Argentina, 1981

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   El grupo, Freddie, John, Roger y yo, estábamos haciendo la gira Sudamericana. Ese día estábamos dando el último cocierto en Argentina. Nos despedíamos con Freddie saludando eufóricamente a todos nuestros fans, que nos demostraban todo mediante cantos, gritos y carteles.

   Cuando bajábamos la escalera del escenario, yo había quedado detrás de Roger. Admito que era un día ventoso, así que pude ver su platinado cabello moviéndose de un lado a otro, con tanto estilo y sensualidad.

   Estuvimos aproximadamente unos veinte minutos firmando autógrafos y posando para varias fotos, hasta que nos fuimos por completo y yo llegué a mi camarín. Desde allí íbamos al hotel para cenar algo con los chicos.

   Nuestras habitaciones estaban separados una al lado de la otra. Cuando llegué me puse una camisa blanca, un pantalón negro y, como un pañuelo a lunares no me quedaba mal, también formó parte de mi vestuario.  Quise estar bien arreglado para atraer a Roger. Yo estaba desesperado por declararle mi amor, pero lo oculté tanto que mi baterista nunca se llegó a dar cuenta. Cuando llegamos al restaurante nos sentamos en una mesa redonda, quedando así pegado a Roger. Pude sentir su fresca fragancia que me volvía loco.

  Freddie había ordenado un plato típico. John y yo decidimos comer algo más liviano, estábamos cansados de probar tanta comida. Roger ordenó pastas, su comida favorita.

   Durante la cena hablamos sobre el concierto, sobre nuestra famila, Roger habló sobre carreras de caballos y Freddie sobre su futura decoración de interiores. En un momento salió el tema del amor, y en ese instante, Roger y yo no emitimos sonido. Yo estaba nervioso, no quería dar a a entender otra cosa que no fuera mi amor hacia Rog, pero no supe sus razones.

   Encargamos el postre y unos cafés. Luego de eso, dio la casualidad de que me levanto para ir al baño y detrás mío se levanta Roger, lo ignoré y seguí mi camino, no quería que se enterase de mis nervios.

   Nos estábamos lavando las manos y, cuando levanto los ojos, lo veo a él, con su simpático y tierno rostro,  esbozando una sonrisa. No soporté más y le tomé su cara con mis manos apuntándolo hacia la mía, y le di un beso. En ese momento no quería saber cuál iba a ser su reacción, pero cuando sentí sus manos rodeando mi cadera y sus labios acompañando, me tranquilicé. No supe si era para salir del momento o si realmente era amor.

  

Como nunca antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora