Lemon | Kimetsu no Yaiba

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Kimetsu no Yaiba | Rengoku Kyōjuro x OC/Reader & Shinazugawa Sanemi 

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Lemon — Kenshi Yonezu

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Deseaba pensar que todo era un sueño. Había pasado al menos un mes después de aquel incidente y aún era difícil poder seguir sola, todo aún le recordaba a él. Su kyōjuro parecía aún no haberse ido.

Cada vez que recorría el campo en dirección a sus nuevas misiones, los recuerdos parecían revivirse a su lado, recordando aquellos momentos que ella seguia al pilar de la flama como un pollito a su madre, siempre de cerca y fielmente.

—"¡Vamos, que se hace de noche!"— Exclamó con su alegre tono de siempre.

—"Nosotros trabajamos de noche, Kyōjuro-sama"—, respondió seria.

—"¿Cuántas veces te he dicho que me llames solo Kyōjuro cuando estamos los dos?"— Cruzó sus brazos, dándole una mirada recriminante. —"Por eso... ¡El último que llega a la hacienda de las glicinas es un huevo podrido!"

En cuestión de segundos él ya se encontraba corriendo hacia la hacienda que se veía a lo lejos. Pobre muchacha quien reaccionó tarde.

—"¡K-Kyōjuro!"— Exclamó sorprendida, él era siempre tan impredecible. —"Siempre tan infantil"—, entre risas, no tuvo más opción que seguirle el juego y retomar ventaja.

Aunque doliera, aquellos recuerdos que compartia desde su infancia tardía eran lo más preciado para ella. Todo ese tiempo que compartió como la confidente del pilar, todo aquello que ambos vivieron juntos. Ahora que se había ido no tenía razones felices de seguir en el mundo terrenal, pero sabía que él la devolvería ahí de una patada si supiera que se había rendido.

Su recuerdo más triste era cuando en su juventud ambos compartieron su primer secreto como confidentes de por vida.

—"A veces recuerdo lo que pasó con mi madre en ese lugar de mala muerte... y me hace pensar en lo que me pudo suceder si al menos hubiese estado unos minutos tarde..."

Nunca había mencionado su pasado a nadie de la familia Rengoku, ni nadie en general; ella solo era un fantasma ayudado por el jefe del cuerpo de cazadores. Ella solo era un misterio.

Pero no para Kyōjuro.

—"Yo... siempre creí que mi madre era feliz ahí, pero lo único que deseaba era irse lo más pronto posible..."— Sus manos descansaban en su regazo, empezando a enredar sus dedos para distraerse del dolor. —"Me duele pensar que de no haber sido por mi nacimiento, ella hubiese podido salir antes de ahí con algun hombre rico que la deseara..."

—"A veces tenemos cargas que no son realmente una molestia para los demás, aunque no fuese completamente libre de irse, sé que haberte tenido fue su pequeña felicidad entre tanto dolor"—, las manos del muchacho se entrelazados entre las suyas, para distraerlas de sus jugueteos. —"Sé que saber que pudiste salir de ahí la dejó descansar en paz".

Era imposible poder verlo a los ojos, era tan brillante que si mantenía la mirada podría quedar ciega; y por eso mismo quizo culpar a las pequeñas lágrimas que caían de sus ojos. Kyōjuro era lo más importante que tenía en su vida, después de tantos años.

Tenerlo a su lado fue lo más preciado en su miserable vida como la hija huérfana de una Maiko. Él y su familia le dieron una nueva razón para vivir, y aunque los recuerdos fueran inundados por la tristeza de la nostalgia, eran los momentos más bonitos que podía apreciar en esa vida de un día a la vez.

—"Cuando todo esto termine, quiero tenerte a mi lado y poder finalmente llamarte mía."

En sus recuerdo y aún actualmente, la imagen de Kyōjuro frente suya, tomando sus manos y mirando directamente a ella con sus enormes y brillantes ojos, le seguía causando un terrible sonrojo, que podía sentir como si hubiese vapor saliendo de sus orejas como una tetera.

—Incluso ahora sigues siendo mi luz—, dejó salir una risa nostálgica en un jadeo. Mirando al día dar paso a la noche en el horizonte.

Poco a poco se volvía todo en oscuridad, rememorando aquellos días durante las primeras semanas después de su ida, donde nada tenía sentido ni propósito. Donde todo era un vacío, oscuro y solitario. Cuando en un intento fracasado por intentar levantarse, veía su imagen caminar a unos metros de ella, dándole la espalda, mientras ella era jalada al suelo por las cadenas de la memoria y la realidad, recordándole que él ya no estaba ahí.

El viento empezaba a fortalecerse, conscientizando a la muchacha de aquella furtivas lágrimas que empezaban a bajar por sus ojos.

Cada noche ella veía la silueta de su Kyōjuro bajo la luna, ¿si hubiese sido él quien estuviera en esta posición cómo se sentiría? ¿Estaría triste? ¿La olvidaría? Fuese lo que hiciera, ella siempre rezaria por los dos. Hasta el final de sus días, cuando pudiese volver a caminar a su lado.

Fue solo cuando supo que él ya no estaba que entendió sus sentimientos, y todo lo que sus compañeros pilares decían, cuán enamorada había caído por el hijo mayor de la familia Rengoku. Como parecía que sin él no podría respirar.

Había pasado tanto tiempo a su lado que superar su ida sería casi imposible, pero nunca trataría de olvidarlo. Aunque fuese cuestión de su propia mente para olvidar su rostro, todo aquello que vivió a su lado y los demás detalles de aquel que conoció como su amor, nunca se irían de su cabeza.

—Ahí estás, por un momento creí que te habían secuestrado los demonios.

—Disculpa, Nemi-sama—, fuera de su momento nostálgico durante su caminata por el bosque, hizo una pequeña reverencia con su cabeza ante el pilar. —La noche está tan linda que me perdí en ella.

—Si te resfrias, te daré un sape por tonta.

—Y me cuidarás porque tienes un punto débil por mí.

Aún ahora en su nuevo camino a casa, Kyōjuro siempre sería su luz; aunque siguiera sus deseos de seguir adelante sin él y pudiese ser feliz otra vez.

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⏰ Última actualización: Jul 19, 2023 ⏰

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