𝚝𝚛𝚘𝚒𝚜

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Tras pasar en un ascensor de cristal por todos los pisos del imponente rascacielos, llegamos a la última planta, la cual consistía en una azotea cubierta por paredes y techo de cristal y un amplio balcón exterior.

La elegante y refinada decoración consistía en todo lo que esperas ver en una lujosa fiesta privada en el centro de París: lámparas con cristales colando de ellas que emitían una luz blanca y pura, suelos tan lisos y brillantes que podías verte reflejado, mesas altas de cristal que sostenían copas de champagne dorado como el resto de los adornos alrededor de las cuales se reunían los invitados...

Y yo, una niña recién salida de la escuela de arte que había llegado ahí por casualidad.

Los nervios se apoderaron de mi cuando las puertas se abrieron y las miradas de los presentes se posaron en mi. Adalia se acercó con paso firme a un grupo de gente a quien saludó cordialmente, aunque parecía conocerlos.

En mi caso, quedé parada sin saber qué hacer. Pero segundos después me encontré frente a  Cara Delivigne, quien se había acercado a mi a darme la enhorabuena por mi futuro debut en el mundo del modelaje y quien se ofreció a presentarme a todos los invitados.

—Conozco a todos aquí, ¿con quién te gustaría hablar primero? Puedo conseguir que seas la cara de alguna firma reconocida, ¿no te parece? —Propuso con gran entusiasmo y unos ojos brillantes, posiblemente efecto de la bebida dorada que todo el mundo consumía.

—Pues... No sé... Está bien si charlamos con cualquiera. —Respondí, visiblemente incómoda.

—¿Algo espontáneo? Hoy he conocido al director de una revista que es bastante majo, creo que os llevaréis bien. Está fuera, sígueme.

Me acompañó a través de la cristalera que daba a la parte exterior. Si te asomabas, podías observar el dinamismo de la vida nocturna de la capital francesa bañada en luces. con la imponente Torre Eiffel destacando, iluminada sobre el fondo oscuro de la noche. Me habría encantado tomar mil fotos de aquella escena y plasmarlas aquí, pero Cara me arrastró hacia un hombre de mediana edad que contemplaba el horizonte en una esquina, completamente solo y alejado del resto de ricachones invitados.

—Hola, señor Jeon. Hay alguien a quien quisiera presentarle. —Saludó en un tono formal que no había empleado conmigo. —Ella es Lara((((apellido)))), la nueva cara de YF. —Dejó ver mi rostro, el cual pareció conmocionar al hombre parado frente a mi, que sonreía con ternura.

—He oído hablar de usted, ((((apellido)))). Estoy muy feliz de conocerla... ¿Te importa si me dejo de formalismos? —Alcé los hombros en respuesta. —Pues estoy muy feliz de conocerte. 

Tras una pequeña charla centrada en mí más que en cualquier otra cosa con el señor Jeon, director de la mayor revista de moda en Asia, con sede en Corea del Sur, comenzó a beber demasiado champagne caro, al igual que el resto de invitados. Cada vez su lengua se enredaba más a menudo y sus ojos hacían chiribitas

—Creo que vas a destacar en el futuro. Parece que tienes carisma. Verás, algunos modelos son perfectos, guapos, altos, delgados, esbeltos... Sus ojos son felinos, sus cabellos ondean con una facilidad increíble al caminar con elegancia... Pero son un puto coñazo. Que si sólo graban a partir de las diez. Que si agua mineral embotellada para su cutis. Que si el catering de la sesión debe tener el mejor tequila del mercado para favorecer su concentración y poder posar mejor. Se les sube la fama a la cabeza. Pero tu pareces una chica seria y centrada en tu trabajo. Se hablará muy bien de ti, ya lo verás... —Hizo una pequeña pausa y colocó su copa vacía junto a las otras cinco. —Creo que he bebido demasiado por hoy.

—Eso parece... —Afirmé sinceramente, provocando su risa.

—Me voy al servicio, enseguida vuelvo. —Me dio la espalda y caminó tambaleándose hacia el interior.

Me apoyé en la barandilla de la azotea y me asomé para ver la ciudad bajo mis pies más claramente. Prefería mil veces estar cenando en algún restaurante francés sin nadie que me molestara a estar aquí, rodeada de gente aburrida que sólo sabe hablar de vestidos y coches.

—No parece que quieras estar aquí. —Dijo en inglés la voz de un joven apoyando en el frío metal igual que yo, mirando a la nada igual que yo, y aburrido, igual que yo.

—Tú tampoco.

—Ya, es que no quiero.

—Ni yo. —Tras contestarle, me giré para mirarle. Sus ojos rasgados me querían sonar.

Era el chico de esta mañana, en la heladería. El de los tatuajes.

—¿Te ha molestado mucho mi padre? —Preguntó.

—Tu... ¿padre? —Al parecer, era el hijo del señor Jeon.

—Sí. Soy Jeon Jungkook, encantado. —Me estrechó la mano, sonriendo con amabilidad.

Vestía una americana negra junto con unos pantalones a juego y una camisa roja que podía verse cubriéndole la parte del pecho que la chaqueta dejaba ver. Simple pero elegante. Además, él ya era naturalmente atractivo y resaltaba sin quererlo. Si te fijabas bien, los ojos de los invitados se dirigían inconscientemente a él. No sé cómo no me percaté antes de su presencia.

—Igualmente. ¿A qué te dedicas?

—Soy cantante. Alguna vez he hecho algún posado, pero no me motiva para nada el modelaje.

—A mí tampoco, la verdad. Bueno, en sí me gusta, pero odio que deba seguir unos patrones, las poses sean siempre las mismas, los fondos tan simples... Me gustaría participar en algo más artístico. —Confesé. —Por eso estoy aquí, pero me he dado cuenta de que todos son iguales. Me aburro.

—¿Nos vamos? —Propuso.

paris out : jeon jungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora