2: ¡Tú lo tienes!

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Esa mujer abre la puerta y retrocedo hasta que mi espalda impacta con la pared.

—¿Quién eres? ¿Qué fue lo que me hiciste? ¿Dónde estoy? ¿Eres una bruja? ¿Un extraterrestre? ¿Qué demonios eres? Tú no eres normal. ¿Qué le pasa a mi cuerpo? ¿Dónde está mi pene? ¿Me lo has robado? ¿Fuiste tú?

—Hija, ¿qué cosas dices? ¿No me digas que es otra de tus bromas? ¿De qué pene estás hablando? ¿Tuviste una pesadilla en dónde tenías uno? — ríe, mientras se acerca y cruzo mis dedos—. Te he dicho que no veas esas caricaturas chinas.

—Un paso más y no respondo— miro a todos lados y en ese descuido, sus brazos me rodean.

—¿Qué te sucede, mi niña? ¿Has tenido una pesadilla? ¿Por qué estás temblando? ¿Puedes contarle a mamá?

—No me toques, vieja— la intento alejar, pero ella me abraza más fuerte.

—Sea lo que sea, ya todo pasó— recuesta su cabeza sobre la mía y extrañamente mi cuerpo se relaja.

—¿Todo pasó?

—Sí, mi amor. ¿Por qué no te preparas para ir a la universidad? He preparado el desayuno.

—¿Universidad?

Odio estudiar. Hace mucho tiempo dejé de asistir a la escuela.

«Espera, si salgo puede ser que sepa dónde estoy e incluso pueda ir a mi apartamento».

—¿Realmente estás bien, preciosa?

—Ya me voy.

—¿Piensas irte así? No seas cochina, ve a bañarte.

—¿Bañarme?

—Ven— me lleva de los hombros al baño y me extiende la toalla—. Termina pronto o llegarás tarde— cierra la puerta detrás de mí.

Este lugar se ve más colorido y organizado que mi apartamento. No sé lo que está pasando, pero debo averiguarlo.

Levanto la camisa y miro este cuerpo desnudo en el espejo. Son como dos bolsas de aire colgando. Con la yema del dedo índice palpo el pezón y un extraño quejido se escapa de lo más profundo de mi garganta, mientras que un escalofrío se centra en esa área. Mi voz se escucha tan fina.

«¿Dónde está mi voz?».

En cualquier movimiento que hago veo cómo esos sacos se mueven a la par. Ni siquiera puedo cubrirlos con una mano. Son grandes.

«¿Qué demonios es esto? ¿Qué es lo que me está pasando? Necesito saber dónde estoy y qué hago aquí, no estar tocando esto».

Luego de quitarme la ropa interior, entro al baño y abro la pluma. El agua recorre todo mi cuerpo y procedo a tratar de bañarme, pero todo se siente extraño. Cualquier parte que toque me produce escalofríos.

Escucho el chapoteo de mi mano dándole palmaditas a esa maldita tajadura que tengo entre mis piernas. Esto es lo más extraño y asqueroso que alguna vez haya hecho. Estoy consciente de eso, pero este cuerpo se vuelve sensible cuando lo hago. Jamás pensé que enjabonarme esa área con mis dedos iba a sentirse tan bien.

Cierro los ojos, cuando escucho que abren la cortina y el grito que suelto, espanta a esa señora que, sin permiso y descaro se atreve a entrar al baño.

—¿Por qué gritas? Vas a matarme.

—¡Tú vas a matarme, demonio! ¿Quién eres?

—¿Qué hay con esa actitud, pequeña? Has estado actuando extraño desde que te levantaste. ¿Y cómo que quién soy? Soy tu madre.

—Yo no tengo madre.

«¿Cómo se atreve a auto llamarse de esa manera?». No sé ni quién demonios es.

—¿No tienes madre? —baja la cabeza y retrocede—. Sal de bañarte, estás tarde— sale del baño sin añadir nada más.

Seco todo mi cuerpo y salgo en toalla hacia la habitación, abro el armario y quedo estupefacto.

«¡Qué ropa tan anticuada y fea! ¿Cómo es posible que alguien se vista así?».

No tengo remedio que ponerme lo primero que encuentro. He olvidado secarme bien y siento como si estuviera andando en patines, con el trasero húmedo y lleno de jabón. Estoy muy incómodo.

En medio de la sala, me arreglo el pantalón que se había acomodado entremedio de mi trasero y esa señora vuelve aparecer, haciendo que dé un brinco.

—¿Te bañaste bien?

—¿Por qué apareces en todas partes?

—¿Otra vez esas extrañas preguntas? ¿Y tú mochila? El desayuno está servido.

—No necesito mochila y no tengo hambre— salgo de la casa sin decir nada.

Salgo a la calle y miro a varios lados, pero no reconozco este vecindario. Solo me dispongo a seguir caminando, al menos hasta conseguir un teléfono y llamar a un taxi. Le propongo pagarle tan pronto llegue a mi apartamento, ahora mismo no tengo dinero encima.

En el momento que llego, subo las escaleras y trato de abrir la puerta, pero está cerrada. No sé dónde están mis llaves. Escucho al otro lado de la puerta el sonido del televisor.

«¿Quién está dentro de mi apartamento?».

Golpeo la puerta en varias ocasiones y con la insistencia, veo que abren la puerta. Con lo que me encuentro, es algo que explota mi cabeza instantáneamente. Verme a mí mismo en bóxer y abriéndome la puerta, es lo más chocante y extraño que alguna vez haya pasado.

—Tú... — dice, señalándome con el dedo—. ¿Quién demonios eres y qué haces con mi cuerpo? — cuestiona, mientras que con su otra mano se acomoda mi pene en el bóxer.

—¡Tú lo tienes! ¡Devuélvemelo! — dando un salto, caigo sobre mi cuerpo y tras la inquietud y curiosidad de saber si realmente todo está en orden conmigo, quito el bóxer para mirarme. Viendo que aún sigo intacto, suspiro aliviado—. Entonces aún lo tengo.

Un sólido puño aterriza en mi rostro, haciendo que caiga a un lado y se levanta.

—¡¿Cómo te atreves a tocarme?!

Se supone que quien debe estar apuntándome sea su dedo, no justamente mi pene casi en mi cara.

Impostor [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora