me entraron ganas de ir al baño. Así que, subí las escaleras del segundo piso de la casa para ir al baño. Afortunadamente, no había fila y entre luego, luego. Me tardé poco en hacer lo que venía a hacer y lavé mis manos.
Mientras enjuagaba el jabón, levanté la mirada al espejo frente a mí y retrocedí tropezando con mis talones cuando no vi el reflejo en el espejo. Caí al suelo de espaldas, asustada y confundida. El agua corriendo de la llave era el único sonido que me acompañaba en la habitación.
No puede ser…
Me levanté del suelo con el corazón acelerado por el susto, caminé despacio a la llave para cerrarla, manteniendo la mirada agachada y pensando en lo que estaba pasando.
Es mi imaginación, es mi imaginación, no pasa nada, es solo mi imaginación.
Tomé aire controlando mi respiración y estuve así un rato para tratar de calmarme.
Entonces, cuando estuve lista y más tranquila, además de convencida que solo había sido un efecto visual lo que vi (o mas bien, no vi) en el espejo, decidí levantar la mirada de una vez más para verme.
Ahí fue cuando toda mi tranquilidad adquirida hace momento se fue a la chingada, porque, no pude ver mi reflejo y eso volvió a asustarme como una niña chiquita a la que aún le da miedo La Llorona.
