Prólogo

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Cash (11 años):

Mis padres se estaban gritando, otra vez.

Me mantuve pegado a la puerta, intentando escuchar lo que sea de la conversación.

La semana pasada discutieron porque la profesora de mi escuela insinuó que yo tenía algún problema psicológico por no querer hablar con otros niños y ser tosco con ellos. Mi padre intentó convencer a mamá de que deberían hacerme un diagnóstico, y mamá se enojó porque dijo que yo estaba completamente bien y que la profesora era la idiota.

¿Cuál era el punto de hablar con los demás? Me gustaba la tranquilidad y el silencio, y los demás niños eran demasiado ruidosos y molestos para mí. Le dije eso a la profesora de tutoría y me miró raro, luego me preguntó si no me molestaba que hablara con mis padres. Supongo que volvió a hablar con ellos después de esa vez.

—¡Siempre haces lo mismo, Jade! —El grito de mi padre me sobresaltó de mi lugar y volví a concentrarme—. ¡Cash también es mi hijo, maldita sea!

—No lo conoces como yo —respondió mamá sin gritarle, pero sabía que estaba furiosa—. Mi bebé no tiene ningún problema.

—¿Ahora eres psicóloga? —siseó mi padre—. Quiero escuchar la opinión de un profesional y no vas a impedir que me lleve a Cash.

Un silencio le siguió a eso y me senté en el suelo, esperando a que volvieran a hablar.

—De acuerdo —aceptó mamá—, pero tú vas a explicarle cómo piensas en lo raro que todo el mundo lo ve sólo por ser como es.

—No te pongas dramática, Jade.

Escuché pasos acercándose y me aparté para que abrieran la puerta sin intenciones de ocultarme. La primera en salir fue mamá que al verme se congeló, ocasionando que mi padre tropezara con ella.

—¿Qué...? —se calló cuando también me encontró.

Los miré a ambos en silencio y esperé a que me dijeran de lo que hablaron ahí adentro.

—Bebé —dijo mamá reaccionando—, ¿escuchaste todo?

Asentí y ella soltó un suspiro. Se acercó hacia mí hasta sentarse en el suelo y agarró mis manos entre las suyas.

—No estoy enfermo —aclaré mirando de reojo a mi padre.

—Lo sé —contestó él con tono cansado—, lo sé, chico.

—Piensas que sí —acusé.

—No es eso —Miró el piso antes de ponerse en cuclillas al lado de mamá—. Estoy preocupado por ti, Cashier, y necesito que hagas esto por mí.

—No quiero.

—Cash —advirtió—, no te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando.

Conrad —dijo, a su vez mamá, severa.

Le fruncí el ceño a mi padre.

—¿Es tan importante para ti que alguien te confirme lo mal de la cabeza que estoy?

Mamá soltó un grito ahogado.

—¡Cashier!

—Déjalo, Jade —dijo él igualando mi mirada—. No estás mal de la cabeza, chico. No pongas palabras en mi boca que yo jamás dije.

After the cold (FK #2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora