𝗧𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗽𝘂𝗲́𝘀 | O1

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El aroma salado y húmedo del mar entraba por los ventanales del balcón, dando comienzó a otra mañana ajetreada para un chico de largos cabellos naranjos. Su cabellera reluciente y despeinada hacia acto de presencia sobre las comodas almohadas de la cama. Un largo suspiro de pereza acompaño a las olas, más una sonrisa de felicidad del chico, al poder observar que la tempestad abrumadora del día anterior se habia decidido a molestar en otro sitió.

Llevaba casi un año en la isla, y creía que no podía haber tomado una desicion mejor. Al principio no fue de color rosa y de olor a miel, sobre todo porqué su familia casi lo mata de la asfixia, sonrió ante ese pequeño recuerdo fugaz. Pero por otro lado, la mayoría de huéspedes del hotel que tenía a cargo eran muy amables, a excepción de algunos que no tenían nada mejor que hacer qué arruinarle su buen humor de vez en cuándo.

Se levantó y se estiró en su lugar, en ello un escalofrío recorrió cada centímetro de su bronceada piel, los resoplidos de aire a veces estaban en su contra, y más si dejaba abierto todas las noches las puertas de su balcón. Llevaba unos shorts cortos y una camiseta holgada, era casi siempre lo que usaba para dormir.

— Si no me apresuró a despertar a Osamu-san temprano, no podremos llegar con los tiempos para el desayuno de los huéspedes —se digno a ordenarle a sus pies a moverse de una vez y se fue al baño a hacer sus necesidades diarias.

El hotel Sweet Tangerine era el principal de toda la isla, y que por supuesto, el mando lo llevaba el dueño de los establecimientos de la tierra mandarina. Había en total cinco hoteles en toda la isla, con grandes lugares naturales más sus respectivas especies animales, un gran hospital con todo lo necesario para emergencias, y tiendas en variedades esparcidas por todo el lugar. En pocas palabras, para tener una ubicación exacta de este extrovertido sitió, se podría tener en cuanta que se encuentra en medio del océano atlántico, cerca de los países latinoamericanos como también de los demás continentes, casí como si fuera la suerte, demasiadas personas decidían hospedarse de pasada. Por otro lado, con obviedad contaban con una pista de aterrizaje para los aviones, y con un puerto donde llegaban barcos.

Sencillamente, desde que el nuevo heredero de cabellos naranjas comenzó con el mandato, el sitió retomó su antiguo color, llenándose de resplandecientes rayos juveniles. Pero claro, el pequeño chico mandarina no era lo demasiado egocéntrico para decirlo, creía mucho qué todo se debió al trabajo duro de todos, y quienes eran los demás para decirle que no a su presencia tan calida.

La puerta del baño resonó por el lugar, Shōyo salió casi corriendo del baño luego de terminar de enjuagar sus dientes, y prosiguió a cambiar su vestimenta. En pocos minutos tocarían las seis de la mañana, y era la meta de salida para un nuevo día.

— A decir verdad, creó que Kita-san ya debió de levantarlo —pensó un poco más calmado el pequeño, la pareja del principal chef del hotel era muy exigente con el horario, mucho más que él. Sonrió divertido.

Cerro su habitación que era una de las que se encontraba por unos de los pisos más altos y retomó nuevamente su rumbo hacia el restaurante a ayudar con lo necesario.

Aunque sinceramente el mismo debía tener cuidado, porqué ese hotel era un laberinto, uno que en sus primeros meses su madre debía ir a buscarlo por que se encontraba sin salida por unos de los pasillos. Por ello, puso un croquis en los sitios necesarios para que la gente no se desviara a algún lugar que no quisiese.

— ¡Hinata-kun! —escucho a la lejanía una voz algo aguda, era Hitoka Yachi, la encargada de la recepción por la mañana.

— Buenos días Yachi-san —sonrió divertido, le parecía increíble que la chica estuviese como si nada, era obvio que andar despiertos por esas horas no lo hacia cualquiera.

— ¿Ya te dirigías hacia el restaurante?

— Sí, ayudaré con lo que pueda.

— Oh bien, recuerda decirle a Natsu que sus encargos llegaron esta mañana.

— Le diré, no te preocupes —le dijo antes de irse casi corriendo, ya debía de haber gente en el lugar, y por la mañana siempre hacia falta otro par de manos.

— Olvide decirle que dos equipos de vóley profesional vendrían... —murmuro para si misma la chica, pero sonrió casi al segundo, sería una sorpresa grande para su querido amigo.

Las mesas del restaurante brillaban casi como espejos, perfectos, tal y como siempre los dejaban los meseros que dirigía Shinsuke, el sub chef y pareja de Miya Osamu. El sitio era elegante, pero no demasiado, de un estilo hogareño y cálido, ya se encontraban algunas personas desayunando, en su mayoría gente de la tercera edad.

— ¡Kita-san! —saludo felíz el intrépido chico de cabellos naranjas, a ojos de muchas personas, solo parecía un adolescente joven e inquieto, nisiquiera parecía ser el jefe.

— Espero que haya dormido bien, Hinata-dono —el peli plata hizó una reverencia ante el más bajo, ya con su respectivo uniforme de cocina.

— Moh, ya te dije que puedes llamarme por mi nombre Kita-san —hizo un puchero el chico ante el honorífico por él cual todos le llamaban en aquél lugar, no le gustaba para nada.

— Lo siento, es qué no puedo llamarlo tan irrespetuosamente —hizo una apenas visible sonrisa, en ello le tendió una bandeja, en el llevaba un buen café, acompañado de un pié de manzana.

— Te perdono por ésto, tus postres son tan deliciosos —tomó la bandeja para dejarla en una mesa cercana — tomaré asiento enseguida, luego le mandaré una foto a Kenma, estará tan celoso que vendrá a comer de tu pie de manzana más temprano de lo usual —sonrió divertido.

— Quizás, aunque reconozco que Kozume-kun se despierta tarde demasiadas veces.

— Es que Kurō-san lo tiene bien mimado.

Se rieron ante lo cierto, tanto Kurō como Kenma eran los encargados de uno de los hoteles que estaba cerca del principal.

— Ahora me viene con esto —se escucho una voz molesta desde la cocina, casi como un niño.

— ¿Miya-san? —pregunto por lo bajo Hinata, casi nunca oía de esa manera a uno de sus mejores amigos.

— Si me lo permite, iré a ver que le sucede, lleva así desde ayer —dijo el peli plata para dirigirse a la cocina.

El pelinaranja solo atinó a darse por vencido sobre el asunto, y fue a tomar asiento en donde estaba su desayuno. Tomó su celular, y como había dicho, saco una foto al espléndido aperitivo y prosiguió a ponerlo de estado en su Instagram, además de mandarselo directamente a su amigo de cabello bicolor.

Pero no podía tomarse a la ligera todo, por ello comenzó a comer rápidamente la generosa porción de pastel, Kita sabía bien que el chico de baja estatura era de buen comer, y luego lo acompaño con el dulce líquido del café recién hecho.

Una mano en su hombro lo confundió, aunque pensó que era el de cabellos peli plata, pero gran sorpresa se llevó al ver a cierto chico de cabellos rubios, que era bastante parecido, o en otras palabras más decentes, era igual a su mejor amigo Osamu.

— Vaya, acabo de encontrar al amor de mi vida —dijo burlón y con cierto tono meloso.

𝑆𝑤𝑒𝑒𝑡 𝑇𝑎𝑛𝑔𝑒𝑟𝑖𝑛𝑒 ❁Atsuhina❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora