"Por fin. Hoy es el día. Este es el momento.
He ansiado esto durante demasiado tiempo. He suspirado por ello desde mi infancia, en mis sueños, toda mi vida ha sido una larga e inacabable espera, la curiosidad me ha consumido hasta las entrañas tornándose deseo, que me ataba cada vez más y más, sofocando mis pensamientos convirtiéndose en una obsesión. Y cuando tienes una obsesión, sólo hay dos maneras de abordarla: pensar que podrás olvidarla, o entregarte a ella con maneras que rozan la locura.
Ya no cabe echarse atrás. No voy a acobardarme porque la empresa que comienzo sea de enormes dimensiones, por que renuncie a todo cuanto he tenido hasta ahora, porque ni siquiera sepa si va a salir bien. Mi destino me aguarda. Y no le pienso hacer esperar. Adiós, hermanos, hermanas, animales, arroyos, hierba y árboles. Adiós, mi querido bosque, mi hogar"
Con esas palabras en la mente, Ilva cruzó el linde de la foresta volando sobre su gran libélula. La pequeña dríade, que apenas superaba el medio palmo de altura, notaba emocionada el viento revolviendo sus cabellos, que parecían ramas de un sauce llorón, lacios y repletos de finas hojas. Su corazón latía tan fuerte que parecía querer abandonar su pecho, demasiado pequeño para contener su emoción. No se daba cuenta de que apenas respiraba, mientras dejaba atrás a los últimos pinos.
Arropada por la oscuridad de la noche, no tuvo problema en pasar desapercibida. Además, Lun, su "corcel", tenía un vuelo totalmente silencioso, mientras sus dos pares de alas revolvían el aire cercano. En apariencia era un gesto insignificante, simplemente un paso más, otro de tantos. Pero no para Ilva. Porque las dríades, las pequeñas hadas guardianas de los bosques, pasaban toda su vida en ellos. No conocían otra cosa más que los troncos, las copas, los arroyos, los rayos de luz entre las hojas y la maraña vegetal del suelo. Así había sido siempre, y así debía seguir.
"El deber de una dríade es velar por la salud y seguridad del bosque donde habita"
"Las dríades seguirán el ciclo natural de su morada, así pues libarán en primavera, mientras que en invierno se sumirán en un profundo descanso"
"El vínculo entre una dríade y su hogar nunca podrá romperse"
Nunca podrá romperse. Nunca podrá romperse. Aquella frase aún martilleaba la cabeza de Ilva, llenándola de angustia. Desde que nació a partir de un sauce llorón, hermanos y hermanas suyas le habían enseñado esas normas y transmitido amplios conocimientos, provenientes de la época de las primeras dríades, casi tan antiguas como los lugares que habitaban. Ella había aprendido rápido y con pasión, le gustaba el bosque, era hermoso y próspero. Sin embargo aquella frase le había hecho darse cuenta de una cosa: que su mundo era muy pequeño. ¿Nunca podrá romperse? Ilva sabía que había más mundo tras la maraña y el follaje. El viento en ocasiones les transportaba olores desconocidos, y los pequeños riachuelos abandonaban los manantiales surcando la tierra, quién sabía adónde. Pero eso no era competencia de las dríades, porque ya no estaba en su bosque. Nunca podrá romperse. A raíz de aquella frase, Ilva se hizo una pregunta, la pregunta clave: ¿Qué hay más allá? Al principio no era más que una cuestión estúpida que desechó al instante, pero igual que una tentación, volvía, una y otra vez. Se desvelaba en sueños con esas palabras en mente, mientras comía, mientras vigilaba el bosque...hasta que no hubo espacio para nada más. Comenzó con pequeñas incursiones cercanas al límite. Al principio se volvía enseguida, arrepentida, mas aquel interrogante estaba grabado a fuego en ella, no podía ignorarlo. Se llevó reprimendas por ello, mientras crecía su osadía. Incluso le recordaron la primera norma dríade, la más básica, la elemental:
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El vínculo
FantasyIlva es una dríade del bosque, pero a diferencia de sus hermanas y hermanos, tiene una gran inquietud que no la deja tranquila: quiere explorar más allá de sus queridos árboles, de su hogar seguro y de su deber con la arboleda. Así que toma la drást...