Jisung siempre podría enojarse por pequeñas diferencias que obtenga gracias a su novio. La distancia era a lo primero que recurría cuando una discusión se hacía presente en el camino, pero incluso frente a la furia más grande tendría en claro que la...
Era el quinto shot de tequila que Jisung dejaba recorrer y quemar su esófago como si estuviera presenciando y creando su propia muerte.
La mirada le daba más de una vuelta, no podía centrar su visión en un punto en concreto que la cabeza le comenzaba a doler como el infierno y se rendía al segundo.
─Ah, Minho. Como dueles. ─soltó más para el mismo que para otra persona, dolido. Da igual, golpeó el diminuto vaso contra la barra y frunció el ceño. ─ ¡Tú, el de delantal blanco! Otro, por favor. ─pidió educadamente, pero aún así el receptor de sus palabras negó con la cabeza. ─
─Viejo... Creo que ya es hora de que te tranquilices. ¿Quieres agua? ─preguntó el encargado de la barra alcohólica algo preocupado, limpiando un vaso de vidrio con una rejilla blanca. ─
─¿Que has dicho? ¿Me llamaste viejo? ─contestó el demacrado, mirándolo de cerca sin siquiera poder abrir bien los ojos. ─ Acabo de terminar con el amor de mi jodida vida, ¿Me sirves otro o tendré que recurrir a soluciones violentas? ─su voz se arrastraba en cada intento de formular palabras, pero aún así todavía podía hacerlo. ─
─Lo siento, bro. Ya lo traigo. ─dijo el contrario con una mirada de lástima, se dió la vuelta y siguió con su trabajo. ─
─¡Hey, Jisung! ¿Que haces aquí, amigo? ─preguntó un rubio claramente, teñido, de ojos rasgados mostrándose bastante animado. ─
La única acción que pudo demostrar Jisung fué desvanecerse en el pecho del reciente llegado, dejando su boca abierta, sus ojos cerrados y el rubio se sorprendió al instante, devolviéndolo a su lugar.
─Demonios... ¿Te sientes bien, Jisung? ─preguntó acariciando la espalda del contrario, quién comenzó a llorar de la nada. ─
─Me dejó... Me dejó, Chan, me ha abandonado... ─su rostro reflejaba pura tristeza hasta que de golpe cambió como si hubiesen apretado un interruptor y el enojo volvió hacia el. Levantó el tono de voz. ─ ¡Ese hijo de su hermosa madre me abandono! ¡Ahg! ¡Juro que se va a arrepentir!
Todos en el bar dirigieron sus miradas desaprobadoras, desconcertadas y confundidas hacia el castaño claro. El rodeó los ojos y volvió a desvanecerse en el mostrador. Chan rodeó los ojos.
─Maldito Minho... ─maldijo por lo bajo tomando uno de los brazos de Jisung para cargar su peso en sus hombros, miró al barman que venía junto a otro trago y dejó unos billetes en la mesa. ─ Quédate con el cambio.
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─¿Que deberíamos hacer con el? ─suelta Woojin envuelto en su bata que utilizaba para dormir, cruzado de brazos. ─
─Tu lo cuidas, yo llamaré a Minho. ¿Si? ─preguntó con ojos de cachorrito a su compañero de piso, este en respuesta, soltó una leve risa y asintió con la cabeza. ─
Jisung yacía delirando en el sofá del departamento que compartían dos de sus amigos más cercanos de toda la vida: Woojin y Chan, dos ángeles caídos del cielo.
A éstas alturas de la madrugada el embriagado ya no sabía reconocer su nombre o incluso su fecha de nacimiento. Solo lograba formular oraciones algo sacadas de tono con respecto a Minho, quién ahora, estaba quitándose el antifaz para dormir mientras tomaba su móvil que llevaba vibrando cinco minutos.
Llamada entrante: Chan hyung.
─Son las cuatro de la mañana Chan, espero que sea un buen motivo o te colgaré de las...
─¿¡Eres imbecil!?
─Claro que sí, imbecil con imbecil se entienden. Por eso ahora mismo estoy hablándote. ─logró escuchar un suspiro a través de la línea y siguió. ─ Vamos, solo era una broma. ¿Que sucede, hyung?
─Jisung está en casa como hace unos... ¿Treinta minutos aproximadamente? ─dijo algo dudoso, rascando su cabellera en un intento de aclarar ideas. ─
─No lo sé, dímelo tú. Tú estás con el, no yo. ─otra vez, un suspiro llenaría la línea telefónica y Minho tomaría postura para comenzar a discutir. ─ A ver, Chan, ¿¡Que demonios quieres que haga!? ¡Esta mañana se fué como una perra loca porque me vió con Seungmin y ni siquiera me dejó explicarle que solo estábamos ensayando para la obra del pobre Minnie!
─¿No podrían haberlo hablado?
─Te he dicho que no me dejó hacerlo, solo gritaba y gritaba.
─Maldición...
─Si, maldición, demonios, rayos y centellas. Lo que quieras, pero yo quiero dormir, así que...
─¿Piensas dejar a tu novio así?
─¿Cuando no Jisung se ha ido de casa y al día volvió con miles de disculpas, Chan?
El rubio se hundió en un pequeño silencio, sin saber que responder. Minho tenía razón, Jisung siempre volvía. No importaba que tan fuerte o absurda sea la situación, el siempre iba a volver por lo enamorado que estaba de su novio.
Era casi irresistible. Siempre sucedía lo mismo.
─No quiero forzarlo a que venga, no quiero obligarlo a hacer cosas que el no quiere, ¿Entiendes?
─Pero te necesita, aunque no lo admita el lo hace...
─¿Y qué si no? Sabes, también tengo sentimientos. ─rió de forma amarga. ─ Escucha, si crees que Jisung es una carga para tú y tú novio, bien, pues, échalo. Ese ya no es mi problema.
─No haré eso.
─¿Entonces para que me llamas?
─Callate.
─Eso haré, me callaré y dormiré. Y si quieres gritarme que soy un pésimo novio, es inútil recordarme cosas que ya sé. Adiós.
─¡Pero, Min-!
Otra vez volvían a lo mismo. Y hasta que Jisung no deje su rencor de lado todo seguiría de esa forma.
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