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Llevábamos varias horas caminando, mi respiración estaba agitada y casi ya no sentía las piernas, pero honestamente no me importaba. Prefería caminar, porque si frenábamos los demás iban a comenzar a hablar, echarían y asumirían culpas, harían preguntas y tal vez me den el pésame por la muerte de Anya, los conocía los suficientemente bien para saber que eso harían. Y yo no tenía ganas de escucharlos.

Una de las razones por las que acepté salir del campamento y acompañarlos a buscar a los demás era porque ya no soportaba las miradas de las personas que habían bajado del Arca. Me miraban como si fuera una enemiga, y tal vez lo era, por lo que debía volver con los terrestres. Había cometido el error de quedarme con ellos una vez, pero no volvería a suceder, mi lugar estaba lejos de ellos.

Drew se adelantó hasta quedar a mi lado y tomó mi mano. Yo lo miré y le sonreí de lado unos segundos, para luego volver la vista al camino. Hace apenas meses atrás, si alguien se me acercaba y me tocaba de esa manera lo más probable sería que terminara quebrándole la mano para asegurarme que nunca más vuelva a tocarme, pero este tiempo en la Tierra con gente diferente a la que acostumbraba a estar me había cambiado. Demasiado, siendo honesta.

—¿Estás bien? —preguntó el rubio. Yo asentí—. Está oscureciendo. Creemos que será mejor si descansamos y seguimos al amanecer.

Yo negué, sin embargo, Drew frenó repentinamente, obligándome a frenar a mí también al tenerme agarrada de la mano. Fruncí el ceño con molestia y lo miré.

—¿Qué haces?

—Necesitamos descansar, Kelsey.

Me deshice de su agarre como si sus dedos envolviendo mi mano quemaran. Aunque lo que realmente sentí que quemaba era mi nombre real saliendo de sus labios. Aún no me acostumbraba al hecho de que realmente tenía un nombre. Un nombre que mi mamá había pensado para mí. Me costaba acostumbrarme al hecho de que ya no era un simple número de experimento.

Drew suspiró y se alejó unos pasos de mí.

No dije nada, simplemente me senté al lado de Octavia, quien enseguida puso su mochila en el suelo y se recostó sobre ella. Drew se sentó a mi lado y buscó mi mirada. Enseguida comprendí que se sentía culpable, por lo que apreté mis labios y me recosté en el piso, apoyando mi cabeza en su regazo. Él comenzó a acariciar mi cabello.

De pronto, sentí que el chico se tensaba, por lo que elevé mi mirada para verlo. Él miraba con incomodad hacia delante, así que seguí su mirada. Bellamy nos observaba con una mueca molesta en su rostro, pero apenas se dio cuenta que lo miraba, miró a Clarke. Yo rodé los ojos.

¿Qué demonios estaba mal con ese hombre? Lo engañé, le hice creer que estaba de su lado para matar a sus amigos, a los adolescentes que él había jurado proteger, y lo hice enfrente de él sin que pudiera hacer nada.

¿Qué quería?

(...)

Sentí una mano que me sacudía levemente. Enseguida me puse alerta, tomé de la muñeca a la persona y de un simple movimiento lo tiré al suelo, doblando su brazo contra su espalda. Lo solté enseguida al darme cuenta que era Drew.

—Maldición, lo siento —murmuré arrepentida. Me levanté y enseguida ayudé a Drew a hacer lo mismo. Él hizo una mueca.

—No importa, Ocho —respondió—. Vamos.

Yo asentí y tomé la mochila del suelo para que comencemos a caminar. Parecía que todos me estaban esperando a mí. Bellamy evadió mi mirada cuando lo miré, pero le resté importancia.

El ambiente era incómodo cuando comenzamos a caminar. Yo dirigía el camino al ser la única que había vivido en la aldea, y me conocía los bosques prácticamente de memoria. Los demás me seguían, Drew y Octavia uno a cada lado mío pero unos pasos más atrás, y Bellamy y Clarke iban juntos más atrás.

Para ser honesta, temía lo que iba a encontrarme al llegar. La aldea donde solía vivir Lincoln era de lo más tranquila, casi no había guerreros además de él y unos pocos más. Sabía que los chicos se habían llevado armas y luego de que Bellamy dijo que Finn había ejecutado al terrestre de un ojo a sangre fría, estaba algo asustada de lo que podía llegar a pasar.

Si Finn había cambiado por la guerra contra los terrestres y Murphy era simplemente un idiota impulsivo, no sabría qué esperar. Solo deseaba que no intenten hacer lo que le hicieron a Lincoln, aquello de torturarlo por respuestas. Rezaba para que Artigas no estuviese en la aldea. 

Cuando vi la estatua, asentí aliviada. Ya estábamos cerca y no se oían gritos, lo que significaba que no estaban torturando a nadie, ni se veía fuego, lo que suponía que no habían incendiado la aldea. Pero aquel silencio absoluto tampoco podía significar algo bueno.

Escuchamos un disparo. Todos se agacharon para intentar protegerse, pero yo comencé a correr con dirección a la aldea.

—¡Ocho! —oí a la lejanía los gritos de Octavia y Clarke y los pasos de alguien siguiéndome, pero no me detuve a averiguar quién era.

Me metí a la aldea, asegurándome de no hacer ruido para no alertar a nadie de mi presencia, y lo que vi me hizo retroceder hasta chocar con quien sea que estuviera detrás mío.

Mi hermano estaba parado con un arma en la mano, disparando a cada persona que se movía, mientras Murphy a su lado intentaba jalar su brazo para que deje de disparar. Sterling estaba más alejado tapando con su mano su estómago, del cual salía sangre. Apenas reaccioné, levanté mis manos e hice que todas las balas se frenaran, incluso las que aún estaban en el arma, la cual voló de las manos de mi hermano.

Bellamy, Clarke y Octavia se colocaron delante mío. Finn volteó y miró a la rubia, dibujando una leve sonrisa en sus labios.

—Te encontré —murmuró.

Dejé caer las balas y me acerqué hacia donde estaba Nyko, el curandero de la aldea. Estaba agachado al lado de un cuerpo considerablemente más pequeño que él. Me dejé caer a su lado, reconociendo a Artigas.

Mis labios se entreabrieron con impresión. Artigas luchaba por respirar, pero la sangre se acumulaba en su garganta y le impedía hablar. Tomé su mano y él le dio un leve apretón con la poca fuerza que le quedaba. Noté a Octavia acercarse a nosotros, pero la ignoré, solo centrándome en el chico herido.

Sollocé. No había manera de salvarlo.

—Está bien, Eight —habló él costosamente. Yo negué.

—Lo siento —susurré, limpiando la sangre que caía de mi nariz de un manotazo—. Prometí que te iba a proteger. A todos. Siento haberte fallado.

Apoyé mi frente en su pecho y seguí llorando y balbuceando disculpas, sabiendo que ya era demasiado tarde. Su mano ya no ejercía ni un poco de presión sobre la mía y no lo escuchaba respirar. Artigas se había ido, uno de los pocos amigos que me quedaban luego de la muerte de Tris y Xavier. Había sido asesinado y yo no había podido hacer nada para salvarlo.

Sequé mis lágrimas, aunque fue en vano, y miré alrededor. Había más de una docena de cuerpos en el suelo, los terrestres lloraban y se lamentaban por las pérdidas de sus familiares, mientras que los demás terrestres intentaban atender a los que habían resultado heridos.

Besé la frente de Artigas y cerré sus párpados, permitiendo que más lágrimas cayeran.

Mi hermano iba a morir por esto.

The Powerless Criminal [The 100 II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora