Prisión

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— Datos.

— Kirishima Eijiro, 20 años, Sangre tipo o, altura de un metro setenta, peso 60 kilos. Detenido por cargos de venta de sustancias ilegales, se le declara culpable por lo tanto se le condena a 3 años en prisión.

— Alguna enfermedad o incapacidad?

— Nada.

— Llévalo al pabellón A del segundo piso a la celda 45.

— Pero señor no sería peligroso hacerlo conociendo al preso 105.

— Si pero dado a que es la única celda libre por ahora no hay otra alternativa.

— Bien.

El policía que tenía agarrado al pelirojo del brazo lo dirigió a su celda.

Kirishima Eijiro simplemente kirishima que era como le decían sus amigos... bueno...ex amigos.... No entendía en que momento había pasado todo esto, como podía estar en prisión, alguien como él que no era capaz ni de matar una mosca, tan alegre e ingenuo siempre, lo que lo termino llevando a ese espantoso lugar donde los presos lo miraban con curiosidad mientras otros con una mirada que le producía asco a Eijiro obligándose a apartar la mirada al suelo.

Su madre llorando, los oficiales fuera de su casa, su juicio en el cual las personas que él consideraba "amigos" lo traicionaron acusándolo de algo que no había hecho, mirándolo a los ojos y culpandolo por los delitos que ellos mismos cometieron; pero lo que más le dolió fue la mirada de decepción de su madre, nunca olvidaría aquella escena como ella con lágrimas en los ojos se paro y se retiró de la sala dejando solo el doloroso sonido de la puerta cerrándose.

Había llorado y gritado tanto ese día clamando por su inocencia, pero por más que lo hizo nadie lo escuchaba, nadie, ahora ya no habían lágrimas, ni gritos, solo había silencio y sus pasos deteniéndose frente a esa pequeña habitación llamada celda.

— Llegamos — el policía puso las llaves en la cerradura y habría la reja que separaba la habitación — mañana a las 6:00 es la hora del desayuno, si no quieres quedarte sin comer te recomiendo que te levantes temprano.

Posteriormente se dispuso a sacar las esposas que tenía en sus manos lastimadas, dandole un leve alivio a sus muñecas rojas.

— Entra — le dio espacio al chico que pasara para finalmente cerrar la puerta con la misma llave y retirarse por donde vino.

¿Que podía hacer? No podía cambiar la realidad que estaba viviendo ahora, debía enfrentarlo como el hombre que era.

Se quedo ahí parado examinando "su nuevo hogar", la celda era de un color gris oscuro, había un inodoro y una llave un poco mas allá, a su izquierda había una litera donde cabían dos personas, eso significa que no estaba solo.

Una sensación de temor lo invadió al imaginarse que tipo de delito habrá cometido su compañero de cuarto, ¿Y si es un asesino? ¿Un psicópata? ¿Un violador?

Su cerebro podía seguir atormentandolo si no hubiera sido porque vio unos iris carmesí mirándole desde la cama de arriba, no podía ver su rostro pero sus ojos afilados daban mucho que desear provocándole miedo al pelirojo que retrocedió un paso hasta chocar su espalda contra la reja.

— Asi que tú eres el nuevo bastardo — en un pestañear el desconocido había saltado desde la cama al suelo para acercarse lentamente observándolo como un cazador acechando a su presa.

El terror invadió el interior de kirishima.

— P-por favor, n-no me h-hagas daño — ¿Que hice para merecer esto? Se preguntaba Eijirou dejando que sus ojos se cristalizen y sus labios temblaran alertando el rubio.

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