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mateo.

Me tiré en mi cama enterrando la cara en la almohada. 

Eran las seis y recién había llegado a mi casa luego de pasar la tarde en la casa de la Javi. La escuché hablar de cómo se sentía y juro que si pudiera hacer algo para que se sintiera mejor lo haría, pero tenía claro que eso solo estaba en sus manos. Luego de que nos quedáramos dormidos me desperté y la acomodé en el sillón para que durmiera más cómoda, le puse un poco de pellet a su estufa para que no le diera frío y me fui antes de que llegara su mamá. Mientras me dirigía a mi casa le envié un WhatsApp diciéndole que ya me iba porque se iba a hacer tarde, pero que me podía hablar cuando quisiera. 

Me quedo pensando en la satisfactoria sensación que sentí al abrazar a la Javi y en lo cómodo que dormí con ella. Deseché los pensamientos enseguida, porque no me podía permitir confundir ahora y mucho menos confundirla a ella. 

Puta la weá.

—¡Mateo, ven a comer! —escuché la voz de mi papá. 

Bajé las escaleras y ayudé a poner lo último que faltaba en la mesa para que luego nos sentáramos a comer.

—Oye, weón, ¿dónde estuviste en la tarde? Vino el Matías a preguntar por ti dijo la Romi —mi papá frunció el ceño.

Upsi.

—Eh, salí un rato a caminar —me encogí de hombros mientras le ponía palta a mi pan.

—¿Y dónde po? Que te haces el misterioso —mi mamá entrecerró sus ojos.

Suspiré—. Fui a ver un rato a la Javi oh —respondí—. Su abuela murió y llegó recién ayer a su casa, quería ver cómo estaba —me encogí de hombros. 

Hubieron unos segundos de silencio hasta que la Romi habló—. No sabía, ¿cómo está ella?

—Mh, ahí nomás, tiene harta pena. 

—Le voy a hablar luego para preguntarle.

—No creo que sea una buena idea —hice una mueca—. Yo creo que puedes hablarle el lunes en el colegio, hoy estaba un poco alterada. 

—Pucha la Javi, ojalá su familia esté bien —dijo mi mamá.

Luego de eso dimos por sanjada la conversación y hablamos de temas aleatorios, pero yo no podía sacarme de la cabeza a la Javi y no entiendo porqué. 


Bostecé y  me senté en mi puesto para luego cruzar los brazos sobre la mesa y apoyar mi cabeza ahí para intentar dormir un poco. Era el recreo largo después de almuerzo y la verdad es que tenía mucho sueño y quería aprovechar que la sala estaba casi vacía y silenciosa para descansar un poco. 

Estaba quedándome dormido cuando alguien gritó mi nombre dentro del aula.

puta la weá oh.

Levanté la cabeza y el Matías estaba en la puerta señalando a la chica a su lado. La Karina. 

Me levanté con toda la flojera del mundo y le pegué un wate en la nuca a mi amigo antes de darle un beso en la mejilla a la Karina a modo de saludo. 

—Hola —le dije una vez que mi amigo se fue por el pasillo antes de sacarme el dedo de al medio.

—Hola, quería saber cómo estabas porque te hablé el viernes en la noche y no sé si no lo viste o no quisiste responder, pensé que podías estar enfermo —frunció un poco el ceño en señal de preocupación.

dame la pasáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora