Vinculos

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La mujer camino rápido no deseaba para nada volver a toparse con ellos, con ninguno, menos si estaban en grupo cual jauría: como lobos hambrientos de poder, de odio "enfermos". Enfermos ellos y enferma ella también por que en su momento amo con desmesura a unos de ellos, peor siendo una niña todo lo que pensó hacer por otro niño, un niño vació. 

Sostuvo con una mano ambas partes de su saco rojo y cerro los ojos con fuerza cuando el viento que azotaba la aldea golpeo con fuerza su rostro, moviendo con violencia su cabello y ropas. Pensó en la posibilidad de raparse, odiaba su pelo y lo amaba en partes iguales. Le recordaba un pasado turbio bastante triste pero también todo aquello que alguna vez la hizo feliz y que ahora no existía. Gruño cuando su mente la bombardeo de imágenes,  caras, risas y llantos, entendió que era otra noche de "quien tiene más culpa y soy una mierda" e insomnio.

Apresuro el paso hasta llegar a una pequeña casa, minúscula con un jardín prolijo pero sin ninguna flor, plano y sin gracia como su vida, suspiro recriminando a su mente su espectacular manera de hacerla sentir mal. Mientras abría la puerta, apoyando su hombro contra la madera hinchada haciendo presión miró a su costado e identifico a una niña de cabello castaño y ojos blancos. Sin omitir sonidos entro a la pequeña vivienda dejando abierta la puerta, clara invitación. 

Olió la humedad de la casa, tiró su bata blanca y camino rápido hacía la cocina, moría de hambre. Sus ojos picaron cuando las luces se prendieron y como ya era rutina la niña castaña tomo las prendas tiradas por la adulta y las colgó sobre el perchero rojo de la esquina, se acerco a la chimenea prendiéndola, sacó de su bolso una flor azul y la coloco dentro del florero que reposaba en la mesa ratona del centro. 

- Haruno san, compre carne asada y arroz esta mañana, solo hay que calentarlo - hablo la pequeña tomando asiento y apoyando las manos sobre la isla de la cocina. - También lave la ropa, encontré bolígrafos y un otoscopio, si no hubiera revisado el lavarropas estaría roto de nuevo - bufo la chica.

Hacía 5 años que vivía con Sakura Haruno, la diferencia de edades era de diez años y muchas veces no se podía diferenciar quien cuidaba a quien. La menor agradecía a los dioses todas las noches por haberse cruzado con la pelirosa,  aunque la misma no supiera la importancia que tenía para ella que alguien ajeno a su familia, y que solo la había visto una sola vez tomara la responsabilidad de cuidarla. Hanabi Hyuuga recordó cuando la pelirosa entro a su cuarto de hospital, como con sus manos de refulgente verde curó sus heridas, sus ojos y seco las lagrimas que desprendía sin siquiera darse cuenta. Para su mentora era normal el tocar, abrazar y acompañar, había sido criada con amor pero para ella lo más cercano a un cariño fue cuando su hermana Hinata peino su cabello, los Hyuuga no lloraban, no se abrazan y mucho menos festejaban sus cumpleaños. Sonrío recordando las tortas de asqueroso sabor que preparaba la mujer, las comía agradeciendo hasta que la terrible repostera probaba su obra maestra, maldecía y alejaba apresurada los platos de la mesa. Siempre compraba un postre como plan B.

- Hanabi chan ¡Que haría sin ti! Gracias, pequeña - acompaño las palabras con un beso rápido en la coronilla de la castaña y saco la comida de la heladera - ¿Pudiste dejarles flores a todos? - pregunto agachada colocando la carne dentro del horno.

- Si, a todos ¿cuando podrás ir? He notado que estas todo el día en el Hospital. Kiba dijo que no puede darnos un cachorro si estas tanto tiempo fuera - reprocho con preocupación fingida, y es que el Inuzuka pretendía regalarle un cachorro de Akamaru, sabía que no podía dejar en las manos de Sakura el cuidado pero confiaba en la hermana de su mejor amiga para cuidar del mismo, la menor solo aprovechaba la situación para cuestionar la constante ausencia de su cuidadora.

- ¡¿Que?! ¡Voy a matar a ese pulgoso ¡Si sabe que no puedo cuidarlo! Por que prometió regalártelo si no confiaba en ti - estaba enojada con ese idiota y lo hizo notar frunciendo el ceño, golpeando la mesa al paso. Su enojo se esfumo en segundos cuestionándose como afectaría eso a Hanabi, aclaro la garganta y apoyo sus codos en la mesada tomando ambas manos de la otra - Hanabi chan, no te preocupes, tratare de pasar más tiempo en casa y así cuidaremos ambas del pequeño Tonchi - sonrió con convicción.

- Gracias, hermana.

 Y es que le daba vergüenza y culpa pero no podía evitar sonreír con el corazón por que ahora tenía una persona que la cuidaba, que reconocía como una niña y por eso brindaba amor. Antes de Sakura jamas deseo un abrazo. Podía entender el sentimiento de tener una madre, era lo más parecido que tuvo en su vida. 


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⏰ Última actualización: Jul 15, 2021 ⏰

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Flor SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora