Inicio

3 1 0
                                    

En esta vida nunca nos cruzamos dos veces con la misma persona, ni siquiera en la misma persona" Nunca le había dado sentido a esa frase, hasta que vi en sus ojos que ya no era el chico dulce que había conocido...¿Qué lo había hecho cambiar así?
...

Los druidas y los alquimistas llevaban años en guerra, más de doscientos, creo que ya nadie recordaba el por qué, ambos bandos le echaban la culpa al otro.
Se cuenta que hubo un tiempo dónde ambas razas de magos habían trabajado juntas para desterrar a los humanos que dañaban sus tierras, pero que la Maestro Suprema Alquimista, Urielli, había roto un pacto sagrado que tenía con el Gran Rey Druida, Kiom, y eso desencadenó el odio y las guerras entre ellos.
Hoy en día atravesábamos una era de odio silencioso, una especie de guerra fría. No había nada estipulado pero no podíamos cruzarnos mucho unos con otros, no pasábamos de un reino a otro y teníamos más que prohibido chistear, molestar o atacarnos. Cualquier movimiento en falso podría empezar una nueva guerra.
Yo era una estudiante druida, los druidas destacamos por la belleza etérea que poseemos y por la capacidad de manipular las mentes de los demás a nuestro antojo, son más poderes innatos; por el contrario, los jóvenes alquimistas son en extremo inteligentes y sus poderes se basan en el aprendizaje y disciplina.
Florian era el chico más raro y de alguna forma uno de los más deseados de nuestra generación de druidas. Era muy simpático, amaba a algunos animales y parecía que había mucho en él para conocer... no era así, no había más que aquel tonto pero agradable exterior. Él y yo éramos amigos, no la clase de amigos serios, sino amigos de juegos y de prácticas.
Un día él me presentó un amigo suyo, fue un día afortunado porque yo estaba por demás divina; iban a entregarme mi anillo de subordinada, un símbolo para que quienes terminaban su aprendizaje inicial pudieran ir con unos de los viejos guerreros que dominaban la mayoría de las técnicas y así entrenar por si se desataba una guerra. Llevaba mi vestido largo blanco, con la espalda descubierta y mi rojizo cabello suelto, mis ojos verdes resaltaban, me gustaba llamar la atención, si lo hacía era más fácil utilizar mis poderes después.
—Gyelle- me llamó Florian- éste es mi amigo Nitaro, pero que no se enteren que está aquí— el chico no levantaba la vista, quería hacerse el misterioso.
—¿Por qué? ¿Qué hiciste ésta vez, Florian? ¿Es algún novio secreto?
El chico soltó una risa y mi amigo me miró indignado, de todas formas estaba tan acostumbrada a sus cagadas que no me sorprendería algo así.
—Pff claro que no es mi novio- di un suspiro de tranquilidad- de ser así, sería alguien más lindo, ¿eh, eh?- dijo codeando a Nitaro, a quién no le causó mucha risa- Ya, hablando enserio, él es de la clase de los alquimistas. Se graduó hoy, igual que tú.
—Ah claro, perfecto. ¡¡Hay una sola regla ímplicita que es no cruzarnos con los alquimistas!!
—Lo siento-dijo al fín el chico, levantando la vista- fui yo quien insistió en venir. Quería escaparme un rato.
Era bonito y hablaba dulce, parecía como que no destacaba mucho pero algo era ligeramente especial, tenía un lindo cabello negro, largo y enrulado, su piel era clara y sus ojos oscuros e intensos. Como era costumbre de mi amigo se fue a charlar con otra gente y mostrarles sus grandes habilidades para hacer idioteces como pararse de manos o algo que se le ocurría en el momento.
Nitaro quedó sólo conmigo que no era la mejor para sacar conversación, tampoco él pero lo intentó de una manera chistosa, nos escondimos detrás de la escalera para subir al primer piso y con sus trucos extraños de los que yo no sabía nada hizo aparecer una deliciosa pastafrola en mi mano, inmediatamente quise comerla y desapareció. Lo miré enojada, como cualquier persona racional, no se juega así con los sentimientos de la gente. Él se reía como un niño porque parecía que yo había caído directo en su trampa.
—Ja, ja, ja. Es "ilussion". Se usa en las guerras para atraer enemigos... o en este caso para reirse un poco— me dijo él.
—Así no se vale, ¿No puedes hacer que aparezca uno real?
—Eso requiere más práctica, difícil pero no imposible.
Lo llevé a recorrer un poco nuestra escuela mientras el Maestre daba su discurso. Prestando atención por si me tocaba a mí subir.
Sentados en el pasillo empezó a hablar.
—¿Alguna vez reprobaste algo?
—Sí, estuve a punto de repetir... pero soy genial y ahora tengo todo en orden, ¿Y tú?— respondí.
—No, me exijo mucho con eso, no parece por lo tonto pero sí.
—Increíble, ¿Y qué te gusta hacer?
—Más que nada jugar, practicar cosas que me sirvan para jugar, leer mucho, me gusta escribir también.
—Wow, pareces muy interesante... a mí también me gusta jugar, y practicar mucho.
—¿Qué practicas?— preguntó intrigado, creo que no creía eso de mí.
—Mis técnicas buuuu, aunque no lo creas, soy poderosa chi-qui-to.
—Ja, ja, ja. Apuesto que soy más poderoso.
Todo era tan diferente en él que en mí, su vida, su manera de estudio... pero por alguna razón al hablar parecíamos iguales.

Paraíso distópicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora