Miedo

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—¿Adónde me llevas?

Darién solo veía el camino sin decir nada o hacer una expresión corporal, solo tenía la vista en la carretera, intente ver el celular, pero no había nada de señal así que era inútil.

—¿Adonde me llevas?— repito mirándolo.

—A un lugar donde podrás quitar el estrés y enojo que tienes guardado.— añade con un guiño y una sonrisa.

—No me voy a acostar contigo.— habló rápidamente.

—Aria.... No me acostaré contigo.— ríe fuertemente. — me alagas y mucho, pero...— Darién quita la mirada del camino y me analiza rápidamente. — esta noche no será, ruidosa.— suelta una risa fuerte al aire.

Al ver como Darién se reía de mi comentario, mí cara estaba que ardía de vergüenza, volteé a ver la ventana para distraerme y ya no seguir con la conversación, no me iba a arriesgar de decir otra estupidez.

Después de un rato el auto se detuvo, intente ver en donde era, pero solo se iluminaba un edificio viejo.

—Ya puedes bajar.— Darién sonríe.

—No.

—¿Confías en mí?— esos ojos color miel me veían directamente.

—Si quieres confianza tienes que dar algo a cambio.

—No te va a pasar nada, solo baja.

Darién baja del auto sin decir nada, volteo hacia la ventana y se podía ver como abría la puerta de aquel edificio viejo. Se introduce en el edificio hasta que lo pierdo de vista.

No podía quedarme sola en el carro y menos si no tenía las llaves, así que bajo de mala gana y entró al edificio y no era nada más que la parte trasera del...

—El gimnasio de Dimitri. – digo.

—Eres adivina.

—Que gracioso, pero no te matara Dimitri por entrar a estas horas.

—No, el mismo me dio las llaves por si tenía ganas de entrenar solo o por si me daban las ganas de limpiar el lugar, pero los dos sabíamos que no iba a limpiar.

—¿Y qué hacemos aquí?

—A golpear el saco de boxeo para que puedas sacar todo tu estrés, tu enojo y más por esta noche que tuviste.

—Vestida así.— señaló el vestido entallado.

El solo me da una sonrisa corta y desaparece por los vestidores, me puse a recorrer con la mirada el gimnasio.

—Aquí está.— Darién sostiene un short de tela y una camiseta grande

—¿Y eso?

—Para que te cambies y puedas estar cómoda al momento de golpear el costal.

—Gracias.

—No hay de que, si quieres ir a los vestidores a cambiarte están a tu disposición.

—No pienso ir a los vestidores a esta hora de la noche, así que date la vuelta o vete para poderme cambiar.

—Eres una miedosa, ruidosa.

—Te volteas y te mato.

Al asegurarme que Darién se dio la vuelta y no está mirando me quito el vestido para quedar en ropa interior y me coloco lo más rápido.

—Ya puedes voltear.— digo.

—Te queda mejor que a mí.

—Lo sé.— sonrió y tomó el vestido del piso, lo coloco en la mesa más cercana.— ¡¡Lista!!

Completamente Desconocidos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora