- Capítulo 4 -

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          Lo observé unos largos minutos, con ansias, como el sol se reflejaba en él

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          Lo observé unos largos minutos, con ansias, como el sol se reflejaba en él...

Caliente; anhelante; deseable.

Otros adjetivos más llegaban a mi mente mientras bebía y disfrutaba mi adicción, mi café mañanero, en la taza térmica blanca que me había regalado mi abuela recientemente.

El sol tibio en mi rostro me relajaba mientras cerraba mis ojos, apoyándome sobre una de las columnas del porche blanco de la casa de mi abuela. 

Ella se había ido a la Iglesia y debía verla allí al mediodía, pero, la decisión estaba clara, no desperdiciaría mi mañana en esta casa.

Primero, iría a la cafetería de la calle 10 a conseguir más café y algún trabajo temporal para ayudar a mi abuela, luego vería si la "la chica de las desapariciones" como la apodó Caleb, se encontraba allí. 

No era una necesidad saber el porqué me abandonaron mis padres, luego de años en el orfanato dejé de preguntarme la razón por la cual decidieron hacerlo, ¿por falta de dinero? ¿no estaban preparados? Todos sufrimos lo mismo y allí eso ya era normal. 

Lo que me intrigaba y me carcomía la mente era, ¿por qué mi abuela tampoco los recordaba?

Y eso averiguaría.

Ahora, en la luz del día me sentía menos vulnerable y la tranquilidad que me habían dado anoche Caleb y su perro, alias lamedor de caras, me había tranquilizado los pensamientos del raro que me saludó y el loco que provocó que casi se rompa mi cabeza contra el vidrio del auto de Caleb.

Abrí mis ojos y le di otro largo sorbo a mi café bien caliente, recibiendo el calor de mi taza en las palmas de mis manos.

Dirigí mi mirada hacia enfrente, donde vivía Caleb y pude verlo a él salir con un hacha de su casa, el palo de la misma iba recostado sobre su hombro, mientras que la punta la sostenía con su mano derecha; detrás de él salió un chico similar a su altura con un cabello similar al rubio, pero en su lugar parecía más brilloso, más cercano a la ceniza grisácea de una fogata, aquel chico corría hacia Caleb a la par en que se colocaba su campera a cuadrados roja y negra, para que luego de empujarlo y generar que se desestabilizara, le pegara en la cabeza jugando, a lo cual Caleb le respondió poniéndole la traba, provocando que el chico que iba con él se caiga de cara a la nieve.

El resurgimiento del ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora