Mi corazón palpita a un mil latidos por segundo, el sudor recorre cada parte de mi cuerpo, no siento nada, la adrenalina se ha apropiado de mí. Estoy corriendo como jamás he corrido en mi vida, escucho a los Pastores Alemanes que vienen tras de mí, a los uniformados siguiendo mi rastro con intensidad por primera vez en todo este tiempo. Corro en medio de una oscura avenida, ya no siento mis pies y la policía está a punto de atraparme. De repente, me tropieza con un indigente que dormía en medio de la avenida, por la oscuridad no pude percatarme de su presencia. Enojado, el tipo me agarró de mi tobillo a grito de: “Hijueputa”, y no me dejaba levantarme nuevamente. Un brillo me segó por unos segundos, la linterna de uno de los oficiales apuntaba hacia mí, mientras escuchaba como con una voz agotada y desesperada gritaba: “Lo tenemos, no lo sueltes”. No tuve más opción que tomar una cuchilla que cargaba conmigo y hacer un corte profundo en la muñeca del indigente para que soltara mi pierna y pudiese seguir escapando, pero ya era muy tarde, perdí mucha ventaja luego de esa situación. Mientras seguía corriendo, ahora por mi vida, escuché como empezaron a dispararme; de inmediato comencé a correr en un leve zig-zag para despistar los disparos.
Alcancé a ver un estrecho callejón a la izquierda en el final de la larga avenida que venía recorriendo, por lo que con las pocas fuerzas que ya me quedaban, aumenté mi velocidad para llegar al callejón sin que me lograsen ver, pero fue inútil, cuando estaba por alcanzar el callejón, sentí un disparo en mi pierna derecha, lo que me hizo caer y no poder levantarme. Intenté arrastrarme hasta el callejón para esconderme de la policía, pues huir ya era una opción simplemente imposible. Caí cuando estaba a tan solo dos metros de entrar a ese callejón; con todas mis fuerzas me arrastré hasta él, pero cuando intenté entrar, tuve una sensación en la parte de mi brazo que atravesaba ese lugar, un cosquilleo, no lograba ver mucho, pero por la sensación parecía como si hubiese un campo eléctrico atravesando de pared a pared el callejón. Sin embargo, escuchaba a los policías cada vez más cerca, así que cerré los ojos y terminé de atravesar ese “campo eléctrico”. Cada que me iba adentrando más en él, la sensación iba bajando por mi cuerpo, dejándome un hormigueo en las partes que ya habían atravesado.
Cuando lo terminé de atravesar, abrí los ojos y quedé estupefacto. De pronto ya no era de noche, si no de día. Además, toda la ciudad estaba en ruinas, no eran más que escombros lo que me rodeaba, escombros de los que surgía una leve vegetación. Por unos segundos, me sentía de piedra, no sabía cómo reaccionar ni qué había pasado. Hasta que el dolor de la bala que estaba incrustada en mi pierna me devolvió a la realidad. Desesperadamente intenté devolverme retrocediendo hacia donde estaba el campo eléctrico, pero nada sucedía, parecía que ya no estaba allí.
El dolor empeoraba cada vez más, me despojé de mi camisa y la até a mi pierna para intentar frenar un poco más la hemorragia en lo que hallaba que hacer, pero nada venía a mi mente, no podía ni caminar.
Mientras intentaba pensar qué hacer, volví a mirar a mí alrededor, lo que provocó más confusión en mí, no sabía qué hacer ni dónde me encontraba. Donde hace unos segundos habían edificios sucios, grafiteados y con manchas de humedad que no habían sido hechas precisamente por agua; ahora hay puros escombros, restos de productos que vendían en las tiendas que estaban allí, como ropas completamente sucias, rotas y viejas; así como juguetes, accesorios, zapatos, etc. De entre los escombros, yacían plantas, yacía la vegetación. La naturaleza se estaba apropiando de estos terrenos. Yo me encontraba sobre una pila de escombros, justo donde estaba el callejón en el que me pretendía esconder.
Pude notar que era exactamente el mismo lugar donde la policía me estaba persiguiendo, gracias a los letreros de algunas tiendas, los cuales estaban sobre los escombros. Yo seguía desconcertado sobre lo que sucedía, me parecía saber dónde estaba, pero a la vez no entendía como sufrió ese cambio tan drástico en cuestión de segundos.
Decidí bajarme de la pila de escombros sobre la que me encontraba, utilizando todo mi esfuerzo para no empeorar mi pierna. Tomé un palo que estaba entre los escombros y lo utilicé para evitar hacer fuerza sobre pierna herida al bajar.
Bajé y empecé a caminar para intentar conseguir respuestas o ayuda. Lo que hace segundos eran calles y avenidas, continuaban limpias. Los escombros de los edificios estaban apilados sobre el terreno en el que estaban construidos. Mientras caminaba, mi duda se acrecentaba cada vez más. De repente, caí de espaldas sorprendido luego de ver tirado en medio de la calle un esqueleto humano, pero no de plástico como los que vendían en las tiendas, un esqueleto real, con incluso pequeños restos de carne putrefacta. Esa escena me provocó náuseas, vomité de inmediato y me comencé a arrastrar lejos de ese cadáver.
Mientras retrocedía, sentí una cuerda que me enredaba el cuello y comenzó a jalar. No supe que pasaba, solo sentí como aquella cuerda me comenzaba a asfixiar mientras yo era arrastrado hacia atrás y llevado como saco viejo. Intenté desesperadamente quitarme la cuerda, pero era inútil, no lograba respirar y estaba a punto de desmayarme. De pronto, sentí como la cuerda aflojó y dejé de moverme, inmediatamente me la saqué de encima y me tomé del cuello, pero me había dejado una quemadura insoportable. Volví mi mirada hacia atrás y vi como un tipo disparaba a otra persona, pero sin lograr atinarle.
Mientras veía esos disparos, intenté levantarme y huir, pues mi primera impresión fue que se trataba de alguno de los policías que me estaban persiguiendo. Pero fue inútil intentarlo, el palo que estaba utilizando como bastón se quedó a varios metros, en el lugar donde me empezaron a jalar. Cuando vi que la persona con el arma se dirigía hacia mí, de inmediato comencé a gritar:
--- ¡Me rindo! ¡Me rindo! ¡No me mate, solo lléveme a la cárcel!
Sentí su mano sobre mi hombro, él estaba parado detrás de mí. Con una voz tranquila y amable, me dijo:
--- ¡Tranquilo, hombre! No te haré nada, por el contrario, te acabo de salvar la vida.
Incoherentemente, esa exclamación de tranquilidad, solo me terminó de desconcertar, aún más. Definitivamente ya no sabía que estaba sucediendo, así que decidí preguntar a este tipo:
--- ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? ¿Cómo la Avenida Central terminó en ruinas en cuestión de segundos? ¿Qué mierdas está sucediendo aquí?
--- No te entiendo, estamos en lo que era la Avenida Central, ahora solo es un lugar peligroso dominado por los Gorgones y en el que yo no entiendo que hacías. Y está en ruinas desde hace treinta años, luego de la extraña explosión.--- me respondió el tipo.
Más confundido no podía estar, no sabía quiénes eran los Gorgones, aunque fue lo que menos me importó cuando me contó que estas ruinas son de hace ¡Treinta años!
--- ¿Quién eres?--- le pregunté, intentando esquivar más información extraña que no podré procesar.
--- Me llamo Martín Cruz ¡Un placer! ¿Cuál es tu nombre? --- me respondió.
--- Me llamo Álvaro… Álvaro Vidal--- le contesté.
--- Bueno, Álvaro. Veo que estás muy joven y además desorientado, será mejor que te lleve conmigo y rápido antes de que el Gorgón vuelva con más de sus hombres --- me dijo.
No tengo idea de por qué no me cuestionó por mí herida en la pierna, pero supongo que la notó, junto con el resto de heridas y raspones que traía luego de ser casi asfixiado, pues me cargó en su motocicleta y me llevó hacia un refugio.
Una parte de mí pensaba en todo lo que había sucedido, pues en cuestión de casi una hora pasé de ser perseguido por la policía a estar treinta años en el futuro sentado en una motocicleta abrazando a un tipo musculoso, alto, con una barba de candado bien definida, cabello rizado y tez morena, aproximadamente treinta y resto de años.
Llegamos a lo que parecía ser una antigua escuela, a unos cinco kilómetros sur de donde me encontró Martín. Su fachada estaba cubierta por escombros, camuflada como una de las muchas pilas que había por allí. Pero al entrar, había montones de habitaciones, lo que parecía ser las anteriormente aulas de la escuela. Mi expresión de sorpresa no desaparecía para nada de mi rostro, como si estuviese esculpida y fija, pero como iba a desaparecer, si este nuevo y extraño mundo no dejaba de sorprenderme y no lograba aún procesar lo que sucedía.
Recién entrando, Martín llamó a dos de los que parecían ser los guardias, vestían con una especie de armadura, portaban unos chalecos antibalas, unos cascos viejos como los que utilizaban los policías, en su cintura portaban dos pistolas, a su espalda cargaban con una espada y eran los encargados de abrir las puertas. Martín me mandó a sentar a una banqueta mientras él conversaba con ellos. Yo aprovechaba y seguía observando aquel lugar, había familias, niños jugando, todos utilizaban ropa vieja y gastada, pero parecían ser felices, conversaban, otros reían y convivían en comunidad.
--- ¡Oye, amigo! Discúlpame, pero es el protocolo que el líder solicita que sigamos al pie de la letra, pero tranquilo, estarás bien. --- me dijo Martín cuando se me acercó luego de hablar con los guardias.
De pronto, sentí por detrás un punzón, cerca del omóplato. Regresé mi vista hacia atrás y alcancé a ver a uno de los guardias con una aguja de inyectar ya vacía, mientras mi vista empezaba a nublarse, el mundo me comenzó a dar vueltas y vueltas hasta que todo se volvió negro y caí desmayado.
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La Grieta
Ficțiune științifico-fantasticăDespués de atravesar una grieta temporal, Álvaro recibe una segunda oportunidad para usar sus habilidades en algo bueno tras llegar a un futuro post apocalíptico donde se sumergira en una gran aventura