1O - Las Maldiciones Imperdonables

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Los días siguientes pasaron desapercibidos, hasta el jueves antes de la primera clase de Moody. Todos llegaron muy temprano e hicieron fila en la puerta del aula cuando la campana aún no había sonado, la única que faltaba era Hermione, que apareció puntual.

—Vengo de la...

—... biblioteca —adivinó Ron—. Date prisa o nos quedaremos con los peores asientos.

Una vez la puerta del aula se abrió, se apresuraron a ocupar un par de pupitres dobles lo más cercanos a la mesa del profesor, sacaron sus libros y esperaron en un silencio poco habitual. No tardaron en oír el peculiar sonido sordo y seco de los pasos de Moody provenientes del corredor antes de que entrara, tan extraño y aterrorizador como siempre

—Guarden esos libros —gruñó, caminando ruidosamente hacia la mesa y sentándose tras ella—. No los necesitan

Volvieron a meter los libros en las mochilas mientras Moody sacaba un pergamino y comenzaba a pronunciar los nombres de cada uno, recorriendo la lista con su ojo normal mientras el ojo mágico giraba para fijarse en cada estudiante conforme respondía a su nombre.

—Bien —dijo cuando el último de la lista hubo contestado presente—. He recibido carta del profesor Lupin a propósito de esta clase, parece que ya están bastante familiarizados en enfrentamientos con criaturas tenebrosas pero estan muy atrasados en lo que se refiere a enfrentase a maldiciones —prosiguió Moody—. Así que he venido para prepararlos contra lo que unos magos pueden hacerles a otros. Dispongo de solo este curso para enseñarles a tratar con las mal...

—¿Por qué, no se va a quedar más? —dejó escapar Ron.

El ojo mágico de Moody giró para mirarlo, Ron se asustó logrando dejar ver en Moody una sonrisa. Era la primera vez que lo veían sonreír y el resultado de aquel gesto fue un rostro aún más desfigurado y lleno de cicatrices que nunca, aunque para todos era un alivio saber que en ocasiones podía adoptar una expresión ¿amistosa?

—Supongo que tú eres hijo de Arthur Weasley, ¿no?. Hace unos días tu padre me sacó de un buen aprieto —dijo Moody—. Ahora, respondiendo a tu pregunta: sí, sólo me quedaré este curso. Es un favor que le hago a Dumbledore, un curso y me vuelvo a mi retiro, así que comencemos.

Se coloco delante del escritorio ya volviendo a su semblante serio mirando nuevamente a cada uno de los alumnos provocando un silencio magistral entre todos quienes esperaban ansiosos a que tomará la palabra

—Maldiciones, varían mucho en forma y en gravedad. Según el Ministerio de Magia, yo debería enseñarles las contramaldiciones y dejarlo en eso y ustedes no tendrian que aprender cómo son las maldiciones prohibidas hasta que estén en sexto porque, se supone que hasta entonces serán lo bastante mayores para tratar el tema pero, el profesor Dumbledore tiene mejor opinión de ustedes y piensa que podran resistirlo, y yo creo que cuanto antes conozcan a que se enfrentan, mejor. ¿Cómo pueden defenderse de algo que no han visto nunca? Un mago que esté a punto de echarles una maldición prohibida no va a avisarles antes, no se comportara de forma caballerosa y es por eso que tienen que estar preparados, en alerta y vigilantes... Y usted, señor Finnegan, tiene que buscar un lugar mejor para su goma de mascar

Seamus se sobresaltó y se puso colorado, había intentado poner su goma debajo del pupitre. Daba la impresión de que el ojo mágico de Moody podía ver tanto a través de la madera maciza como por la nuca.

—Así que... ¿alguno de ustedes sabe cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?

Varias manos se levantaron, incluyendo la de Ron y la de Hermione. Moody señaló a Ron, aunque su ojo mágico seguía fijo en Seamus.

Retrouvailles [Vol. 1] | Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora