Prólogo.

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Las manchas de tiza blanca en el pizarrón dejaban prueba del final de la última clase. Huening Kai se levantó de su asiento y caminó fuera del aula, encontrándose con Taehyun apenas dados unos pasos.

–¿Cansado?

–Fastidiado –Suspiró– Ese profesor es imposible, me hizo guardar silencio unas 5 veces durante la clase, y yo ni siquiera estaba haciendo algún ruido.

–Es algo mayor, tenle paciencia –Respondió Taehyun con una sonrisa en su rostro– ¿Irás a casa ahora? Pensaba que podríamos ir con Beomgyu a los bolos, ya nos está esperando –Señaló con la cabeza q un costado del pasillo donde el chico los observaba con una sonrisa inocente.

–Dile que esta vez paso, lo único que quiero en este momento es dormir... Pero quizá la próxima semana.

–De acuerdo, asegúrate de llegar bien a casa.

–Claro, divierte con Beomgyu.

–Lo haré.

Se separaron, no sin antes brindarse un abrazo.

El camino a casa ese día de la semana era bastante tranquilo, el viernes era el único día en que su horario de salida y los de sus amigos coincidían, también era el día en que salían más tarde, por lo que a esa hora no había tantos estudiantes en la calle como el resto de la semana. Kai normalmente disfrutaba recorrer aquel camino entre bromas y anécdotas junto a Taehyun y Beomgyu, pero aún así no le molestaba en lo absoluto ir en silencio de vez en cuando.

En aquella ocasión, además, sentía que el ambiente era distinto, no sabría explicarlo, pero podía jurar que en el aire mismo percibía algo diferente. Era otoño, su época favorita del año, en la que solía usar su suéter favorito para salir con Lea al parque a volar cometas de papel mientras Bahiyyih se quejaba de que su cabello se despeinaba.

Una ráfaga de viento lo sorprendió llenando su ropa de hojas teñidas de un tono anaranjado pálido y marrón. Miró al suelo, esperando poder pisar las hojas secas cuando entré un matorral alcanzó a ver un bulto blanco. Se acercó cauteloso, notando al estar más cerca que el bulto tenía algunas manchas rojizas y se movía con dificultad al tiempo que temblaba.

–¡Es un conejo!

Se agachó y sostuvo al pequeño animal con cuidado entre sus brazos, intentando no lastimarlo y tampoco ponerse a sí mismo en riesgo en caso de que éste tuviera alguna enfermedad o fuese agresivo. Tenía un poco de sangre en sus patas y parecía muy lastimado, el corazón de Kai se sintió apretado en ese momento, por lo que tratando de contener sus lágrimas abrazó al conejito con la intención de brindarle calor y buscó en el mapa de su teléfono el veterinario más cercano.

Tokki DaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora