Epílogo

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—…creí que habías dicho que tus padres lo sabían

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—…creí que habías dicho que tus padres lo sabían.

No está seguro de que exista una palabra para describir la expresión de Narcissa Malfoy, mientras bebe de su taza, con sorbos pequeños. Probablemente la única forma de ponerlo es "idéntica a la de Sirius"; debe ser cosa de Black, una reacción natural cuando su sistema entra en estado de shock. Sin duda, es mejor que la manera en que Lucius pidió un momento, se levantó y tomó la chimenea, minutos atrás. Draco le había asegurado que volvería cuando lo hubiese asimilado, aunque nadie sabía cuándo sería o a dónde fue, sólo que era su manera de no tener una reacción desfavorable frente a su hijo.

Los dos están apretados en uno de los sillones personalizados —rojo, las jarras de cerveza de mantequilla y las snitches lo delatan como el que diseñó Sirius—, con tazas en las manos. Remus, que se ha quedado desde el inicio de las vacaciones de invierno con ellos, es el encargado de reponer los encantamientos de calefacción en la casa, mantener a padfoot lejos de la cocina, y por supuesto, los hechizos de silencio en el cuarto de su padrino, porque no hay necesidad de traumar a los chicos cuando estos ya saben cómo marcha su relación. A Sirius se le olvidaron la primera noche; Draco arrojó una maldición contra su puerta, exigiéndole que pusiese un hechizo o parase de gritar el nombre de moony, porque no los dejaba dormir.

Según los Malfoy, ellos irían de visita para convencer a su hijo de estudiar el año siguiente en Europa. De acuerdo a Draco, por otra parte, para el final de la visita, sus padres habrían entendido que tenía intenciones de visitarlos en vacaciones, hablar con ellos cada vez que pudiese y terminar sus estudios allí. Y seguir con Harry, claro.

—Técnicamente, ellos lo sabían. Quiero decir- no les di un informe detallado —Draco rueda los ojos frente a su mirada incrédula y se oculta tras la taza de chocolate caliente—, pero sí indicios suficientes para que se diesen cuenta de que iba en serio. Sabían que salíamos. Creo que sólo no pensaron que fuese…

—¿Tan importante como para quedarte en el mismo continente que yo?

Su novio suelta un débil bufido.

—Tú no eres la única razón por la que me quedo, Harry, no seas pretencioso. Sólo eres una razón muy, muy importante —completa, sin dejarle tiempo para replicar. Presiona un fugaz beso en su mejilla y Harry no consigue concentrarse lo suficiente para refunfuñar a gusto, por algo que en verdad no le molesta.

—Draco, hablando en serio, tendría que haber considerado antes que tienes a tus padres allá, y si quisieras regresar a tu casa ahora que puedes…

Draco levita su taza hasta la mesa pequeña de la sala, sostiene las mejillas de Harry con ambas manos y lo arrastra hacia un beso largo, que es una respuesta bastante buena por sí misma. Oyen el grito estrangulado de su madre y la risa escandalosa de Sirius, seguido de un "sí, sé que impresiona la primera vez".

Cuando se aparta, no le queda aire, pero estaba tan centrado en el beso que tampoco lo había notado. Draco junta sus frentes, de manera que habla muy, muy cerca.

—Si me fuese ahora, ¿quién se aseguraría de que apruebes clases como Historia y Pociones?

Harry le sonríe y le da un beso más corto. Escucha a Narcissa decir "oh, Merlín". Tiene que admitir que es divertido.

Tras un momento y otro par de tazas de chocolate, Narcissa le pide a Harry que se acerque para que puedan hablar. Draco le palmea la espalda, animándolo a acercarse.

—Sólo…intenta no pensar demasiado en que es mi madre.

—Eso no ayuda, Draco.

—Lo sé —Se ríe. Le gustaría enojarse, pero es hermoso cuando se ríe y lo ama demasiado—, no se me ocurre nada más. Se lindo. Se Harry —Se encoge de hombros tras decirlo.

No es un gran consejo. Decide reclamar otro rápido beso, para después ir con ella; le ayuda a reunir valor para hacerle entender a esa mujer que quiere a su hijo y aquel también puede ser un hogar para Draco.

Incluso si Sirius acaba de quemar parte de la cocina de nuevo, por intentar ayudar a moony, y el Lucius Malfoy que sale de la chimenea aún luce tan desconcertado como puede permitirse un hombre de su clase.

Just in caseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora